El 2 de Abril, Javier Milei encabezó el acto del gobierno por el aniversario de la Guerra de Malvinas. Con el cinismo que lo caracteriza, el mismo que declaró abiertamente su admiración por la Thatcher, y que con su política avanza en una desmalvinización peligrosa y entreguista, habló de “rendir homenaje a nuestros héroes” y del “reclamo inclaudicable por la soberanía Argentina sobre las Malvinas, Georgia del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes”.
Cumplidas las formalidades, Milei se dedicó a reivindicar al general Julio Argentino Roca “su gran inspiración”, “el padre de la Argentina moderna”, y llamó a una etapa de “reconciliación con las Fuerzas Armadas”.
Es coherente Milei, reivindica a un general que fue la expresión del sector oligárquico que consolidó la apropiación latifundista del suelo y profundizó su relación con el capitalismo europeo en proceso de convertirse en imperialismo, como inversor de sus capitales y gran demandante de alimentos y materias primas.
Milei no nombró en su discurso a los colonialistas ingleses, y en una absoluta falta de respeto hacia nuestros caídos en Malvinas, usó el Cenotafio como tribuna electoral cerrando el acto con su consabido “Viva la libertad, carajo”. Dos días después corría a Tierra del Fuego detrás de la generala estadounidense Richardson, comandante jefa del Comando Sur de Estados Unidos, para asegurarle “una base naval integrada” en Ushuaia.
Genocidio y robo de tierras
Luego de la infame guerra contra el Paraguay este sector de las clases dominantes ante los que se arrodilla Milei, con Roca a la cabeza, puso proa “hacia el más grande genocidio desde la conquista española, perpetrado ahora por la oligarquía argentina encabezada por el General Roca que, apropiándose de la bandera originalmente creada por Belgrano para unir a todos los pueblos de este país, la usó para someter a los pueblos originarios de la región pampeana y patagónica en la mal llamada “conquista del desierto”, e inmediatamente después contra los del Chaco, para ampliar así el latifundio en millones de hectáreas”, como dice el Programa del PCR.
Esa “Argentina moderna” que reivindica Milei, está basada en ese gran genocidio sobre pueblos y naciones originarias con el objetivo de apropiarse de una inmensa cantidad de tierras públicas. Desde el fin de la colonia, los pueblos originarios, en particular los mapuches, defendieron sus territorios y su independencia por varias décadas. Recién a fines de la década de 1870, con Roca al frente, la oligarquía triunfante encaró la nefasta “Campaña del desierto”. El propio Roca, a partir de la Ley 947 del 5 de octubre de 1978, encabezó la recolección de fondos para proveer al ejército, con la venta anticipada de veinte, cincuenta, cien (equivalentes a 250 hectáreas) o doscientas leguas a las principales fortunas. Con esta “venta anticipada”, la oligarquía se repartió 13.700.000 hectáreas “de los mejores campos”, como dijo Julio Notta (Crisis y solución del comercio exterior argentino, Problemas nacionales, Buenos Aires, 1962).
La Prensa, expresando a este sector oligárquico con el que sueña Milei y este gobierno, decía en 1878 “La conquista es santa; porque el conquistador es el Bien y el conquistado el Mal. Siendo Santa la conquista de la pampa, carguémosle a ella los gastos que demanda, ejercitando el derecho legítimo del conquistador”, y destacaba que entre “los hacendados y comerciantes más distinguidos… El gobierno nacional ha vendido al señor Martínez de Hoz mil leguas (2.500.000 hectáreas) de la tierra que va a conquistarse, una vez trasladada la línea de frontera (La Prensa, 16/10/1878, en Manuel Fernández López: Los nuevos dueños del desierto, Centro Editor de América Latina, 1971).
Al contrario de la visión idílica que quiere imponer este gobierno de cómo era la Argentina luego de 1880, lejos de ser la principal potencia del mundo, la modernización que se forjó a partir de la unificación del territorio con la hegemonía oligárquica se hizo en función de los intereses latifundistas y del naciente imperialismo, y a costa de la superexplotación de “centenares de miles de nativos e inmigrantes que esquilaban o cuereaban los animales, fecundaban los campos con trigo y maíz y tendían kilómetro tras kilómetro de vías férreas”, como escribió nuestro camarada Eugenio Gastiazoro.
