El gobierno ya anunció, al unísono del discurso de Milei en Davos, que en marzo propondrá derogar la figura del femicidio del Código Penal. Esto trae gravosas consecuencias, y en varios aspectos.
La consecuencia inmediata es que, de lograr dicha derogación en el Congreso, los femicidas que fueron condenados desde el 2012 (año en que se incorporó la figura al Código Penal luego de una larga lucha del movimiento de mujeres) a prisión perpetua tendrán derecho a la aplicación de la ley más benigna, que por ser más benigna es retroactiva conforme la normativa constitucional.
Los jueces deberán readecuar las penas de dichos condenados fijando nuevas, que pueden ir de 8 a 25 años (habrá que ver quienes ya quedarán en libertad, desde ya).
No conocemos cual es la propuesta concreta, pero la figura del femicidio se incorporó mediante la Ley 26.791, que no solo plantea la pena de prisión perpetua para el varón que mata a una mujer mediando violencia de género, sino que también incorporó como agravante del homicidio para el que solo corresponde aplicar prisión perpetua en los siguientes casos:
1) Si se mata a la persona con quien mantiene o se ha mantenido una relación de pareja, mediare o no convivencia y 2) si dicho crimen es por placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión.
Habrá que ver cuál es el alcance del proyecto de derogación, para saber las consecuencias que tendrá respecto de todas las condenas ya establecidas a cada uno de los femicidas. Tal vez otros agravantes por los que se condenó al femicida (como en el caso del femicidio de Camila Peñalva, donde uno de los agravantes incluyó el uso de veneno) deje en pie la prisión perpetua, pero ello dependerá de cada condena, cada agravante aplicado y el alcance de la derogación que pretende el gobierno misógino de Milei.
Otra de las consecuencias
La otra consecuencia es gravísima, y tiene que ver con empoderar a los violentos machistas. Y es aquí donde la misoginia (el odio a las mujeres) sale a la luz. La lucha por incorporar la figura del femicidio al Código Penal tuvo que ver con castigar la violencia de género que en 2025 se cobra la vida de una mujer por día por el hecho de ser mujer. En esta sociedad patriarcal las mujeres somos consideradas objetos, de las que se puede disponer para perpetrar una violación -entre tantas otras cosas- y somos consideradas propiedad del violento. Tanto, que los femicidas han asesinado a las mujeres como único camino para garantizar esa propiedad (“la maté porque era mía”, como escribió Eduardo Galeano).
Las mujeres somos una mayoría (mitad de la población) que estamos destinadas a las tareas domésticas y de cuidado, que sufrimos en esta sociedad la brecha salarial, cobrando un 27% menos que los hombres en nuestro país en 2024 por las mismas tareas, que sufrimos diversos tipos de violencia por ser mujeres (psicológica, física, sexual, económica, simbólica, política). Resulta imposible revisar la historia de una mujer que no haya sufrido algún tipo de violencia por ser mujer, y ello tiene que ver con las relaciones de opresión en nuestra sociedad.
Negar esta opresión, esta desigualdad, empodera a los machistas que discriminan y dañan a las mujeres solo por ser mujeres.
Si con todo lo que hemos avanzado en lo que hace a la protección de las mujeres (como lograr medidas cautelares sin que debamos probar la violencia, solo relatándola) el resultado sigue siendo una mujer asesinada por día en 2025, imaginemos cual va a ser la consecuencia al desatar, naturalizar y legitimar los odios, la discriminación, la desigualdad y la misoginia. Ya estamos viviendo estas consecuencias con los lesbicidios y con los mayores números de femicidios en 2025.
Las mujeres tenemos mucho que perder con este fascismo al que debemos enfrentar en forma unitaria con las diversidades que sostienen su orgullo, con las siempre víctimas del racismo, con las comunidades originarias… con quienes -y que nos incluye desde ya- pertenecemos al campo popular, progresista y de izquierda que hoy es señalado como “zurdo”. Debemos trabajar desde el movimiento de mujeres para ampliar el frente antifascista que hoy divide aguas en la Argentina, y de cuyo resultado depende nuestra vida en el amplio y literal sentido de la palabra.
Escribe Mariana Vargas
hoy N° 2045 05/02/2025