Con motivo de la declaración por el juicio a Manuel Guerra y la repercusión posterior que tuvo, nos llegaron una gran cantidad de saludos y acompañamientos. Entre ellos un compañero de H.I.J.O.S. que está investigando la resistencia de la clase obrera durante la dictadura, nos acercó un volante de la agrupación 1° de Mayo (antecesora de la CCC), sobre la huelga ferroviaria de 1977.
La particularidad es que el volante fue “rescatado” de los archivos de la Comisión por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires, que tiene entre otras tareas la desclasificación y custodia de los archivos de inteligencia de la Dippba (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), organismo que fue creado un año después del golpe de 1955, sobre todo para la investigación y persecución de la resistencia peronista, y “disuelta” en 1998.
Es interesante, en lo poco que debe haber quedado de los informes originales de “inteligencia”, lo que se menciona sobre el volante. Por una parte, refleja en su tapa la palabra “reiteración”, es decir que los servicios venían siguiendo y tratando de encontrar al grupo que repartía panfletos en los ferrocarriles y promoviendo la huelga. Hay datos que expresan el grado de preocupación de la dictadura sobre el asunto, el escrito está caratulado como “huelgas y conflictos”, y en su informe refiere a las tres inspecciones diarias que el personal de los servicios de inteligencia realizaba.
El volante es un registro histórico y refleja una parte fundamental de la historia del clasismo y del PCR en la lucha antigolpista. El panfleto arranca con el título: “Seguir la lucha, ese es el camino” y está dirigido a los “compañeros ferroviarios y la opinión pública”. El volante distribuido en distintos ramales el 8/11/1977 hace un balance de la gigantesca huelga ferroviaria como el “primer gran paro generalizado contra la dictadura” y rescata que el gobierno fascista tuvo que ceder y aflojar un aumento y sobre esta base saca aprendizajes: “confianza de la lucha para superar el miedo”, la importancia de la unidad por abajo y el camino que se abre. A la vez, el volante denuncia el carácter y los planes del golpe, levanta la resistencia obrera generalizada y plantea avanzar en un paro nacional para hacer confluir las distintas luchas. Entre las distintas exigencias como el aumento salarial, la reincorporación de los cesanteados y la necesidad de funcionar en asambleas y cuerpos de delegados, se destaca el pedido de aparición de Ángel Manfredi, dirigente ferroviario de Tucumán y miembro del Comité Central del PCR.
Para la concreción de esa gigantesca huelga, Quebracho (Manuel Guerra), había aportado su granito de arena, contribuyendo a su realización, con la organización y participaciones de los compañeros de la juventud de seccionales de Rosario y Capital Federal. El mismo día de su estallido, es secuestrado en Capital Federal.
La huelga ferroviaria
La huelga ferroviaria que estalló el 1 de noviembre de 1977 fue la primera huelga general contra la dictadura. La misma tenía diversos reclamos, entre ellos la devaluación del salario en el marco de un aumento inflacionario brutal. En 1976 la inflación anual había sido de 440% y en 1977 de 170%. A la vez, la lucha enfrentaba el plan de desmantelamiento de los ferrocarriles, en momentos en que la dictadura buscaba cerrar ramales enteros y había dejado a 28 mil cesanteados en el lapso de un año. También integraba las exigencias de libertad sindical, entendida como garantías para el funcionamiento en asambleas y cuerpos de delegados.
La huelga se organizó desde abajo, en asambleas clandestinas y coordinando acciones entre los delegados de las distintas seccionales. El conflicto había arrancado el 27/10/77 con los señaleros y rápidamente se extendió al conjunto de los ferroviarios y el subte. El 1 de noviembre todas las líneas de Capital Federal, Buenos Aires y el “interior” fueron paralizadas. La dictadura cede un aumento parcial, la dirección de La Fraternidad, que había sido arrastrada por la lucha de abajo cede. De todas formas, varios ramales y el subte continúan la lucha durante varios días. En los subtes son secuestrados varios dirigentes y la lucha pone como punto central de su reclamo la libertad de los compañeros.
