Llegamos a este Primero de Mayo con un gobierno reaccionario y entreguista en nuestro país, que pretende hacer retroceder los derechos laborales a la situación de hace más de un siglo. Seremos miles los que saldremos a las calles a enfrentar esta política, y lo haremos junto a las y los millones que en todo el mundo reclamarán por sus derechos, en medio de las crecientes nubes de guerra entre las grandes potencias imperialistas, que sólo traerán sufrimientos a los pueblos del mundo.
En momentos en que el gobierno de Milei busca cercenar los derechos y conquistas de las y los trabajadores que tantas luchas y tanta sangre han costado en nuestra patria, es bueno reivindicar los orígenes del Primero de Mayo, porque las nuevas generaciones nos nutrimos de las experiencias de lucha de nuestros antecesores, en la larga lucha por la liberación nacional y social.
Hace 138 años, en 1886, el 1 de mayo comenzaba una gran huelga general en Estados Unidos, que paralizó centenares de fábricas y en la que hubo gigantescas movilizaciones que muchas veces terminaron en enfrentamientos con la policía y los guardias de seguridad privados al servicio de las patronales. De esos días es un volante que explicaba el reclamo central: “ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana”.
Los mártires de Chicago
La lucha por la jornada de 8 horas había sido tomada ya como bandera política en 1866, por los obreros en ambas márgenes del Océano Atlántico. Carlos Marx impulsó este punto en congresos obreros en Europa y en Estados Unidos.
El 3 de mayo de 1886, 48 horas después de comenzada la huelga, comenzó la sangrienta represión de las clases dominantes yanquis, que alcanzó su mayor barbarie en la ciudad de Chicago. La policía cargó sobre los manifestantes, que respondieron con la organización y los elementos que tenían para ese tipo de movilizaciones, desatándose una batalla con muchos muertos por ambas partes. El 4 de mayo de 1886, el gobierno yanqui montó una provocación con el estallido de una bomba entre las filas policiales, y a partir de este hecho declaró el Estado de Sitio, allanando domicilios y deteniendo a centenares de trabajadores, a los que sometió a juicios fraguados.
Cinco de esos dirigentes fueron condenados a morir ahorcados el 11 de noviembre de 1887: Adolfo Fischer, George Engels, Albert Parsons, Augusto Spies y Louis Lingg. Este último se suicidó la mañana del día de la ejecución. Ellos pasaron a la historia como “Los mártires de Chicago”, que murieron proclamando su convicción en la victoria definitiva de la clase obrera.
Una jornada internacional
A los pocos meses de la muerte de los mártires de Chicago, el Congreso de la Federación Americana del Trabajo (Estados Unidos) decidió organizar una manifestación en todo el país, el 1º de mayo de 1890. Federico Engels, que a la muerte de Marx en 1883 había quedado al frente de los que sostenían los principios revolucionarios del marxismo, tomó esta propuesta y la llevó al Congreso de la Internacional de París en 1889, en el que se creó, con delegaciones de partidos socialistas de Europa y de América, la llamada Segunda Internacional.
Engels propuso que el 1 de mayo del año siguiente, 1890 se realizara una jornada internacional, con manifestaciones en todos los países a la vez, con el reclamo principal de la jornada laboral de ocho horas. Se eligió esa fecha en homenaje a los dirigentes obreros que fueron sentenciados a muerte, los “mártires de Chicago”.
La lucha por la jornada legal de 8 horas, que era una lucha política porque enfrentaba el poder de las clases dominantes, unió a los trabajadores de América y Europa. Por eso Engels pudo escribir el 1º de mayo de 1890, que “hoy el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por primera vez en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada legal de ocho horas… El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!” (Prefacio a la edición de 1890 del Manifiesto del Partido Comunista, de Carlos Marx y Federico Engels).
Así, desde 1890, el 1º de Mayo es el Día Internacional de los Trabajadores, una jornada de unidad y de lucha. Es el día en que la clase obrera de todos los países del mundo pasa revista a sus fuerzas y renueva su compromiso de lucha por la emancipación, hasta poner fin a la explotación del hombre por el hombre. Una jornada en la que la clase obrera no ha dejado de luchar, ni aún en las condiciones del nazismo más bestial, como lo recordó el comunista Julius Fucik desde las cáceles de la Gestapo.
