Los datos de precios minoristas relevados por el Indec para el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostraron que la inflación de septiembre se disparó en 6,5%, el índice más alto desde abril de 2002 cuando el IPC marcó 10,4% tras la crisis de la Convertibilidad. Así, la suba de precios acumulada en los primeros nueve meses de 2018 alcanzó el 32,4%, lo que augura un cierre de año con 45 a 50% de inflación, el mayor pico desde la hiperinflación de 1991.
La suba por el traslado de la devaluación a los precios y los aumentos de costos dolarizados por el macrismo (como las tarifas y combustibles), afecta principalmente los rubros básicos de la canasta familiar. Por ejemplo, las mayores subas de septiembre se registraron en Transporte (10,4%), Indumentaria (9,8%), Equipamiento y mantenimiento del hogar (9,7%) y Alimentos y bebidas no alcohólicas (7%), las categorías que más impactan en el bolsillo de los hogares de menores ingresos.
Pero donde más se ha sentido hasta ahora el fuerte impacto la devaluación es en los precios mayoristas: el índice de esos precios que registra el Indec se disparó en septiembre ¡al 16%! Con este salto mensual, ya acumula una suba de 66,1% en lo que va de 2018 y la medición interanual se aceleró al 74%.
Si bien estos aumentos no se trasladan automáticamente a los precios minoristas que registra el IPC, por la caída del consumo debida al retraso en los salarios y la elevada tasa de interés producto de la política macrista, el salto en el índice mayorista augura fuertes escaladas en los precios minoristas en los meses por venir.
El Indec dio a conocer además los datos de insumos de construcción, que también presentaron subas importantes. En el índice general fue de 7,3%, que llevó el acumulado del año a 32,5%, impulsado principalmente por la fuerte remarcación en materiales de construcción. Esta categoría mostró una suba de 14%, con lo que ya duplica el costo en lo que va del año. Aquí pega inmediatamente la devaluación, no porque se trate de productos importados sino por la dolarización del sector inmobiliario, lo que también implicará subas en los costos de los alquileres de hogares y empresas, es decir mayor inflación en los próximos meses a medida que tengan que renovarse los contratos.
De conjunto, nada indica que se produzca un notable freno a la inflación pese a la restricción en la circulación de dinero impuesta por el gobierno y el FMI. Al contrario, las elevadas tasas de interés que la misma requiere en un mercado “libre” (dominado por el latifundio y los monopolios imperialistas) llevan a un creciente aumento de los costos financieros que también se trasladan a los precios, es decir a mayor inflación. La política de “déficit cero” es engañosa, pues encubre el creciente déficit financiero del endeudamiento usurario del Gobierno y del Banco Central, como también lo es la llamada “emisión cero”.
Esta última en realidad es “circulante cero” y oculta la creciente emisión de pesos que realiza el Banco Central para retenerlos, aumentando su endeudamiento por las acrecentadas tasas de interés que debe pagar en las renovaciones casi diarias de sus Letras, con grandes ganancias para el sector financiero. Así esa mayor emisión no puede validar inmediatamente mayores aumentos de los precios, mientras se agravan los altos costos que provocan al consumo y la producción las elevadas tasas de interés. Pero esa inflación reprimida con creciente endeudamiento usurario incuba un estallido hiperinflacionario, como ya lo hemos vivido en nuestra historia con políticas semejantes de conciliación o directamente al servicio de los intereses dominantes. Perspectiva que hoy se ve agravada por la creciente dolarización en la que viene metiendo al país la política macrista para satisfacer a los latifundistas y monopolios imperialistas, que aumentan así su tajada en feroz disputa en la producción y el comercio deprimidos y particularmente en las finanzas, que buscan reforzar con el pacto de sumisión al FMI.
Escribe Eugenio Gastiazoro
Hoy N° 1740 24/10/2018