El 13 de mayo de 2004 moría en Buenos Aires Norma Nassif. Había nacido en Tucumán, tierra a la que amaba y le hubiera gustado volver si la lucha política no la hubiera determinado a permanecer aquí, en esta ciudad capital del país.
Norma había iniciado muy joven su militancia. Era secretaria del Centro de Estudiantes de Medicina de la Federación Universitaria del Norte cuando fue detenida. Corrían los primeros días de marzo de 1975, y el PCR protagonizaba la lucha antigolpista. Estuvo siete años presa, y mostró en las cárceles de la dictadura esa firmeza e integridad que caracterizaron toda su vida. Desechó la “opción” que los dictadores daban a los presos para irse fuera del país, y concibió, junto con su Partido, que aquí, desde la cárcel, estaba su puesto de lucha. En prisión siguió estudiando, alentando a sus compañeras, construyendo relaciones que perduraron después a lo largo de toda su vida.
Cuando cayó detenida rendía el cuarto año de Medicina. La cárcel, y las tareas políticas que la aguardaban al recobrar la libertad, la llevaron a sacrificar esa carrera. Norma hubiera sido una excelente médica: tenía avidez por la investigación y la práctica científicas, consideración por las personas sufrientes, y amaba la medicina.
Ayudó a la organización de la JCR, a la lucha estudiantil en la Universidad, y numerosos compañeros de distintas camadas la tuvieron hasta su muerte como consejera imparcial y amiga querida.
Fue miembro del Comité Central del Partido, y en los últimos años una gran ayuda en la organización y los debates de los Encuentros Nacionales de Mujeres, en la Corriente Clasista y Combativa y en el trabajo con los hermanos originarios. El corte de 18 días de La Matanza, las Asambleas Nacionales Piqueteras (fue oradora en la segunda), los cortes de ruta y los fuegos que calentaron el Argentinazo contaron con Norma en la primera fila.
Un cuadro maoísta
Normita (como le decíamos todos, con el cariño que se supo ganar), fue una compañera excepcional, que unía a una extraordinaria claridad política, la capacidad de escuchar a los demás, de ser cálida y preocuparse por los compañeros, de atender las grandes, pero también las pequeñas cosas de la vida. Practicó cotidianamente los principios del maoísmo, y diferenció siempre las contradicciones con el enemigo, de las contradicciones en el seno del pueblo y en el seno del Partido.
Fue firme, tenaz, trabajadora, implacable con los enemigos de clase, y profundamente rebelde ante la injusticia, en cualquier lugar donde se practicase. Era objetiva en sus análisis, debatía a fondo sin conciliar, lo hacía para unir y no para dividir, y era justa con sus contendientes. Su presencia era respetada también entre los dirigentes de otras organizaciones.
El 12 de mayo de 2004 la CCC realizó una masiva y maravillosa jornada de lucha, que fue registrada por la televisión. Desde su cama en el hospital Normita siguió con alegría la movilización. Ya estaba muy avanzada la enfermedad que soportó sin quejas, con alegría por la vida, y haciéndose espacio para dar consuelo a los demás. Al día siguiente, 13, fallecía.
Su muerte fue y sigue siendo un golpe brutal: para su familia, para los amigos y quienes la conocimos más de cerca, y para el Partido, que perdió un cuadro extraordinario. Nos dejó el recuerdo entrañable de su figura sencilla y siempre luminosa, del particular timbre de su voz, de su sonrisa. Pero también, una presencia constante en quien mirarnos y ajustar nuestros pasos en el camino de la revolución que hemos elegido.