Hay que ubicar que la lucha se hacía en momentos de la mayor represión de la dictadura, cuando se secuestraban entre 50 y 100 personas por día. Los activistas aparte de ser cesanteados, y si es que no desaparecidos, podían “legalmente” ser encarcelados entre 1 y 6 años.
La huelga ferroviaria y el reguero de luchas que se abrió a partir de la misma fue el primer cimbronazo de la dictadura y puso en jaque sus planes. La empresa comentaba que “el gremio no ejercía control sobre la protesta y que no había formas para canalizar las negociaciones”. El gobierno milita comunicaba “son las jornadas más difíciles desde el inicio del gobierno”. La prensa publicaba que “el conflicto perturbó el orden público y tiene consecuencias imprevisibles”, “El mayor reto a Videla”.
Reguero de luchas obreras
La huelga ferroviaria conmovió a la opinión pública y despertó una ola de luchas obreras. Ya había sucedido una ola de protestas con actos de sabotaje o paros repentinos a fines de 1976 y sobre todo en la industria automotriz. Pero esta nueva oleada de octubre/noviembre de 1977 fue más profunda y generalizada. Algunos autores estiman que pararon, protestaron, trabajaron a destajo o sabotearon cerca de un millón de trabajadores. Con los antecedentes de la huelga de la IKA/Renault en Córdoba y la cerámica Lozadur en la zona norte del Gran Buenos Aires, estalla la huelga ferroviaria y abre la lucha de un gigantesco torrente: Luz y Fuerza (Segba); portuarios (Metropolitano, Rosario); telefónicos (Encotel); neumático (Good Year); automotrices (Renault, Ford, Peugeot, Mercedes Benz, General Motors, Fiat, etc.); petroleros y petroquímicos (Ensenada, Bahía Blanca, Cuyo, Shell, Capital, La Plata, Comodoro); frigoríficos (CAP, Wilson); metalúrgicos (Acindar, Cantábrica); obreros rurales (70 seccionales); sanidad (Bs. As.); hipódromo; aeronáuticos (renuncia de pilotos); correo (Bs. As., Rosario, Mar del Plata, Mendoza); textil (Alpargatas, Alpesa); bebidas (Coca Cola, planta Sáenz Briones); no docentes de la UBA; Mercado de Hacienda; recolectores de Rosario; colectivos (capital y Buenos Aires); bancarios (Nación, Crédito Argentino); Agua y energía (Rosario); gráficos (Editorial Caillé y Vola); entre otros.
Reflexiones finales
Esta oleada tiene como antecedente cercano la formación de las Madres de Plaza de Mayo en abril de 1977 y la sucederán distintas oleadas de lucha: las movilizaciones por la paz con Chile con gran participación de la Iglesia a fines de 1978; el primer paro general del 24/04/1979; la heroica huelga del frigorífico Swift de Berisso de fines de 1979; las protestas campesinas que estallaron a principio de los 80 en Mendoza (Valle de Uco), Santa Fe (Cañada Gómez), Córdoba (Villa María), entre otras; la gigantesca marcha por “Paz y Trabajo” de 1981; y el histórico paro nacional del 30 de marzo de 1982.
Un dato curioso, por no decir intencionado, es el silencio que los historiadores oficiales y algunos “alternativos”, hacen sobre estas protestas obreras, luchas sin las cuales no podría entenderse el fin de la dictadura.
Como dicen, rescatar la verdadera historia no es una cuestión académica, sino y centralmente, la necesidad de los pueblos de conocer sus luchas pasadas, los aciertos y errores, que permitieron (y permitirán) avanzar en la pelea por sus conquistas sociales. Y en este caso para sacar lecciones sobre la heroica lucha obrera que permitió poner fin a la dictadura más sangrienta que conoció nuestro país.
También obliga a seguir exigiendo la apertura de los archivos de la dictadura, que como se refleja en este caso, existen, están y es necesario encontrarlos no sólo para la lucha por la verdad, sino también para la memoria y la justicia.
Volante de la agrupación 1° de Mayo investigado por la dictadura
Escribe Facundo Guerra
Hoy N° 1956 23/03/2023