Un perro flaco a la sombra de un arbolito, custodia la entrada a la Sala de Salud 7 de Mayo, del barrio María Elena. En una mañana calurosa de diciembre en este rincón de Laferrere, distrito de La Matanza, entre calles de tierra y viviendas humildes se desarrolla una intensa actividad en la Sala, construida por iniciativa de la Junta Vecinal y la Corriente Clasista y Combativa.
Su director, Dr. Néstor Olivieri, más conocido por los vecinos como el “Dr. Chino”, nos ubica: “Estamos en un lugar de La Matanza donde viven centenares de miles de personas: en el barrio María Elena son 10.000, en el Latinoamérica 15.000, en el 24 de Febrero otros miles, en el Porvenir son 10.000, en esta zona puede haber 100.000 personas, cuando hace 20 años había 10.000.
“En el distrito, con dos millones y medio de habitantes, hay de todo de lo que existe en la Argentina, desde terratenientes a obreros rurales; hay obreros industriales en grandes concentraciones. Muchos trabajadores de otros países y también compatriotas expulsados del campo de distintas provincias.
“Venimos de la crisis de fines de los 90 y principios del 2000. Uno escucha a los voceros de las clases dominantes y pareciera que todo va bien, pero no es así.
“Hubo un momento de crisis muy profunda, en el 2001, 2002. Se despegó un poquito. Con Kirchner parecía que las cosas mejoraban un poquito, pero en la mayoría de la gente humilde eso no se expresó ni en mayor educación, ni en viviendas dignas, ni en asfalto, ni en cloacas. Lo que se consiguió, como las redes de agua, lo ganaron los movimientos sociales con su lucha, como acá en el barrio María Elena, donde el vecino abre la canilla y tiene agua que no está contaminada. Pero no tiene cloacas, están las aguas servidas en todas las cuadras, hay pozos ciegos que contaminan permanentemente.
“Estamos viviendo en estos barrios las consecuencias de la crisis que llega, y las de la anterior, de la que sólo se salió de la parte más grave. Por eso las enfermedades sociales continúan y se agravan.
“En La Matanza aumentó la mortalidad infantil, aumentó la desnutrición, hay más tuberculosis. En nuestra sala estamos siguiendo 33 casos de tuberculosis. Los seguimos uno por uno, porque la tuberculosis necesita un tratamiento prolongado y es compleja, requiere muchos antibióticos juntos, y por otro lado hay que controlar muy bien a todos los que conviven con ellos porque son pasibles de contagio.
“Tenemos un debate muy grande con la política oficial sobre esta enfermedad. Ellos dicen que el diagnóstico y el tratamiento son baratos y sencillos. ‘El diagnóstico sale un peso, les garantizamos las pastillas para el tratamiento, y se acabó el problema’. Eso no es así. Acá la gente vive mal. Tenemos enfermos de tuberculosis que viven con su ranchito arriba del basural. Tenemos chiquitos que viven hacinados, ocho o diez por habitación. Hay alcoholismo, hay adicciones. No es la pastillita y ya está, es mucho más complejo. Está bien que se haga la baciloscopía para diagnosticar y las pastillas, pero no alcanza”.
–Esto es una muestra de cómo se agravaron las condiciones sociales.
–Claro. Estamos hablando de una enfermedad, la tuberculosis, de principios del siglo pasado, que parecía erradicada, lo mismo que el Chagas. Hay 3 millones de chagásicos en la Argentina, cuando decían que la iban a erradicar, porque el problema de la vinchuca tiene que ver con las condiciones de vida de nuestra gente. Cada vez es mayor la cantidad.
–¿Cómo es la situación con la desnutrición?
–El otro día veía un titular en La Nación, que decía que la desnutrición mata 8 chicos menores de 5 años, por día. Ahora La Nación lo dice porque está opositor, pero cuántas veces lo calló. La desnutrición está a la orden del día. Nosotros venimos midiéndola desde hace mucho tiempo. En los ‘90 llegamos a una cifra del 33% de chicos desnutridos. Hoy, estamos en un 25%. Es una cifra muy alta. Esta disminución muestra que no estamos como en el 2001, que estamos menos peor, que no es lo mismo que estar mejor. Porque los problemas no se resolvieron.
