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26 de junio de 2013

60 años de un crimen sin justicia

“Salvad a los Rosenberg”

Los esposos Ethel y Julius Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica de la cárcel de Sing Sing, el 19 de junio de 1953. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos.
Habían sido arrestados a mediados de 1950, bajo los cargos de espionaje y revelar el secreto de la bomba atómica a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Los esposos Ethel y Julius Rosenberg fueron ejecutados en la silla eléctrica de la cárcel de Sing Sing, el 19 de junio de 1953. Fue la primera ejecución por espionaje de civiles en la historia de Estados Unidos.
Habían sido arrestados a mediados de 1950, bajo los cargos de espionaje y revelar el secreto de la bomba atómica a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
El juez Kaufman, que los sentenció a muerte, consideró que tales “actos eran más graves que un asesinato”.
Poco importaron las movilizaciones de millones de personas que reclamaban clemencia en diversas latitudes del planeta.
Tampoco que los dos hijos del matrimonio, Michael y Robert, de siete y diez años, eran condenados a la orfandad.
“Salvad a los Rosenberg”, devino consigna internacional en la que coincidían científicos de la talla de Albert Einstein o artistas como Pablo Picasso.
Pero los Rosenberg fueron chivos expiatorios de un cambio en la correlación mundial de fuerzas, contra lo que se descargaba el anticomunismo del establishment estadounidense.
El panorama internacional de la postguerra estaba marcado por la confrontación este-oeste.
La URSS había probado su primera bomba atómica en agosto de 1948 y fijado la paridad nuclear frente a Washington, que las había estrenado el 6 de agosto de 1945 contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. Un año después, 1 de octubre de 1949, triunfaba la revolución democrática popular en China con la mira puesta en la construcción del socialismo.
La guerra de Corea (25 de junio de 1950 al 27 de julio de 1953), con la intervención directa de tropas norteamericanas en combate contra coreanos y chinos, apoyados por la URSS, fijaba el anticomunismo en la categoría de histeria en Estados Unidos.
Los esposos Rosenberg provenían de familias judías probres de Nueva York. Ambos formaron parte de la Young Communist League, las juventudes del Partido Comunista de los Estados Unidos, en la década del 30 del pasado siglo.
Fueron activos defensores de la España republicana. No es coincidencia que en vísperas de su muerte, Julius le escriba a Ethel, en castellano: ¡No pasarán!
Ethel, en póstuma misiva, suscribe que ella y su esposo son “las primeras víctimas del fascismo norteamericano”.
Unas líneas después agrega con convicción: “mi esposo y yo seremos reivindicados por la historia”.