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02 de octubre de 2010

Barack Obama, presidente electo de la superpotencia global. ¿De dónde salieron los votos? La crisis económica yanqui y mundial, el telón de fondo. Lo que cambia y lo que no.

¿A dónde va Obama?

Hoy 1242 / En medio del terremoto de la crisis económica yanqui y mundial

La sociedad norteamericana se conmocionó. Tras dos siglos de racismo basado en la esclavización de los negros, el afroamericano Barack Obama será presidente de los Estados Unidos desde el 20 de enero y por cuatro años. Al menos si no es asesinado, antes o durante ese período, por sectores ultrarracistas o ultramilitaristas de la burguesía norteamericana.
Joven y carismático, Obama logró el apoyo de millones de jóvenes que se movilizaron y aportaron materialmente a la campaña electoral, y de las comunidades de origen inmigratorio –afroamericanos e hispanos– que en EE.UU. constituyen el grueso de las masas pobres urbanas.
Tras su resonante victoria sobre Hillary Clinton en la interna demócrata, Obama logró en los hechos un acuerdo con el “clintonismo” que volcó en su favor también a una masa importante de trabajadores blancos, y que ahora se expresa en la integración de personeros de ese sector de los monopolios yanquis al gabinete en gestación del presidente electo, incluyendo posiblemente al ex secretario del Tesoro Lawrence Summers en el mismo cargo, y a la propia Hillary en el ministerio de Justicia.
Su rival, el republicano John McCain, levantado (incluso por el propio Obama) como “héroe” de la ocupación colonialista y del genocidio yanqui en Vietnam, no logró despegarse de la catastrófica herencia económica y política del carnicero Bush, que cierra sus 8 años en la Casa Blanca con una gigantesca crisis que golpea a los trabajadores y a las capas me-dias, con un endeudamiento fiscal sin precedentes; y con el merecido odio de los pueblos del mundo por las brutales agresiones imperialistas contra Afganistán e Irak, por los campos de concentración y tortura de Guantánamo y Abu Ghraib, y por las intentonas golpistas contra los pueblos venezolano y boliviano.

¿A dónde vas, Obama?
Aunque numéricamente la votación de Obama no fue abrumadora, su candidatura despertó expectativas en amplios sectores del pueblo norteamericano por una política de perfil más “popular” en el contexto de la durísima recesión que se avecina. Sin embargo, en los EEUU no surge, ni se impone, ni se sostiene ningún candidato a cargos importantes si no es con el apoyo político y dinerario de algún sector de los grandes monopolios industriales, financieros y militares que dominan su economía y su Estado.
También Obama crea expectativas en dirigentes y grupos populares de muchos lugares del mundo, incluyendo líderes reformistas y nacionalistas de América Latina, de que se aleje de las políticas agresivas y belicistas de Bush.
Es posible que efectivamente Obama decida deshacerse de algunas de las lacras bushistas desmontando el infame campo de concentración y torturas de Guantánamo. Pero es muy poco probable que devuelva esa base a la soberanía de la nación cubana, o que decida levantar el bloqueo con el que los yanquis intentan asfixiar a ese pueblo desde hace más de 4 décadas, o que renuncie al acoso imperialista contra Chávez.
 Tampoco puede suponerse que derogará los subsidios y barreras comerciales que perjudican a las exportaciones de América Latina: el contexto de la crisis yanqui hace esperar más bien lo contrario (y no sólo de los Estados Unidos).
“Cuán grave es la situación cuando ellos le han dado las llaves del reino a un hombre negro”, escribió Mumia Abu-Jamal, desde la cárcel. En cuanto a la “negritud” de Obama, Noam Chomsky escribió que era “un blanco que tomó dos horas de sol”, recordando que fue criado por su abuela blanca y que estudió en Harvard.

Disímiles apoyos
El eje de esta elección fue la profundísima crisis económica que estremece al imperialismo yanqui y que ya arrastra al resto del mundo: los principales bancos de inversión hundidos, gigantescos monopolios como Ford y General Motors al borde de la quiebra, cientos de miles de despidos, miles de casas rematadas, costos de salud y universidad inaccesibles, desaparición del crédito, caída del consumo.
Las propuestas de Obama sobre asegurar atención médica a los pobres a cargo de los gobiernos estaduales, y su promesa de “salvar a la clase media”, fueron bases fundamentales de su triunfo.
A pesar del tono “populista” del discurso de campaña de Obama, nunca dejó en claro si el TARP (Programa de Alivio de Activos en Dificultades) será destinado a ayudar a los propietarios hipotecados, a inyectar más capital en los bancos e industrias en peligro, o a introducir al Estado en la gerencia de los mismos.
Mientras el poderoso complejo industrial-militar que durante 8 años catapultó y sostuvo a Bush apoyó ahora a McCain, la candidatura de Obama pareció alinear al sector financiero, que saludó su triunfo con una breve alza de las bolsas, para volver a derrumbarse enseguida en evidente muestra de la desconfianza social en el futuro próximo de la economía norteamericana. “Imaginamos que respaldará aún más estímulo fiscal que los 200.000 millones de dólares que hemos puesto en nuestra previsión”, se esperanzó el vocero del banco de inversión Goldman Sachs.
Al parecer, en el marasmo de la crisis los prohombres de Wall Street pusieron sus fichas en Obama y los demócratas como promotores de medidas de defensa del mercado interno y de protección y apoyo a la industria yanqui frente a la dura competencia china, japonesa y europea.
Obama le reclamó al saliente Bush un paquete de medidas para reactivar la economía, similar al New Deal de Franklin Roosevelt en los años ’30: obras públicas, créditos al consumo, subsidios a los desocupados, ayuda alimentaria y cobertura médica para los pobres.
Si no lo aprueba Bush deberá implementarlo él mismo a partir de enero, con el riesgo de que para entonces la crisis sea aún más grave. Para todo eso se destinarían 100 mil millones de dólares, una suma grande pero incomparablemente menor que los 700 mil millones consagrados a salvar a los bancos.
Obama no dijo de dónde saldrán esas cifras descomunales. No dijo cuánto se ahorrarían los EEUU retirándose de inmediato de las infames guerras de ocupación de Irak y Afganistán, a las que tampoco denunció.
Al contrario, dijo que la retirada de Irak en un plazo de 16 meses, debería servir para reforzar con más tropas la ocupación de Afganistán. Incluso suena como jefe del Pentágono el general Colin Powell, que en 2003 expuso ante la ONU los mentirosos argumentos de la banda bushista para justificar la invasión colonialista a Irak.
Los pueblos y naciones oprimidos no pueden desprevenirse: herido el tigre en su potencial económico y militar, sus inexorables necesidades hegemonistas empujarán a sectores de la burguesía monopolista a nuevas ofensivas.