Porque mal que les pese a todos los que teorizaron sobre la desaparición de la clase obrera, es la clase, con todos sus componentes: ocupados, desocupados y jubilados, que puede dirigir el camino revolucionario para acabar con el latifundio y la dependencia en nuestra patria.
El Primero de Mayo en la Argentina
Recuerda el Programa de nuestro PCR: “Al calor de importantes movimientos huelguísticos de ferroviarios, albañiles, carpinteros, panaderos, modistas, domésticas, etc., el 1º de Mayo de 1890 se conmemoró en la Argentina, junto a los trabajadores de todo el mundo, con actos en Buenos Aires, Rosario, Chivilcoy y Bahía Blanca en los que participaron más de tres mil personas. Los oradores hicieron sus discursos en castellano, italiano, francés y alemán: ésta era la realidad del movimiento obrero por entonces”.
Imponer la jornada legal de 8 horas, así como el reconocimiento de las organizaciones sindicales, cooperativas, etc., y el derecho a la actividad política de los obreros, costó años de esfuerzos y mucha sangre a los trabajadores de todos los países del mundo.
En esa lucha, también el proletariado argentino aportó con su esfuerzo y su cuota de sangre durante décadas en que sus demandas a los capitalistas, a los terratenientes y al Estado les fueron negadas, sus organizaciones perseguidas, sus manifestaciones reprimidas, su actividad política proscripta.
Sin embargo, venciendo todas las dificultades, el Primero de Mayo fue desde 1890 también en nuestro país una jornada de lucha, en la legalidad o en la clandestinidad, incluso en debate con los sectores que quisieron transformarlo en una “Fiesta del Trabajo”.
Así logró avanzar el proletariado en todo el mundo, dirigiendo grandes revoluciones en el siglo 20, revoluciones como la rusa y la china, que mostraron la posibilidad de una nueva sociedad, con las y los trabajadores en el poder decidiendo, como diría Lenin, qué se produce, cómo se produce y cómo se distribuye lo que se produce.
Con las derrotas del proletariado y la restauración del capitalismo en los ex países socialistas, principalmente primero en Rusia en 1957 y después en China en 1978, se desató una reacción contra el proletariado en todos los países del mundo. En nuestro país, eso coincidió con el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 que, asesinó y secuestró 30 mil compañeras y compañeros, se apropió de centenares de niños, encarceló a miles y barrió muchas de las conquistas del movimiento obrero argentino arrancadas y mantenidas durante casi un siglo de lucha.
Este 1° de Mayo
Este Primero de Mayo nos movilizaremos en todo el país, en una jornada de lucha convocada por el conjunto de las centrales obreras. Seremos miles en las calles para plantar bandera contra esta política de hambre, represión y entrega nacional, en un nuevo paso unitario hacia el paro nacional del 9 de mayo, en camino a un paro activo multisectorial que le tuerza el brazo a esta política.
Seremos parte de ese torrente internacional de la clase obrera que reivindicará sus derechos, y denunciará los crímenes de guerra de las grandes potencias, como el genocidio palestino, la invasión imperialista rusa a Ucrania, y el crecimiento del armamentismo por parte de las grandes potencias imperialistas, en una despiadada lucha por la hegemonía que nos acerca cada día más a la posibilidad de una nueva guerra mundial.
Seremos parte de las trabajadoras y trabajadores de nuestro continente que seguimos trabajando por la unidad latinoamericana, para liberarnos del yugo de todas las potencias imperialistas, y por un camino revolucionario que termine con las lacras del latifundio terrateniente y la dependencia.
Así abriremos paso a una sociedad en la que las y los trabajadores dirijan al conjunto de los sectores populares en la construcción de una sociedad que resuelva la comida, el trabajo, la salud, la educación, el techo, la tierra, la soberanía y todos los derechos a todas y todos los que habitan nuestro suelo.
Hoy N° 2007 24/04/2024