En esa Argentina se desarrollaron, enfrentando a estos gobiernos oligárquicos, en la misma década de 1880 sindicatos y organizaciones obreras socialistas y anarquistas, así como expresiones de sectores de pequeña burguesía democrática que fueron parte de la “Revolución del 90” que dio surgimiento al radicalismo. Esto en medio de las primeras expresiones de crisis económica que el “modelo oligárquico” llevaba consigo.
En esos años, a partir de la unificación oligárquica, como plantea el Programa de nuestro Partido: “Globalmente avanza la opresión imperialista sobre nuestro país, predominando en ese período la hegemonía del imperialismo inglés. Se mantiene el latifundio de origen feudal en el campo, con el consiguiente retraso en el desarrollo de relaciones capitalistas de producción y la permanencia y recreación de relaciones semifeudales; y la Argentina se convierte en un país dependiente, parte del conjunto de países coloniales, semicoloniales y dependientes oprimidos por los países imperialistas.
“Como dice Lenin ‘envuelto en las redes de la dependencia financiera y diplomática’. Así se interrelacionaron la contradicción entre el pueblo y los terratenientes y la burguesía intermediaria y la contradicción entre el imperialismo y la Nación Argentina. Así se interrelacionaron también las dos grandes tareas de la revolución argentina: la tarea democrática y la tarea antiimperialista. Así también se interrelacionan, desde 1890, aunque marchando a veces por carriles separados, el movimiento democrático y el movimiento nacional. Separación que no sólo ha afectado globalmente al movimiento liberador, sino que incluso ha dividido, durante décadas, al movimiento obrero”.
¿Las Fuerzas Armadas de San Martín o las del genocida Roca?
Milei reivindica al ejército del general Roca, que se constituyó en un ejército conquistador, en las antípodas de los ejércitos de Belgrano, San Martín o Güemes, etc., que fueron ejércitos libertadores.
El ejército de Roca tiene sus antecedentes en los que ahogaron las expresiones más avanzadas que surgieron con la Revolución de Mayo, y un hilo de continuidad con todos los proyectos represores que a lo largo del siglo 20 se expresaron en masacre obreras, represiones, exilios y golpes de Estado, hasta el golpe genocida del 76.
Belgrano, San Martín, Güemes y Artigas, entre otros, concibieron sus ejércitos para la independencia y la libertad. El de Belgrano y Castelli tenía un proyecto liberador de los españoles que incluía a los pueblos originarios; el de San Martín, que frente al desafío del cruce de Los Andes, no sólo se reunió con las naciones originarias para coordinar su paso, sino que proclamó “La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetillas que nos trabajan nuestras mujeres, y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada”. El de Güemes, quien liberó a los paisanos de la opresión de los terratenientes feudales al otorgarles los fueros militares que los volvieron libres y por ello nutrieron la heroica caballería gaucha.
Así como hay una relación entre Roca, el admirado por Milei, y Videla, al que visitaba la vicepresidenta Villarruel, están las fuerzas militares que libraron la guerra por nuestra independencia en el siglo 19, en la que muchos combatientes de Malvinas se referencian, y a los que hipócritamente homenajeó Milei este 2 de Abril.
No hay reconciliación posible con los genocidas. Como lo demostró la masiva jornada del 24 de Marzo este año, la pelea por memoria, verdad y justicia caló hondo en las mayorías populares, que mostraron las reservas democráticas ante los avances reaccionarios y negacionistas.
Este gobierno, con su política de hambre, despidos, entrega de la soberanía y represión pretende llevarnos a esa Argentina oligárquica de comienzos del siglo 20. En ese sentido Milei defiende la concepción de Juan Bautista Alberdi, de que “una vez elegido, sea quien fuere el desgraciado a quien el voto del país coloque en la silla difícil de la Presidencia, se le debe respetar con la obstinación ciega de la honradez”.
Nosotros peleamos por la más amplia unidad de los sectores populares para torcerle el brazo a esta política, en camino a lograr otra política y otro gobierno, porque como Leandro N. Alem entendemos que si el presidente “olvida que se debe al pueblo y no respeta derechos ni constituciones, el pueblo tiene la obligación de recordarle los deberes de la altura, e imponerle su soberanía, si no por la razón, ¡por la fuerza!”.
Escribe Germán Vidal
Hoy N° 2005 10/04/2024