La crisis de la política K y la crisis internacional que ya va por su segunda oleada en la Argentina, está poniendo en jaque a las direcciones sindicales que han estado atadas a la política K durante estos cinco años. Los jerarcas sindicales no hacen nada por la lucha colectiva por salarios ni en la defensa de otras reivindicaciones. Sí se esmeran por mantener las relaciones con los afiliados a través de las obras sociales, del turismo, la hotelería. Le dan una enorme importancia a disponer del dinero de las obras sociales porque les sirve de caja propia y para hacer negocios.
Con este gobierno, la relación privilegiada de esa CGT ha estado con la Confederación del Transporte que lidera Hugo Moyano.
Recuerdo que hace unos años, un dirigente de esa Confederación me dijo: “los gordos hicieron su negocio con Menem, ahora nos toca a nosotros, por lo tanto, que se la aguanten”. A duras penas se unió la CGT, “los gordos” entraron, y ha habido un largo forcejeo.
La situación de la lucha del campo abrió una crisis política y se produjeron resquebrajamientos en la CGT en cuatro sectores: Barrionuevo con la CGT Azul y Blanca; el “Momo” Venegas; “los gordos” e independientes forcejeando con Moyano; y Moyano forcejeando desde la Confederación del Transporte.
El tema hoy es que todos ven venir la crisis, saben que van a seguir los despidos y necesitan la plata de las obras sociales.
Hasta ahora, los negocios privilegiados de Moyano se la bancaban, algo repartía, pero la caja también se les achica con los despidos, las suspensiones y la situación laboral; situación con la que no hacen nada porque ni siquiera han planteado la emergencia ocupacional. Esta crisis no ha llegado al río todavía porque el gobierno, en esta situación de debilidad, no puede permitir que se le divida la CGT y que se le caiga uno de los puntales que –con todas sus contradicciones– lo sostuvo durante la lucha agraria.
En esta situación, con una CGT dividida, hablar de Consejo Económico y Social es para hacer chamuyo y perjudicar a los trabajadores. El gobierno no puede armar ni siquiera una fachada de consenso entre empresarios, gobierno y los gremios.
Lo que está en discusión es lo de las obras sociales, por eso querían sacar a Ocaña. Una vez que se fue, vino Moyano para querer quedarse con “el paquete”. Con lo cual, con esta situación “los gordos” van a este rompimiento.
El gobierno se dedicó a intervenir porque es un problema de Estado, por lo tanto van a ir a una unidad, donde será discutido cómo se reparten el dinero de las obras sociales. El nuevo acuerdo va a ser muy inestable, frágil, pero el arreglo es un nuevo negocio arriba, en la cúpula sindical.
Late de fondo en esta división a qué patrón responde cada dirigente sindical. Como “el poncho es corto” en la Argentina, cada sector empresarial pide una cosa frente al momento político y la situación económica. Unos piden devaluación del peso, otros piden bajar las retenciones a cero, los banqueros dicen otra cosa, el gobierno dice pagar la deuda.
De fondo entonces, laten las contradicciones entre los grupos monopólicos imperialistas de distintas ramas; entre los banqueros, los púles de siembra, etcétera, todos quieren la chequera del Estado, pero ya la caja de Cristina está muy corta. Para pagar la deuda y a los banqueros, y para reabrir la discusión con el Club de París y con el Fondo Monetario, necesita más plata.
Desde ya que los trabajadores, el pueblo, el hambre, la desocupación y la emergencia sanitaria no están en los temas de discusión del gobierno y la CGT, no es que están discutiendo una ley de emergencia que paren los despidos y las suspensiones, y tampoco están discutiendo el avance del hambre y la emergencia social, de dónde se va a sacar el dinero y cómo se va a resolver.
La clase obrera en el centro de las luchas
Entonces decimos que este acuerdo está atado frágilmente, porque la perspectiva de profundización de la crisis y la lucha de los obreros avanza en todo el país. Nosotros decimos que la clase obera se ha puesto en el centro de la escena política; está golpeando todos los días en la puerta de los dirigentes sindicales traidores, aunque no aparezca en la televisión. Los sindicatos se pelean por la caja de las obras sociales para hacer política de “contención”, cada uno en sus gremios, para tratar de frenar la bronca. Ahora se viene una segunda oleada de la crisis, todo pasó para después de las elecciones, los Repro (los 600 pesos que daban las empresas, por el Programa de Reconversión Productiva) también se vencen. Son 90 mil obreros que los patrones sostenían hasta las elecciones… y éstos van a querer recortar salarios.
La clase obrera se ha puesto en el centro de las luchas, por lo tanto eso está presionando. Y la CGT no puede darle cauce a parar los despidos y las suspensiones”.