Con Ramiro Verdesegar, dirigente del Centro de Estudiantes de Medicina, conversamos sobre la organización del viaje, cómo es la situación de la salud en la región, las conclusiones, y cómo sigue la lucha por cambiar la política de exterminio que impulsa el gobierno de los K.
—Se trabajó mucho para concretar este viaje
—Me pareció muy importante la previa, muy rica porque se organizó al calor de la necesidad de poder viajar. No se recibió ayuda gubernamental y hubo poco apoyo institucional, ya que la Universidad colaboró con algo, lo mismo que la Facultad de Trabajo Social (no así la Facultad de Medicina). Nos apoyamos en los estudiantes de la Facultad para poder concretar el viaje.
—¿Cuál fue el objetivo que se plantearon?
—Un punto fue poner en debate cómo nos forma esta Facultad, tanto en Medicina como en Trabajo Social, porque es una formación de espaldas a la realidad.
Una formación básicamente teórica, desligada de la práctica; que tiene que ver con un modelo hegemónico de médico que se impulsa, donde no vemos las causas que llevan a la enfermedad, sino que vemos exclusivamente la biología y la enfermedad. Para rebatir ese tipo de argumentos se impulsó este viaje: ¿qué tipo de formación tiene que adoptar nuestra Facultad? ¿Qué planes de estudios?
Fuimos invitados por la Unión Campesina y por otras dos organizaciones de originarios: Cacique Taigoyi y la Comisión Zonal de Tierra. Son organizaciones que mayoritariamente nuclean a la comunidad qom, pero también a otros campesinos pobres.
—¿Qué trabajo les propusieron?
—Elaborar un documento técnico y científico que refleje y grafique la situación de la salud en la región, y la situación de los originarios en particular. Cómo es en la zona la desnutrición, la parasitosis, la presión arterial. Y además, cómo influye la alimentación en muchas de las enfermedades prevalentes de la región, como la tuberculosis o el chagas, que vimos con mucha fuerza ahí.
Las tres organizaciones, en el marco de la lucha agraria, durante un corte de ruta prolongado que realizaron en Pampa del Indio, pusieron todas sus necesidades sobre la mesa. Decían que lo que más dificultaba discutir era la situación de la salud. Porque desde el Ministerio de Salud sostenían: “desnutrición no hay, chagas tampoco, tuberculosis no”, y les tiraban datos falsos. Por eso el espíritu de nuestro trabajo es darle a las organizaciones datos reales sobre estas enfermedades, porque desde ya, las causas están.
—¿Cómo realizaron el trabajo?
—Nos dividimos en grupos mixtos de estudiantes de Medicina y Trabajo Social. Eso nos dio pie para debatir que el equipo de salud tiene que ser multidisciplinario, que no es cierto que el médico tiene que andar solo y el resto aparte. Encuestamos a 212 familias, alrededor de 2.500 personas, un número muy significativo para esa zona. Por cuestión de tiempo, trabajamos más en tres parajes: Pampa Chica, Lote Cuatro y Pampa Medina.
—¿Cómo fue encontrarse con una realidad que muchas veces se oculta, o de la que se sabe poco?
—De todos los que fuimos, ninguno conocía la zona, podíamos tener una idea vaga sobre la pobreza en Chaco, pero nunca pensamos en encontrarnos lo que allí vimos. Una situación angustiante de miles. Te decían: “hace tres días que no como”, porque la sequía agudizó las malas condiciones de vida. El tema del hambre era candente y central en la vida de la gente.
Un aspecto fue que nos golpeó, y a su vez nos endureció esa realidad. Y el otro aspecto fue que vimos la fortaleza y la dignidad de las organizaciones que están de pie, y de los originarios en general.
—Seguramente los debates en el grupo de trabajo fueron muchos y de todo tipo…
—Sí. Sentimos, por un lado, lo desprotegidos que estamos en esta Facultad por cómo nos forman. Lo que vimos no se cura con un analgésico o con el mejor diagnóstico que nos puedan enseñar, porque las causas son políticas. Discutimos cómo los estudiantes formamos parte de un pueblo que se levanta para transformar la realidad.
Llegamos a todas las conclusiones a partir de conocer. Pasamos de la angustia terrible de pensar que no se puede cambiar nada, hasta comprobar que los originarios nos demuestran que con la lucha sí se puede cambiar. Porque, de hecho, ellos han conseguido muchas cosas.
A su vez, nos dimos cuenta de que nuestra tarea es muy importante y que sirvió de mucho allí. No sólo para nosotros, porque creemos también, aunque todavía no lo hemos terminado, que les daremos a través de este informe una herramienta de lucha para que sigan peleando por sus derechos.
Fue una experiencia muy positiva, que nos cambió a todos. Vimos una realidad para la que no estamos preparados, pero nos llenó de energías para cambiarla y ser parte de este pueblo que lucha contra las injusticias de este gobierno.
Creo que a todos, a unos más a otros menos, nos quedó en claro que este gobierno es mentiroso y que los índices son los mismos números mentirosos como los del Indek.
Ahora seguimos trabajando en la elaboración del informe, y daremos la pelea para que se conozca esta realidad. Además de exigirle a la Facultad que apoye este tipo de prácticas para que se hagan todos los años.