–Hablemos un poco de esta Sala de Salud…
–Esta sala nació con el barrio, allá por el año 1984. La Junta Vecinal consideraba que junto con el problema de la tierra, uno de los más importantes era el de la salud. Sobre la tierra hubo una larga lucha de 10 años hasta que los vecinos consiguieron la propiedad de la tierra, aunque todavía faltan las escrituras.
Los vecinos construyeron este lugar, en el que tengo la suerte de estar casi desde el inicio. Hacemos realidad, con muchas dificultades, la consigna que la lucha por la salud debe ser tomada por los vecinos en sus manos. Esto no es fácil.
Avanzamos. Tenemos varios consultorios trabajando: una obstétrica, dentista, enfermeras, agentes sanitarios, pediatra, ginecólogo, clínico, psicólogo social. Tenemos las cuestiones básicas, y los agentes de salud que nos vinculan con el barrio mucho más a fondo, capilarmente. Estamos terminando el curso de agentes de salud de este año, con un muy buen grupo de 20 mujeres.
Estamos haciendo varios trabajos de campo. Hicimos uno con respecto al Sida, repartiendo folletos y profilácticos el Día Internacional de lucha contra el Sida, nos instalamos con una mesa en el barrio. Estamos con un trabajo de limpieza del arroyo Dupuy, más o menos 10 cuadras, donde involucramos a la Municipalidad para poner contenedores de basura, y con la participación de los vecinos. Nosotros sabemos que en el verano, con el arroyo limpio, sin basura, disminuyen las diarreas a la mitad.
Nosotros atendemos unas 12.000 consultas mensuales entre médicos y enfermería, en la Sala, sin contar las experiencias que hacemos en los barrios. Acá se hacen los controles de embarazo, vacunaciones, control de presión, etc. También tratamos temas de salud mental, tenemos psicopedagogía, taller de juegos. Tenemos un trabajo con la escuela 187, de los agentes de salud, con los chicos de 7° a 9°, desde hace 5 años.
–Ustedes tienen una consigna desde hace mucho, de lucha por la salud, y salud para
la lucha.
–Nosotros hemos participado muy activamente en las luchas este año. La oferta de salud no alcanza ni al 20% de las necesidades de la población de Matanza. Está colapsado el sistema público de salud.
Los trabajadores se han organizado, y hemos participado de esa organización de trabajadores municipales autoconvocados, somos parte activa de la dirección de esos trabajadores, para defender la salud pública y para luchar por las reivindicaciones de esos trabajadores. No alcanzan los médicos, ni las enfermeras, ni la gente de mantenimiento.
En esta sala hay 15 personas rentadas y somos 50 trabajando. Y no es por lo que dice el ministro de la provincia, Dr. Zinn, que los médicos no quieren trabajar en los hospitales. A esto le ha contestado el Dr. Pedro Zamparolo, que dirige a los profesionales de la salud.
Pedro es uno de los afectados por esta política, porque Oro Verde, que es una sala que está a 10 km de acá tuvo una lucha de dos meses, fundamentalmente por los planteles médicos y de la salud, que no alcanzan para cubrir las necesidades de la población. Esa lucha se extendió al hospital materno infantil de Laferrere.
Terminando la charla, el “Dr. Chino” nos lleva a recorrer la Sala. En la farmacia Cristina nos comenta los problemas que tienen con la entrega de medicamentos por parte de la municipalidad: “Tenemos cada vez más diabéticos, y menos medicamentos. También más hipertensos. Hace cinco meses que no recibimos anticonceptivos orales. Tenemos profilácticos por el mes del Sida, pero ya el mes que viene no entregan más. No entregan remedios para asmáticos en invierno, cuando más se necesitan”.
En medio del ajetreo, en el piso superior, agentes de salud preparan las vendas para las curaciones, y un poco más allá, esforzadas cocineras preparan la comida que todos los días provee el comedor que funciona en la sala, “cada vez a más familias”, como nos cuentan.
Despidiéndonos, le recordamos a Olivieri las promesas de la presidenta sobre los nuevos hospitales en Matanza, sobre lo que reflexiona irónicamente: “Acá ya anunció varias veces tres hospitales. Lo único hecho hasta ahora, en el hospital Evita, es el cerco perimetral, el alambrado, digamos. Los de Castillo y Laferrere están en las palabras.
Mientras tanto el intendente recibió un premio en Atlanta, EEUU, por su ‘destacada actuación’ en la lucha contra la pobreza”.