El tsunami financiero internacional continúa arrasando con todo, produciendo grietas cada vez mayores en el edificio de la economía capitalista global y en cada uno de sus componentes nacionales. Los centenares de miles de millones de dólares que se han volcado en los mercados de los principales países capitalistas, comenzando por los propios Estados Unidos, apenas han logrado atemperar algunos efectos del vendaval sobre los bancos y las Bolsas. Pero de por sí son incapaces de evitar la crisis del sistema de explotación en base al cual se sostiene todo el edificio económico y financiero del capitalismo.
Los mismos capitalistas tienen que aceptar que estamos frente a una crisis de superproducción, relativa a las posibilidades de absorción que crea el propio sistema capitalista, cuya profundidad y extensión es difícil de mensurar. Quienes en 2007 negaban que la crisis financiera iniciada en Estados Unidos podía afectar a Eurozona, integrada por Alemania, Francia y otros 14 países de Europa, y en 2008 todavía sostenían que no iba a afectar la actividad productiva o solo significaría una recesión leve, hoy ya tienen que hablar de recesión severa e incluso de depresión. Así lo ha reconocido la Comisión Europea en un comunicado emitido en Bruselas, Bélgica, el 20 de enero de 2009, estimando una caída del Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro del 1,9% para 2009, que se verá acompañada por un fuerte incremento de los déficit y un claro aumento de la desocupación que superará el 10% en 2010, desde el 7,5% que fue en 2008, superando por primera vez en diez años la barrera del 10%.
En tanto en Gran Bretaña, que no integra la zona del euro, las últimas publicaciones señalan que la desocupación trepará a 3,4 millones de personas para 2011, y la economía sufrirá su mayor contracción desde 1946, cuando el país salía de la Segunda Guerra Mundial. Según un reporte de Ernst and Young ITEM Club, en la actualidad la cifra de desempleados es de alrededor de 2.000.000 de personas, principalmente por los recientes despidos en los sectores de finanzas, comercio, transporte y medios de comunicación. Además, el reporte indica que el temor de los británicos a perder su empleo cambiará radicalmente el comportamiento de compra de la población.
China en el tobogán
Entretanto, los efectos de la crisis económica mundial han comenzado a sentirse con fuerza en China, cuyo crecimiento ha sufrido una brusca desaceleración a casi la mitad en apenas un año: su Producto Interno Bruto se expandió 6,8% en el cuarto trimestre de 2008, frente al 13% registrado en 2007.
El frenazo en China agrava la situación de las otras potencias comerciales de la región, que en los últimos años se habían beneficiado de la demanda china por su maquinaria y componentes. Muchos de los bienes que los países asiáticos exportan a China son componentes que se incorporan a productos terminados que luego son exportados principalmente a Estados Unidos y Europa. En un momento en que las ventas a esos países se están contrayendo, había esperanzas de que China animara a sus propios consumidores para compensar al menos parte de la demanda perdida. Se están viniendo al suelo las ilusiones de sus “socios comerciales” en Asia y el mundo entero, que China pudiera ser la locomotora que sostuviera la demanda global mediante un aumento de sus importaciones, en vez de socorrer a sus propios exportadores.
El Banco de Japón, que ya no puede bajar más sus tasas de interés del 0,1%, redujo las proyecciones de crecimiento y precios en forma tan drástica, que prevé una contracción en los próximos dos años y un descenso en los precios (deflación).
Las exportaciones de Japón a China, que se habían mantenido bastante resistentes, empezaron a decaer en octubre y desde entonces no han dejado de perder fuerza. En diciembre, Japón exportó 750.000 millones de yenes (unos 8.390 millones de dólares) en bienes a China: 36% menos que un año antes, según datos del Ministerio de Finanzas. “Sabíamos que las exportaciones con destino a China se estaban reduciendo, pero nos sorprendió la magnitud y la virulencia del declive”, dijo Akira Maekawa, economista de UBS Securities, en Tokio.
La economía de Corea del Sur, por su parte, está cayendo a un ritmo mucho más acelerado del previsto hace apenas unas semanas. El banco central informó el jueves que el PIB se encogió 5,6% en el cuarto trimestre frente al trimestre anterior. Una de las principales razones del bajón fue un declive de la producción, reflejo de un descenso en las exportaciones a China, su mayor consumidor. En diciembre, los envíos de bienes de Corea del Sur a China declinaron 35%, una caída más pronunciada que la pérdida total en exportaciones de 17,9 por ciento.
Singapur, ciudad-estado impulsada por las exportaciones, sufrió la mayor contracción de su historia en el cuarto trimestre de 2008. Ahora, el gobierno prevé que el PIB se contraerá 5% en 2009.
Se agudizan las contradicciones
Los indicadores de la demanda china (tal como las caídas en sus importaciones y ventas de bienes raíces) sugieren que la desaceleración actual ya es más grave que la que atravesó hace una década, durante la crisis asiática. China ha bajado también las tasas de interés y frena la revaluación de su moneda, tratando de mantener su competitividad. Pero esto a su vez genera las reacciones de sus “socios comerciales”.
El designado secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, acusó a China de manipular su moneda y dijo que la nueva administración apuntará con todas las armas diplomáticas contra eso. Lo que rápidamente fue respondido por el ministerio de Comercio de China, en un comunicado oficial: “Criticar sin fundamento a China en el tema de los tipos de cambio sólo ayudará al proteccionismo estadounidense y no contribuirá a encontrar una verdadera solución a este tema”. Bajo la ley estadounidense, calificar formalmente a China como un “manipulador” cambiario requerirá que el departamento del Tesoro comience negociaciones “expeditivas” con Pekín para reducir el enorme superávit comercial de China con Estados Unidos y elimine cualquier ventaja cambiaria “desleal”.
El endurecimiento de la administración Obama con China, presionándola para que revalúe el yuan, busca compensar los efectos del fortalecimiento del dólar en relación a la moneda china y de otros países imperialistas. Perdió un poco de terreno en diciembre, pero ha vuelto a apreciarse en enero, especialmente contra la libra y el euro. A diferencia de estas monedas, el dólar mantiene su fuerza gracias a su exclusivo estatus de divisa de reserva mundial y vehículo para las transacciones en los mercados financieros. Eso significa que los inversionistas buscan dólares cuando aumentan los temores, pero ese “fortalecimiento” agrava los déficits de la economía estadounidense. La disputa interimperialista inhibe un sistema de paridades fijas para evitar la especulación con las monedas (si ni siquiera los imperialistas europeos se ponen de acuerdo entre ellos para defender el euro).
Entretanto la crisis económica se sigue descargando con toda su fuerza sobre los trabajadores. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), que no puede considerarse “catastrofista”, acaba de señalar en su informe de Tendencias Mundiales del Empleo, que “el desempleo en el mundo podría aumentar en 2009 con respecto a 2007 en una cifra entre 18 y 30 millones de trabajadores, y hasta más de 50 millones si la situación sigue deteriorándose”, y que “cerca de 200 millones de trabajadores, en especial en las economías en desarrollo, podrían pasar a integrar las filas de la pobreza extrema”, mientras que el número de trabajadores pobres (personas que no ganan lo suficiente para mantenerse a sí mismos) puede aumentar hasta un total de 1.400 millones, lo cual representaría el 45% de los trabajadores mundiales. Además, en 2009, la proporción de personas con empleos vulnerables podría aumentar de manera considerable y afectar al 53% de la población con empleo, agregó el informe.