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16 de septiembre de 2015

1919: La Semana de Enero (10)

Crónicas proletarias

 La importancia de estudiar los hechos de enero de 1919 radica en que inauguraron un período “de extraordinario auge revolucionario de masas, influenciado por la oleada revolucionaria mundial”, afirma Otto Vargas en El marxismo y la revolución argentina, tomo 2. Efectivamente, estamos hablando de un período que duró hasta las grandes luchas de la Patagonia en 1921. 

 La importancia de estudiar los hechos de enero de 1919 radica en que inauguraron un período “de extraordinario auge revolucionario de masas, influenciado por la oleada revolucionaria mundial”, afirma Otto Vargas en El marxismo y la revolución argentina, tomo 2. Efectivamente, estamos hablando de un período que duró hasta las grandes luchas de la Patagonia en 1921. 
Los anarquistas fueron los principales impulsores de las huelgas de enero, que tuvieron un arranque relativamente espontáneo. En el curso de la lucha, se evidenciaron los aciertos y las debilidades tanto del anarquismo como de las otras corrientes del movimiento obrero. 
“El 9 de enero de 1919 las masas fueron dueñas de las calles de la ciudad de Buenos Aires y ganaron la iniciativa. Pero el día 10 la perdieron. ‘Con un poco de organización los anarquistas habrían hecho La Comuna; por dos días fueron dueños de toda la ciudad. Después… el ejército y el gobierno dieron armas a todos los comités políticos radicales’, escribió José Ingenieros a su padre”, cita Vargas. 
La represión fue feroz, a la medida del terror de las clases dominantes. Esto hizo decir a un autor, favorable al “escarmiento” pregonado por el general Dellepiane: “hasta 1969, no reaparecerán en la Argentina los movimientos subversivos con grandes disturbios callejeros y terroristas”. (Enrique Díaz Araujo, La semana trágica de 1919, II parte, Mendoza 1988).
Siguiendo con los anarquistas, recordemos que predominaban en la FORA del 5° Congreso los “anarquistas organizadores” o anarco sindicalistas, que veían con simpatía a los “maximalistas” que habían dirigido la Revolución Rusa, triunfante apenas un año antes.
Vargas  cita una conversación con Normando Íscaro, que con los años fue un dirigente del Partido Comunista: “Esperaba la revolución. Por eso estaba con el anarquismo. Y en la Semana Trágica muchos creímos que era posible. Pero entonces nos dimos cuenta de que se hablaba de la Revolución, pero no se tenía nada preparado para ese momento. No había organización. No había armas. Sólo algunas escopetas viejas. Allí me desilusioné del anarquismo”.
Estas expresiones de Íscaro develan la concepción de los anarquistas de la revolución como un levantamiento espontáneo, sin la necesidad de organizarla, como habían enseñado Lenin y los bolcheviques: “La Revolución Social es ya un hecho, nadie discute su necesidad”; “Falta sólo la mano audaz que la provoque, el brazo atrevido que dé, con éxito, el primer piquetazo demoledor”, decían los llamamientos anarquistas en ese momento.