“Miradas comienza con “M” de Memoria”, inicia Ana P. Flores su libro. Y lo que sigue es la reconstrucción de parte de lo que fue y significó la dictadura genocida que a partir del 24 de marzo de 1976 se impuso a fuerza de terror en la Argentina.
Con un lenguaje claro y sencillo, la autora relata la memoria de esos días aunando lo subjetivo de su propia experiencia y la de otras mujeres protagonistas de la resistencia y la lucha. Y consigue transmitir a través de esas miradas la pintura objetiva de una parte de nuestra historia.
Ana recrea en su propia memoria ese miércoles de marzo del 76 que amaneció con el golpe concretado. Nos transmite cómo en el cuerpo de delegados de su trabajo quienes habían luchado contra el golpe propusieron medidas para enfrentarlo, y cómo los que lo habían esperado abrigando esperanzas, se opusieron. Cuenta su despido posterior, la persecución, el conocimiento poco a poco de la magnitud de lo que sucedía, para llegar a su vinculación con las Madres de Plaza de Mayo, y el inicio de las rondas en la plaza de Quilmes.
Emplea para contar la primera persona, pero elige un lugar de humildad, como quien lejos de resaltar un protagonismo, está buceando en su propia memoria, para aportar a la memoria colectiva. Y abre ese relato a las múltiples voces de las otras mujeres que testimonian. “Las que ya no están” adquieren presencia a través de su recuerdo. Las otras: Flora, Tota, Diana, Cristina, Teresita, Rosa, nos conmueven desde sus propios relatos. En todas ellas están presentes el dolor y una herida que no cierra, pero también el reconocimiento de los afectos colectivos, el acompañamiento con los otros en la lucha, el amor por los seres perdidos y sus ideales, y el inclaudicable “ni olvido ni perdón” para sus asesinos.
El de Ana y todos los demás testimonios están recorridos por muestras de la solidaridad popular en aquellos años de terror: un mentís a quienes machacan con que hubo indiferencia o directamente complicidad del pueblo con la dictadura.
Historia y escritura
“Recordar es lo que da sentido; la forma nunca es visible en el momento”, dice el personaje de una novela de Timothy Mo. Escribir sobre la memoria, como lo hace Ana Flores, es mucho más que recordar: permite, a la distancia, un análisis más profundo de esa porción de la historia en que vivimos, y de esta actualidad en que nos toca luchar. Nos permite volver a nuestra experiencia con un nuevo sentido. Y revalida, en este caso (como lo afirman algunos de los testimonios), la decisión tomada desde una línea política.
La tercera parte del libro, “Miradas que presagian futuro”, sale del eje de la dictadura y atraviesa hechos más recientes. Tal vez la autora quiso así mostrar que lo que la dictadura vino a aniquilar sigue vivo en un pueblo que lucha. Tal vez se sintió obligada a incorporar algo más próximo. El libro, de cualquier manera, estaba sobradamente cumplido: son necesarias y bienvenidas obras como ésta, que proporcionan una visión de lo que fue la dictadura militar que no aparece en las historias impuestas por la derecha y la izquierda “oficial”.
Miradas cuenta con una bella tapa, diseñada por Alfredo Saavedra, sobre obras de Diana Dowek. Una última revisión editorial hubiera favorecido la riqueza que tiene el texto.
El libro de Ana P. Flores seguramente interesará a múltiples y diversos lectores. Y la autora seguramente se verá recompensada por la avidez de lectura que han mostrado los compañeros del PCR, y en especial de la JCR. Aliento de lectores que compensa el poco estímulo y menor valoración del trabajo de la escritura.