Ratzer, que comenzara a militar a temprana edad en la Federación Juvenil Comunista en su ciudad natal de Bolívar, fue parte del núcleo que encabezó la ruptura con el PC revisionista en 1967. Integró el Comité Central del PCR desde sus comienzos, fue el primer director del periódico partidario Nueva Hora, y de la revista teórica “Teoría y Política”.
Durante toda su vida militante, Ratzer desarrolló un profundo trabajo de investigación en distintas áreas, destacándose en particular su aporte a la historia del movimiento obrero argentino, abriendo una huella que fue profundizada luego por Otto Vargas, secretario general del PCR.
Su libro Los marxistas argentinos del ‘90, es un punto de referencia ineludible para el estudio de las primeras corrientes marxistas en nuestro país, de fines del siglo 19 y comienzos del 20. En este libro, escrito hacia 1966, “reivindicó al grupo de obreros inmigrantes, dirigidos por aquel gran marxista que fue Germán Ave Lallemant, que habían quedado ignorados o relativizados en la historia del movimiento obrero, que dirigieron aquel periódico que se llamó El Obrero, y organizaron la primera celebración del 1 de Mayo en la Argentina, en el año 1890, haciendo que el proletariado argentino fuera parte de todo el proletariado mundial que realizó ese día por primera vez la jornada de lucha en el día internacional de los trabajadores”, como recordó Otto Vargas en el 25 aniversario del fallecimiento de Ratzer.
En esta obra, y en su libro póstumo El movimiento socialista en la Argentina, publicado por el PCR en 1982, Ratzer plantea un debate que sigue vigente al día de hoy, alrededor de la lucha de líneas desarrollada en los orígenes del Partido Socialista, especialmente entre 1892 y 1896, en la que resulta vencedora la corriente encabezada por Juan B. Justo, y derrotados los marxistas revolucionarios.
Viene a cuento este debate más de 30 años después de enunciado, ya que, recurrentemente, distintos sectores revisionistas o neorevisionistas rinden tributo a Juan B. Justo, y muchos se declaran, más o menos abiertamente, herederos de sus concepciones socialdemócratas. Algunos aspectos de cómo el justismo ha influenciado en otras corrientes políticas, tanto en el radicalismo como el peronismo, se pueden ver en El movimiento socialista en Argentina.
Algunos de los principales “pensadores” y académicos de las corrientes socialdemócratas que constituyen el llamado “progresismo” argentino han estudiado y ensalzado las tesis justistas. Esto es válido tanto para José Aricó, Portantiero, Julio Godio, Horacio Tarcus o Torcuato Di Tella, como para la actual dirección del PC. Además, en la izquierda argentina pululan los que llevan adelante las tesis de Justo vergonzantemente, como algunas variantes troskistas, particularmente el Partido Obrero. Por eso nos parece válido recrear lo que planteaba José Ratzer sobre esta cuestión, y hacer algunos comentarios sobre el tema.
El revisionismo de Justo
En El movimiento socialista…, se señalan algunos de los rasgos principales, tanto de la política “predicada por Justo”, como de sus bases teóricas revisionistas. Sobre el primer punto Ratzer apunta que para Justo la misión del proletariado es “pedir”, y no imponer, arrancar revolucionariamente. Que Justo, en su desprecio a la “política criolla”, sienta las bases “para combatir al yrigoyenismo (más tarde al peronismo) y para hacer de ‘oposición de su majestad’ frente a los sectores liberales del conservadorismo”. Remarca la ausencia en el análisis de Justo de la noción de imperialismo, y que éste “En la práctica, busca el empalme y la benevolencia del imperialismo entonces dominante, el británico”. Afirma que Justo tiene un “liberalismo galopante” aunque sostiene en determinados momentos posiciones nacionalistas burguesas, en particular contra los yanquis, y sobre la “cuestión agraria”, “al considerar que en el campo estaban plenamente implantadas las relaciones de producción capitalistas, la lucha contra el latifundio se borra o se convierte en una ‘corrección de excesos’”.
