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02 de agosto de 2023

Sacan estatua del genocida del Centro Cívico de Bariloche

Reivindican a Roca para justificar el saqueo

Hace pocos días se conoció la decisión de la intendencia de la ciudad rionegrina de Bariloche de retirar el monumento a Julio Argentino Roca de su actual ubicación, en el Centro Cívico de la ciudad.

La decisión desató una ola de críticas desde sectores de la derecha tradicional, y hasta de algunos considerados “progresistas”.

Roca es el general que dirigió la tristemente célebre “campaña del desierto”, hacia fines de la década de 1870 en nuestro país, que significó un terrible genocidio de los pueblos y naciones originarias, con miles de víctimas mortales y de prisioneros esclavizados, y por la que un sector de la oligarquía ganadera bonaerense hizo una gigantesca apropiación de tierras en la Patagonia.

Macri, Milei, Pichetto, López Murphy y Espert son algunos de los que se expresaron, reivindicando al dos veces presidente de la Argentina (1880-1886 y 1898-1904). “Prócer”, “conquistador”, algunas de las cosas que se dijeron en estos días por parte de estos dirigentes de la derecha más reaccionaria.

Pero no sólo ellos. Algunos autodenominados “progresistas”, si bien critican tibiamente el genocidio originario, reivindican de Roca que “modernizó el Estado”, que “puso en marcha la Ley de Educación Pública 1420”, entre otros argumentos.

Roca, como bien analizó nuestro compañero Eugenio Gastiazoro, economista e historiador, director de nuestro semanario durante 40 años hasta su fallecimiento en noviembre pasado, fue quien lideró al sector de los grandes terratenientes ganaderos que “subordinó a los elementos más díscolos” y los condujo a un “exitoso maridaje con el capitalismo europeo. Una clase terrateniente que encontró un medio de subsistir y desarrollarse, convirtiendo al país en importante proveedor de productos agropecuarios a la vez que receptor de los adelantos técnicos y de los ‘excedentes’ de personas y de capitales generados por las transformaciones que estuvieron en la base de la llamada segunda revolución industrial”.

Terratenientes a los que Gastiazoro calificó como hijos “del latifundio que perpetuaba el atraso de la colonia”. Esta clase pudo hegemonizar el proceso de conformación de una república oligárquica. En función de la extensión y consolidación de sus privilegios, esa oligarquía operó como la principal «abre puertas» de la penetración del capital extranjero. “Así fuimos siendo incorporados a la llamada división internacional del trabajo: al sistema mundial de esclavizamiento de pueblos y naciones propio del imperialismo”, escribe Gastiazoro en el Tomo 2 de su Historia Argentina.

Y analiza también Gastiazoro las particularidades de la línea política de este sector oligárquico, que despierta tanta admiración por parte de personajes como Pichetto, Milei o Macri, pero también por parte de algunos historiadores y políticos identificados con posturas “progresistas” o falsamente nacionalistas.

“Una línea liberal aristocratizante en lo político (profundamente antidemocrática) y definidamente liberal en economía. Esto que podría parecer contradictorio, no es tal, pues sin revolución democrática (sin reparto democrático de la tierra, principalmente) el «dejar hacer, dejar pasar» (que siempre favorece al más poderoso) sólo ayuda a afianzar el predominio de los intereses latifundistas en el campo y de los capitales extranjeros sobre el conjunto de la economía nacional. Su ideología liberal -el positivismo spenceriano- provenía de su carácter proeuropeo que le permitía mantener su condición terrateniente, y no por ser «burgueses progresistas», afirma Gastiazoro.

“El mejor presidente de la historia argentina”, calificó a Roca un artículo de Mariano Caucino en Infobae, reproducido por Mauricio Macri. Así reivindica nuestra derecha más reaccionaria a los grandes terratenientes, defendiendo sus intereses de clase. Porque no se puede hablar de una “generación del 80”, como hacen los que endulzan esta república oligárquica. Sí hubo sectores de terratenientes del interior y de Buenos Aires que se ligaron a una burguesía exportadora subordinándose a los intereses del naciente sistema imperialista.

Esto ya fue denunciado por los primeros marxistas de la Argentina, que hacia 1890 señalaron la corrupción de Roca y sus sucesores, y plantearon, en un petitorio de la primer Federación Obrera de nuestro país al Congreso que son “La clase alta de los grandes hacendados del país, de los grandes propietarios del suelo que nos gobierna y domina…”.

Nuestro querido Otto Vargas, primer secretario general de nuestro Partido, rionegrino de origen, analizó en varias oportunidades algunas de las características de esta clase terrateniente. En el tomo 1 de su obra “El marxismo y la revolución argentina”, Vargas retoma la caracterización de Gastiazoro, y desarrolla cómo Roca, en su segunda presidencia, frente a una gran oleada de luchas obreras, “envió a las Cámaras dos proyectos de ley: uno implantando el estado de sitio, otro facultando al Poder Ejecutivo a expulsar del país a los “agitadores” extranjeros, la tristemente famosa ley 4.144, derogada recién en 1958, pero reemplazada desde 1962 hasta hoy por diversas leyes de migraciones. Ambos proyectos fueron aprobados en pocas horas por las Cámaras”.

Detrás de la reivindicación de Roca, como bien viene denunciando el Movimiento de Originarios en Lucha, están los sectores que pretenden avanzar en el saqueo de tierras y territorios de las comunidades en todo el país, como se ve en la reforma anticonstitucional que pretende imponer el gobierno de Jujuy, enfrentado valientemente por el pueblo de la provincia.

 

Escribe Germán Vidal

 

Hoy N° 1972  02/08/2023