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24 de julio de 2024

Defender el desarrollo científico y tecnológico argentino

Tecnología, inteligencia artificial, independencia nacional y revolución

Tecnología proviene de dos palabras griegas: techne que quiere decir arte y habilidad aplicada y logos que quiere decir conocimiento. Se la define como un complejo de conocimientos, métodos y materiales usados para hacer una cierta clase de técnica para la producción y comercialización de bienes y servicios.

Pero ¿La tecnología sólo reside en la maquinaria? ¿o principalmente en el ser humano, sus conocimientos y aptitudes? ¿Sirve el mejor instrumento sin el ser humano capaz de diseñarlo, construirlo y manejarlo?

¿La tecnología nos independizará y producirá el desarrollo argentino o será necesario que la clase obrera y el pueblo impongan un nuevo Estado de democracia grande dónde decidan qué se produce, cómo se produce y cómo se distribuye lo que se logre con las maquinarias y procesos (de los cuales es parte la Inteligencia Artificial)?

 

El elemento principal de las fuerzas productivas

Las fuerzas productivas están compuestas por los medios de producción (las máquinas o instrumentos de distinta complejidad) y los seres humanos que trabajan, en ellos y con ellos, actuando sobre el objeto de trabajo. Escribe Marx en El Capital: “He aquí los elementos simples en que se descompone el proceso de trabajo: 1) actividad personal del hombre, o trabajo propiamente dicho 2) objeto de trabajo 3) medio por el cual actúa… el medio de trabajo es una cosa o un conjunto de ellas, que el hombre interpone entre él y el objeto de su trabajo como conductores de su acción… Así convierte cosas exteriores en órganos de su propia actividad, que suma a los suyos de manera de prolongar, a despecho de la Biblia, su naturaleza natural”.

Medio de trabajo es la herramienta de piedra tallada, la rueda, el fuego hasta la más compleja maquinaria, instrumento, inteligencia artificial, hardware y software actuales, etc. Y agrega Marx: “La máquina no desplaza, como veíamos, a la herramienta. Ésta, creciendo y multiplicándose, se convierte de instrumento diminuto del organismo humano en instrumento de un mecanismo creado por el hombre. En vez de hacer trabajar al obrero con su herramienta, el capital le hace trabajar ahora con una máquina que maneja ella misma su instrumental. Por tanto, a primera vista es evidente que la gran industria, incorporando al proceso de producción las enormes fuerzas de la naturaleza y las ciencias naturales, tiene que reforzar extraordinariamente la productividad del trabajo. Lo que ya no es tan evidente, ni mucho menos, es que esta fuerza productiva reforzada, se logra a costa de una intensificación redoblada de trabajo por la otra parte. La maquinaria, como todo lo que forma parte del capital constante, no crea valor, se limita a transferir el valor que ella encierra al producto que contribuye a fabricar”.

Es el trabajador el que crea valor, con su fuerza de trabajo, actuando sobre el objeto de trabajo usando herramientas, maquinas, sistemas automáticos, robots, hardware y software. Es el elemento principal de las fuerzas productivas.

Nos dicen que los avances tecnológicos harán totalmente reemplazable al humano que trabaja, que será superfluo. Y no es que piensen en sacar al trabajador del trabajo embrutecedor para permitirle acrecentar su creatividad. Piensan en aumentar las ganancias del capital, prescindiendo del trabajador. Como el obrero resiste la explotación a la que lo fuerza la máquina, Henry Ford se preguntaba: “¿Por qué cuando busco un obrero encuentro un hombre” (que resiste)?

Concluye Marx que se le paga al trabajador lo necesario para mantener y reproducir la fuerza de trabajo. Del trabajo diario del obrero, una parte es el trabajo necesario para lo anterior. El resto es el trabajo excedente que, restando los gastos en materias primas, funcionamiento y reposición de la maquinaria, es plusvalía. Cuanto menos se pague por la fuerza de trabajo y mayor sea su productividad, más ganancias tendrá el empresario. Las maquinarias y medios de producción aumentan la productividad.

En el mundo se intenta disminuir el pago de lo necesario para la subsistencia del trabajador recortando derechos adquiridos con décadas de lucha y aumentar la productividad del trabajo excedente. El sueño máximo de los burgueses imperialistas actuales es que máquinas, inteligencia artificial y robots reemplacen a ese humano que siempre se rebela y exige lo justo. Pero eso sólo logrará más miseria.

La superexplotación se agrava en países como el nuestro: dependiente, oprimido y disputado por varias potencias imperialistas, con una parte de su territorio ocupado por el imperialismo inglés. Predominan relaciones capitalistas de producción que han sido históricamente deformadas y trabadas por la dominación imperialista y el mantenimiento del latifundio de origen precapitalista. Más del 70% de la población es pobre, lo que significa que reciben salarios inferiores al nivel de subsistencia. A la superexplotación obrera se suma la de Argentina como país. El RIGI de Milei-Villarruel es expresión de eso. Es falso que el problema argentino sea la disminución de la productividad del trabajo y que mayor producción derramará riqueza sobre el pueblo. El problema es que, por la renta latifundista, la sobrefacturación de importaciones de insumos de filiales de monopolios imperialistas desde sus casas matrices, la subfacturación de exportaciones (contrabando), etc., se desangra al país por valores de entre 50.000 y 100.000 millones de dólares al año. Más la deuda externa. ¡Hay dólares!

Un cambio revolucionario posibilitará el desarrollo científico y tecnológico y no al revés. Debemos proteger y defender el desarrollo científico y tecnológico argentino fruto de años de lucha, no de evolución natural y tranquila, en camino hacia la revolución necesaria.

Escribe José Vínsus

hoy N° 2019 24/07/2024