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08 de febrero de 2025

50 años de trayectoria de Peteco Carabajal

Peteco Carabajal ha celebrado sus cincuenta años de trayectoria artística en la Quinta Luna del Festival Nacional de Folclore de Cosquín.

Compositor, autor, cantante y multi instrumentista, es, sin lugar a dudas, uno de los máximos referentes de la música folclórica argentina cuya huella creadora, que trasciende las fronteras de la Argentina, es a un tiempo genuina, tradicional y moderna.

El apellido Carabajal, faro y símbolo cabal de chacarera y cultura santiagueña, es una señal ineludible en la historia musical de nuestro país.

Peteco supo abrevar en esa fuente y en esas raíces pero no para otorgarle una impronta conservadora a su poética, sino para ser un músico y un poeta popular de su tiempo, y esto va mucho más allá de incorporar una batería, cuerdas de nylon, cadencias inesperadas o distorsión en la guitarra eléctrica, sino que es una toma de posición que, partiendo de la esencia, se moderniza en su narrativa.

La banda que lo respaldó estuvo integrada por diez músicos, entre ellos Raly Barrionuevo y miembros de su propia familia: Roxana, Roberto, Demi y sus hijos Martina y Homero. Las bellas y estilizadas coreografías estuvieron a cargo de Juan, Koki y Pajarín Saavedra, en tanto que un artista visual pintaba una obra mientras transcurría el espectáculo.

Peteco maneja los tiempos y los climas con destreza y experiencia.

Es decidor. A veces plantea literalmente su posición. Otras veces lo manifiesta a través del símbolo o de la metáfora.

Precisamente, en tiempos en que desde el gobierno nacional se entronizan el individualismo y el mercantilismo que todo lo compra y todo lo vende, Peteco envía un mensaje colectivo, cultural y potente con el magnífico ingreso a escena de cincuenta bombos del Patio del Indio Froilán y del Instituto Vitillo Ábalos de Río Cuarto, encabezados por el propio Indio Froilán González y su compañera Tere Castronuovo.
Esta escena de masas, solemne y vigorosa, fue una verdadera alegoría de la multitudinaria Marcha de los Bombos que se realiza anualmente en Santiago del Estero y de la que Peteco es padrino.

El fervor fue cobrando intensidad con las zambas, las chacareras y el canto compartido con el público, hasta que llegó otro momento muy particular por lo profundo (y por los guiños metafóricos a que nos acostumbra Peteco): él, solo en el escenario en su rol de violinisto, tocando una especie de letanía con escalas y giros típicamente árabes. El tiempo, entonces, pareció detenerse y flotar con el bello y rústico sonido del violín del monte. En sutil transición, y ya con la más habitual y conocida escala diatónica, Peteco pasó a tocar una melodía de lirismo cuasi piazzolleano que desembocó en la poderosa chacarera “Desde el Puente Carretero”, a la que siguió “Entre a mi pago sin golpear”, uno de cuyos versos dice:
“Es oro la amistad que no se compra ni vende”.

En definitiva, Peteco.
Un artista enorme.
Un merecido reconocimiento.
Y un orgullo contar con él en las filas de la cultura popular y nacional.

Escribe Hugo Ponce