El domingo 21 de diciembre de 2008 se publicó en Clarín una nota del premio Nobel Paul Samuelson, bajo el título de “Cómo salir de la trampa de liquidez”. Allí este viejo profesor de economía se pregunta “¿Cómo fue entonces que el New Deal logró terminar con casi toda la desocupación para 1939?”, para, luego de unas vagas referencias sobre la “trampa de liquidez” (concepto desarrollado en la crisis de los años treinta por Keynes), dejar sin respuesta a ese principal interrogante.
En esa década de depresión económica sin salida a causa de la crisis que abarcaba a las potencias capitalistas en disputa por la hege- monía mundial, se produjo como en la actualidad, la necesidad de direccionar las finanzas públicas en Estados Unidos para así “mantener en el negocio a las tambaleantes automotrices de Detroit”. A esa política de ayuda estatal a los grandes monopolios de los años 30, Joseph Schumpeter, la bautizó como “capitalismo en carpa de oxígeno”.
La nota de Samuelson se centra en consejos a Obama sobre cómo ayudar “a los pobres y a las clases medias”, no sin antes advertir que a la izquierda del próximo presidente de los Estados Unidos “como los policías de las películas mudas… están las nociones erróneas de Marx, Lenin, Stalin, Castro y Mao”.
Por último, este viejo economista no se priva de decirle a Obama que “un centrista puede tener un éxito limitado cuando busca mitigar las desigualdades inevitables en un sistema de mercado”. Pasando a pontificar que ser centrista “no significa abolir la mayor parte de las desigualdades”, pues según este economista, “perseguir esa meta inalcanzable, quijotesca, sería un modo seguro de hundir al mundo moderno en las etapas pasadas de estancamiento”.
El encuadre de Samuelson, como algunos estrechos debates académicos, poco explican y mucho distorsionan las circunstancias de la salida norteamericana de la crisis del 30 y las verdaderas causas de la restauración del empleo y la producción a partir de 1939.
A la semana siguiente, el domingo 28 de diciembre de 2008, el diario Clarín publica en la misma sección otro artículo del también premio Nobel Paul Krugman, donde este colaborador de Obama, en una suerte de mezcla de realismo y pragmatismo respecto de la crisis actual concluye que, “en cuanto la economía repunte un poco, el nuevo gobierno recibirá muchas presiones para retroceder y desprenderse de las muletas económicas. Y si el gobierno cede ante esas presiones demasiado rápido, el resultado podría ser una repetición del error que Franklin Delano Roosevelt cometió en 1937, cuando rebajó el gasto, aumentó los impuestos y ayudó a hundir a los Estados Unidos en una grave recesión. La economía de Estados Unidos tardará en estar lista para vivir sin burbujas mucho más de lo que la gente piensa. Hasta entonces, va a necesitar mucha ayuda del Estado”.
Acerca de la “trampa de liquidez”
En verdad la crisis de sobreproducción de mercancías y de capital cuando abarca a las principales potencias capitalistas imperialistas como en el caso de la “gran crisis de los años treinta” plantea algunas trampas más que la de la “liquidez” (baja acelerada de las tasas de interés que inutiliza la política monetaria). Por ejemplo, la “trampa” de la oferta irrealizable que conduce a una acelerada y persistente deflación de precios y salarios con sus secuelas de bancarrotas generalizadas, colapso financiero y desocupación en masa que imposibilita la salida por la vía el consumo, el crédito, la inversión privada y el comercio internacional. Y la “trampa” en la cual se precipitan todas las potencias imperialistas: aquella que acentúa la disputa imperialista por el reparto y dominio del mundo, que conduce a la carrera armamentista y a la guerra.
La crisis capitalista de los años 30
Cuando en el período que va de 1929 a 1932, la crisis capitalista y el desempleo en masa en las principales potencias capitalistas imperialistas –en forma simultánea producía el quebranto de sus empresas y la caída abrupta de la actividad económica–, amenazaba y sometía a un cerco a los gobiernos y el conjunto de sus aparatos del Estado, cada una de las potencias imperialistas, golpeada y hundida por los años de crisis económica y seriamente acorralada por la crisis política, se lanzó a un “sálvese quien pueda” que le permitiera descargar en las demás el peso de su crisis, desencadenando, en forma inevitable, una lucha política y militar por un nuevo reparto del mundo.
