Perder la noción del tiempo suele pasar, y parece que fue ayer cuando nos llegó la terrible noticia de tu fallecimiento, el 20 de octubre del año pasado. No pudimos más de dolor, de angustia, de bronca y tristeza y todos estos sentimientos todos juntos a la vez. Dejaste un vacío enorme, imposible de llenarlo, con nada, con nadie. Sin dudas, una mujer irreemplazable.
Keiko, fuiste una comunista revolucionaria hasta tus últimos días, aun con tus problemas de salud, siempre presente y ayudando en lo que se requería .
Keiko fue miembro del zonal de La Plata – Berisso – Ensenada, fue parte de la Comisión Organizadora de los ENM e integrante de la Comisión Nacional de Mujeres de nuestro Partido.
Ardua defensora de los Encuentros, espacio que supimos construir defendiendo el carácter, los pilares y su continuidad.
Fue una comunista al servicio de su Partido, que abrazó con todo su corazón. Fue una camarada que luchó para que los “nadies” fuesen protagonistas.
Acompañó diariamente a Clelia Iscaro, nuestra Carmela, en el último periodo. Siempre poniéndose a disposición de lo que fuera necesario, con una profunda dedicación y respeto.
Luchadora incansable contra la injusticia, contra la opresión y por construir una sociedad más justa para todos.
Camarada entrañable, siempre te recordaremos con la amplia sonrisa en tu cara. Te recordamos en cada lucha, en cada corte de ruta, en cada asamblea en una fábrica, en una escuela o en un aula en la universidad.
Una vez me dijiste que tu trabajo era invisible. Y creo que todo lo que hiciste, lo que luchaste, lo que diste, no fue nada invisible. Este poema de Eduardo Galeano (El libro de los abrazos) refleja lo que seguís siendo para muchas y muchos… y sin dudas sos el último fuego, el que arde la vida con tantas ganas.
Un mar de fueguitos
Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, / pudo subir al alto cielo. / Y a la vuelta, contó. / Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. / Y dijo que somos un mar de fueguitos. / El mundo es eso reveló. / Un montón de gente, un mar de fueguitos. / Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. / No hay dos fuegos iguales. / Hay fuegos grandes y fuegos chicos / y fuegos de todos los colores. / Hay gente de fuego sereno que ni se entera del viento, / y gente de fuego loco que llena el aire de chispas. / Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; / pero otros, otros arden la vida con tantas ganas / que no se puede mirarlos sin parpadear, / y quien se acerca, se enciende.
“Por la alegría hemos vivido. Por la alegría hemos ido al combate y por la alegría morimos. Que la tristeza jamás sea unida a nuestro nombre”. ¡Querida Keiko, hasta la victoria siempre!
Escribe María Rosario
Hoy N° 1984 25/10/2023