Rescato en vos lo mejor de cada tigre y de cada mono. Por eso rescato de vos tu entusiasmo revolucionario, tu enorme humildad, tus contradicciones, tu vida de luchador.
Rescato el fuego que estallaba en tu corazón, cada vez más enfermo y que no resistió tu deseo final: seguir luchando por una sociedad más justa. La que recordabas emocionado al mirar el cuadrito que te regalaron tus “compañeros del mundo”, obreros del puerto de la China socialista.
Rescato en vos lo mejor de cada tigre y de cada mono. Por eso rescato de vos tu entusiasmo revolucionario, tu enorme humildad, tus contradicciones, tu vida de luchador.
Rescato el fuego que estallaba en tu corazón, cada vez más enfermo y que no resistió tu deseo final: seguir luchando por una sociedad más justa. La que recordabas emocionado al mirar el cuadrito que te regalaron tus “compañeros del mundo”, obreros del puerto de la China socialista.
Con tu particular condición de fervor y humildad transmitías lo que habías vivido y lo que estudiabas sin descanso.
No te pude despedir Miguel.
¡Qué contradicción!
…y sin contradicciones no hay vida. Por eso mi homenaje es por más: no es despedida. Es el eco de tu llamado incesante a la unidad, llevando en alto las banderas del marxismo-leninismo-maoísmo.
En vos mi homenaje a todos (sé que lo querrías así) los que como vos tienen esa llama que encendió el viejito Heráclito: fuego sin principio y sin fin, el de las mujeres, hombres y jóvenes, a los que tanto quisiste –porque eras viejo y joven- que luchan por el comunismo. Arlet