Italia y Japón, dada su extrema dependencia de Estados Unidos y de Inglaterra, habían dado desde fines de la década del 20 pasos significativos al asalto de Africa y Asia con cuantiosos gastos en su armada, su fuerza aérea y la mecanización y masivo reclutamiento y adiestramiento de su ejército.
Alemania, a partir del ascenso al poder de Hitler en 1932, seguiría el mismo camino. Pero, dada su mayor y moderna estructura industrial, superaría ya en 1936 en porcentaje de inversiones públicas de infraestructura y de las múltiples demandas industriales de guerra, los avances logrados por Italia y Japón. De esa manera, a partir de 1937, Alemania emerge como una máquina de guerra temible tanto para Francia e Inglaterra, como para los Estados Unidos.
El rumbo hacia la guerra interimperialista avanzaba a pasos agigantados y los intentos de los sectores “munichistas” sólo servirían de cebo a la política imperialista y revanchista de los estados fascistas y al retraso del rearme y la modernización estratégica de Inglaterra, Francia y Estados Unidos.
Los olvidos de Samuelson y Krugman
En su superficial análisis, a Samuelson se le olvida lo que recuerda Krugman sobre 1937, y no dice, que desde mediados de 1938, se le presenta a Roosevelt la oportunidad de aprovechar la creciente “demanda agregada” originada en los diversos factores y escenarios del rearme europeo y asiático y de la primera y segunda etapa de la segunda guerra mundial (1939/1941 y 1942/1943).
El acelerado rearme externo y el de las fuerzas armadas de Estados Unidos, posibilitaron que la economía capitalista e imperialista norteamericana se reconvirtiera y reestructurara, pudiendo así salir de la crisis de aquellos años. A partir de 1939, la acelerada reconversión a la demanda de guerra de sus principales industrias monopolistas y el alistamiento en cada una de las fuerzas armadas estadounidenses, reabsorbió la gran masa de desocupados que había dejado el fracaso del segundo New Deal.
A medida que Estados Unidos se adentraba en la guerra ayudando a Inglaterra, que comienza a hacer sus propios preparativos defensivos en 1939 y a incrementar el alistamiento militar en 1940, las distintas ramas industriales y la economía en general inician un curso de ininterrumpida recuperación, hacia el pleno empleo de los trabajadores y la masiva incorporación del trabajo femenino en 1942.
La industria y las finanzas comienzan en 1939 un camino de reconversión para satisfacer las múltiples necesidades de guerra, transformando la estructura económica y la renta e ingreso de la nación. Comprobando que al ritmo del incremento del pesado gasto militar y de la destrucción del acervo de capital enemigo y propio en la conflagración entre mediados de 1942 y mediados de 1943, Estados Unidos logra salir de la “Gran Depresión”, inaugurando un auge histórico que sienta las bases de su hegemonía mundial.
“La introducción de la enmienda conocida como cash and carry, que volvió a dar a los países beligerantes la posibilidad de aprovisionarse de material bélico en los Estados Unidos, permitió, ya el 3 de junio de 1940, a los arsenales y a los almacenes militares americanos comenzar a preparar armas y municiones para revenderlas inmediatamente a ingleses y franceses. La puesta en marcha de las operaciones de carga de doce mercantes británicos fue posible el 11 de junio, sobre la base del inventario de reservas disponibles entregado al general Marshall, jefe del Estado Mayor del Ejército, por los departamentos de la Guerra y la Marina, conservando los Estados Unidos material bélico sólo en la cifra mínima prevista en el plan de movilización del ejército.” (“Las relaciones entre los Estados Unidos y Francia en 1940: La misión secreta de René de Chambrún”, por Antonella Ercolani).