Ya en abril Milei acudió de apuro al FMI por un nuevo megapréstamo, cuando se precipitaba una corrida cambiaria y el Banco Central (BCRA) vendía dólares a un ritmo insostenible. Como parte del acuerdo, tuvo que ceder su “tablita cambiaria” (devaluación al 2% y luego al 1% mensual), que ya se evidenciaba agotada, y con salto devaluatorio de por medio, debutó un nuevo esquema de flotación del dólar entre bandas (arrancaron entre $1.000 y $1.400 y se amplían al 1% mensual). En otro de sus delirantes pronósticos, Milei aseguraba que el dólar iba a caer al piso inferior de la banda.
Durante el período de mayor liquidación de divisas del agro, el BCRA no compró dólares. Procuró mantener un dólar “barato” -interviniendo fuertemente también en el mercado futuro-, que además de preservar las ganancias de la bicicleta financiera, ha contribuido a contener la inflación (que de todos modos es superior a la que mide el Indec), junto con la apertura importadora y la caída del consumo masivo.
No obstante, desde principios de julio reapareció una mayor presión sobre el tipo de cambio, que amenazó con tocar el techo de la banda. Salió mal el desarme de las LEFI (Letras Fiscales de Liquidez), la deuda en pesos para regular la cantidad de dinero en circulación que administraba el BCRA. Se volcó así una gigantesca masa de pesos al mercado, que el gobierno pretendió -sin éxito- canalizar hacia deuda del Tesoro.
El BCRA respondió con una fuerte suba de encajes bancarios (parte de los depósitos de los bancos inmovilizados en el BCRA), hasta un nivel máximo desde 2019 y el segundo más elevado desde la convertibilidad, para absorber pesos de la economía. Como esto limita los fondos prestables de los bancos, las tasas de interés reales escalaron hasta niveles altísimos, encareciendo notablemente el crédito.
Por otro lado, el Tesoro viene ofreciendo rendimientos cada vez más astronómicos para sus colocaciones de deuda en pesos.
Pero no fue suficiente. Hace unos días, el gobierno blanqueó lo que ya venía haciendo por lo bajo: que el Tesoro iba a intervenir en el mercado oficial del dólar. Sólo en la última semana habría vendido más de 500 millones (M) de dólares. Un mes atrás, Milei y su equipo económico gritaban insanamente en el programa de un conocido mercenario “el dólar flota”. Con todo esto, el gobierno trata de aguantar la cotización del billete verde hasta las elecciones, para evitar que se dispare la inflación.
Como explicamos en una nota anterior, esta política económica que promueve la bicicleta financiera y la apertura de las importaciones y de los flujos de capital especulativos, junto con una gran apreciación cambiaria (abaratamiento relativo del dólar), provocó un rápido deterioro de las cuentas externas, que se combina con un cronograma de vencimientos de deuda imposible de afrontar. Esto se encuentra en el trasfondo de la creciente incertidumbre económica que manifiestan amplios sectores del establishment -por más que Milei trate de atribuirlo a “ruidos electorales”- y tiene su repercusión más inmediata en las presiones sobre el tipo de cambio, cuyo nivel actual resulta cada vez más insostenible en el tiempo.
La compra de dólares igualó el monto de lo que ya prestó el FMI
Sólo en julio, la “compra neta de billetes (dólares) y divisas sin fines específicos” del sector privado no financiero fue de 5.400 M de dólares, y desde abril -cuando se abrió el cepo para las personas físicas- acumula la friolera de 14.700 M de dólares; monto equivalente al préstamo recibido del FMI y el doble del superávit comercial energético previsto para este año. Una parte de ese monto significa fuga de capitales lisa y llana, y otra, una fuga todavía potencial (mientras los dólares comprados permanezcan dentro del sistema financiero local).
El enorme déficit de la cuenta corriente (saldo comercial de bienes y servicios, intereses en moneda extranjera y otras transferencias al exterior) tuvo un respiro en junio y julio, favorecido por el adelanto de dólares que efectuaron las cerealeras. Como contrapartida, este adelanto repercutirá en una liquidación de divisas inferior a las exportaciones del agro en los próximos meses, de por sí estacionalmente más bajas. En 2025, el déficit de la cuenta corriente apunta a ser como mínimo de unos 10.000 M de dólares.
