Abel Otaño, “El Gordo”, fue uno de los muchos que al calor del Correntinazo de 1969 se metió de lleno en la lucha política participando de esas jornadas como estudiante de veterinaria y asiduo concurrente al comedor universitario que querían privatizar. Fue un activo miembro del Faudi y posteriormente se afilió a nuestro Partido.Recibido de veterinario se radicó en Chañar Ladeado, provincia de Santa Fe, poniendo sus conocimientos y su profesión al servicio del pueblo. Allí abrazó la causa de los pequeños y medianos productores transformándose en un importante activista de Federación Agraria Argentina, siendo al momento de su muerte director suplente de su Consejo Directivo Central. Integraba la corriente de Chacareros Federados.Abel no solo militaba en Federación Agraria, la sentía, la llevaba dentro. Y fue esa bandera la que lo cubrió en la hora final.
En todos los ambientes en que actuaba, el Gordo ganaba el cariño y la confianza merecida por sus cualidades personales: siempre pensando “en los otros”; jamás buscando una ventaja personal ni el rédito material. Como destacó su compañero de siempre, “el Vasco” Paillole, en el cementerio: “era ante todo un luchador consecuente e incansable” que ya muy enfermo participó activamente y disfrutó de la inmensa lucha agraria aun en curso que lo estimulaba a seguir la pelea por su vida.
Abel nos dejó este último 27 de junio. Una multitud acongojada del pueblo y pueblos vecinos, que incluyó viejos amigos de su época estudiantil lo despidieron y se vivieron momentos de emoción y dolor. Familiares y amigos saludaron a Abel y uno de sus amigos de la juventud, el Vasco “Palloile”, también dirigente de Federación Agraria dijo unas palabras a los presentes: “Soñamos que había un camino, leíamos a Machado que decía que los caminos se hacen cuando empieza a transitar mucha gente para el mismo lado, hoy la muerte del Gordo se da en un momento en el que mucha gente está caminando para el mismo lado.
“Hay muertes y muertes, pero cuando se muere alguien que luchó por los demás nos remueve lo más profundo de nuestros sentimientos, sus familiares sienten un gran dolor, pero también la sensación de saber que han tenido un gran compañero y un gran padre. Hasta la victoria siempre”, finalizó.
Es cierto que no lo veremos más, pero es seguro que no lo olvidaremos nunca. Estará presente, con nosotros, en cada lucha del pueblo hasta el triunfo final. Y la tristeza por su muerte estará siempre acompañada de una profunda sensación de vida y de alegría que era lo que él nos transmitía.
Desde estas páginas que él leía entusiasta todas las semanas, acompañamos en el dolor a Marta, su compañera de toda la vida, y sus hijos Meli y Federico.
02 de octubre de 2010