Luego aborda Ratzer los aspectos teóricos del revisionismo de Juan B. Justo en estos años de la década del 90 del siglo 19, aclarando que estas ideas aún “no se habían desarrollado hasta adquirir el amplio vuelo que cobró un par de décadas más tarde”.
Son estos rasgos: 1. Oposición al materialismo dialéctico. 2. Descalificación de la teoría de la plusvalía. 3. Oposición a la revolución y a la lucha revolucionaria.
Concluye Ratzer que “Por otra parte, este revisionismo del marxismo convirtió la acción práctica del grupo hegemónico del Partido Socialista en un acuerdo –a veces velado, otras no tanto– con sectores de la oligarquía terrateniente y del imperialismo británico, o sea con la alianza de clases dominante en el poder”.
Los “herederos” de Justo
Vemos en este análisis una de las claves para entender cómo este núcleo de ideas ha influenciado hasta el día de hoy, mucho más allá de las fronteras del Partido Socialista, y por qué decimos que estas corrientes son tributarias de Justo.
En nuestro país, dependiente del imperialismo, y en disputa entre distintas potencias, muchos “teóricos” del llamado “socialismo del siglo 21” plantean “volver a Justo”, ensalzando los aspectos centrales de la concepción política del líder del reformismo argentino que critica Ratzer en el trabajo mencionado, tanto en lo que hace a la alianza de algunos revisionistas con sectores de las clases dominantes, como en sus planteos de que el único camino es el electoral. Agreguemos que el “pragmatismo” de Juan B. Justo, o su añoranza de una mayor inmigración anglosajona para contrarrestar las deficiencias de la “política criolla”, son moneda corriente en los políticos burgueses argentinos, incluso muchos de “izquierda”.
Es bien conocida que una de las polémicas principales del primer congreso del Partido Socialista, allá por 1896, fue alrededor de considerar “ineluctable” o no, el camino de la violencia para que la clase obrera lleve a cabo la revolución. Se sabe que la corriente de Justo logró imponer al poco tiempo, si bien no en el propio Congreso, su visión reformista. Hasta el día de hoy, esta es la piedra de toque para diferenciar las corrientes revolucionarias de las reformistas.
En estos tiempos de crisis económica, muchos de los principales teóricos revisionistas, que habían “festejado” dando por muerto el marxismo luego de la caída de la URSS, hoy en otra voltereta demostrativa de su cintura para adaptarse a las nuevas exigencias, hablan de “recuperar” el pensamiento de Marx, eso sí, expurgándolo de sus deformaciones “totalistas” como el leninismo. Ni más ni menos que otro capítulo de la vieja lucha entre el revisionismo y el marxismo.
Así Torcuato Di Tella dirá que hay que rescatar el “socialismo científico” revalorizando las experiencias concretas de la socialdemocracia en nuestro país “especialmente la de Juan B. Justo y sus primeros discípulos; y Julio Godio dirá que la experiencia de los imperialistas chinos abre una “esperanza” –retomando los principios de la socialdemocracia– para que el socialismo avance sin las “lacras” totalitarias.
Es en este contexto que la labor de investigación histórica de José Ratzer mantiene su vigencia, ya que la clase obrera y el pueblo argentino tienen pendiente concretar la revolución de liberación nacional y social, y muchos de los rasgos que advierte en ese temprano reformismo de fines del siglo 19, son de palpitante actualidad.
En ese camino, complejo y nunca lineal, esta batalla entre revolucionarios y reformistas, es inevitable, porque, como dice Otto Vargas, analizando el mismo período que Ratzer, más allá del episodio histórico concreto “las tendencias eran y son expresión de corrientes objetivas de la realidad de la lucha de clases y brotan, una y otra vez, inevitablemente, con independencia de los hombres que transitoriamente las encarnan”.