El riesgo país -que determina la tasa de interés que debe pagar el país para tomar deuda en el exterior- trepó hasta los 900 puntos, alejando aún más la chance de un pronto retorno a los mercados internacionales de crédito, que junto con privatizaciones y ventas de “activos” estatales, parece ser la única estrategia oficial de cara al déficit externo y los pesados vencimientos de deuda en moneda extranjera.
El Banco Central sin reservas propias
En este marco, la situación financiera del BCRA continúa siendo extremadamente frágil, con reservas netas (propias) negativas en 7.600 M de dólares, según el grupo GERES. Al respecto, el FMI le dio una nueva mano al gobierno, recortando la meta de acumulación de reservas para este año en 5.000 M de dólares. Por supuesto, esto no cambia la cuestión de fondo que inquieta cada vez más a los grandes acreedores: de dónde saldrán los dólares para afrontar los futuros vencimientos de deuda.
Según el Banco Provincia, en 2026 hay pagos en moneda extranjera (capital e intereses), no refinanciables, por 14.500 M de dólares entre bonistas privados, Bopreales e intereses con el FMI, que ascienden a 22.500 M de dólares en 2027. El propio Fondo admite en su último reporte que el “riesgo de estrés soberano” (default) de la Argentina continúa siendo alto. A esto debe sumarse el déficit de la cuenta corriente (descontados los intereses, ya incluidos en la cuenta anterior) y la fuga de capitales, que crece a un ritmo vertiginoso.
En cuanto al préstamo del FMI, si bien una parte es formalmente de “libre disponibilidad”, debería destinarse a cubrir los vencimientos de capital con el Fondo en los próximos cuatro años (casi 15.000 M de dólares, igual al monto ya recibido). Sobrarían 5.000 M de dólares adicionales a ingresar durante ese lapso, que podrían solventar parte de los intereses. ¿Le dejarán a Caputo patinárselo antes otra vez?
La economía se hunde
Entretanto, la economía tampoco flota: se hunde. Venía estancada desde principios de año, y ahora vuelve a sumergirse en la recesión, en parte afectada por el encarecimiento del crédito. Cabe destacar que, en lo que va de este gobierno, los únicos sectores que se expandieron significativamente fueron el agropecuario (respecto de un año 2023 de sequía), la minería y la intermediación financiera. Por el contrario, la caída de la industria y la construcción, con relación al recesivo 2023, han repercutido en la dinámica del empleo, con 33 mil y 60 mil trabajadores formales menos respectivamente que al inicio de esta gestión, según la Secretaría de Trabajo.
Por el lado de la demanda, el consumo popular, dada la caída en el poder adquisitivo de los ingresos populares, permanece bien por detrás de 2023: disminuyeron 7% las ventas en supermercados y 22% tanto en autoservicios mayoristas como en comercios minoristas. La inversión registró una fuerte caída trimestral en abril-junio, especialmente en el segmento de origen nacional, y vuelve a situarse significativamente por debajo de 2023, según se infiere de datos adelantados.
La recesión puede contribuir a moderar un poco el déficit de las cuentas externas (menos importaciones por menor actividad económica), pero a costa, naturalmente, de empeorar aún más la dinámica del empleo y los salarios, así como la situación de las pequeñas y medianas empresas. De todos modos, seguramente habrá noticias en el plano cambiario luego de octubre, si es que la térmica no salta antes. Además, el gobierno planea profundizar el ajuste, tratando de avanzar con las reformas impositiva, laboral y jubilatoria, también alentadas por el FMI.
Frente a esto, urge torcerle el brazo a este plan entreguista y hambreador, en las calles y en las urnas, en el camino de imponer otro gobierno y otra política a favor de las mayorías populares y la producción nacional.
Escribe Ramiro Suárez
hoy N° 2076 10/09/2025