Bruno Arias ha festejado los veinte años de su debut en el Festival de Cosquín con una formidable y potente actuación plena de belleza musical, coreográfica y visual, en la que el artista jujeño desplegó su talento, carisma y dominio del escenario.
A lo largo de casi una hora de actuación, Bruno desplegó un programa nutrido de zambas, chacareras, carnavalitos, caporales.
Para ello contó con una destacada banda de diez músicos (guitarras, violines, teclado, vientos andinos, charango, bajo, percusión y voces), además de los grupos de danza “Raza de bronce”, integrado por bailarines de distintas ciudades del país, y sicuris mujeres (tocadoras de sikus) de Tilcara.
Su voz, franca en la emisión y bella tímbricamente, está dotada de una extensión considerable, lo que le permite abordar agudos con comodidad bagualera y, a su vez, conmover con su zona de tonos medios, muy apropiados cuando canta pasajes íntimos y delicados.
Bruno, austero, con su poncho oscuro y su sombrero, fue el conductor de la sesión. Su estilo, consolidado y rotundo, sintetiza raíz ancestral, tradición, desenfado y juventud.
La belleza y la convicción van de la mano con Bruno, no sólo cuando cita al inolvidable Jacinto Piedra, o cuando agradece a Ángela Irene, quien lo presentara por primera vez en Cosquín, sino cuando pide al público que se ponga de pie para gritar un «sapucay contra el ajuste», a lo que siguieron las consignas “El que no salta les pega a los jubilados”, «El que no salta es de Margaret Thatcher” y “El que no salta es un inglés”.
Bruno enarboló esas consignas, tan caras al sentimiento popular argentino, con una suerte de «artística insolencia», en medio de la belleza que se desplegaba en el escenario.
La respuesta entusiasta de la amplia mayoría del público potenció la poesía, tiñendo de ribetes patrióticos e identitarios lo que a esa altura era ya una fiesta.
Canciones como “Kolla en la ciudad”, con su estribillo que dice “Cada 12 de octubre, qué festeja la gente?”, o “Cinco siglos resistiendo”, con la que cerró el programa, son verdaderos himnos que Bruno convierte, cada vez que los canta, en encuentros colectivos en los que se rompe la línea de escenario y platea, de artista y público, para que suceda entonces la ineludible y esperada corpachada.
En definitiva, un encuentro nocturno y profundo con la belleza, y un merecido reconocimiento para nuestro querido y admirado Bruno Arias.
Escribe Hugo Ponce
hoy N° 2045 05/02/2025