En el corazón del modelo agroexportador de Argentina, desde hace algunos meses, se viene desarrollando un duro conflicto por despidos en la planta de Cargill ubicada en Villa Gobernador Gálvez; empresa de origen norteamericano que encabeza el ranking de facturación del grupo de empresas que hoy monopolizan gran parte del comercio exterior de nuestro país.
Este conjunto de empresas, en su gran mayoría extranjeras, están radicadas en la zona del gran Rosario y ubicadas a la vera del Río Paraná, por donde salen gran parte de las riquezas que se producen en nuestro país. El volumen de facturación anual de estos puertos-fábricas ronda los 25.000 millones de dólares.
Durante el kirchnerismo, con precios récord de las materias primas (granos, aceites y derivados), amasaron fortunas. Pero, sin duda, de la mano de las políticas del gobierno de Macri han logrado mayores beneficios a partir de un conjunto de medidas orientadas a darles mayor “competitividad” en el escenario mundial: reducción en los costos operativos y aduaneros, rebaja del servicio de practicaje y pilotaje, remolque, amarres y estiba, entre otras. A esto se suman inversiones millonarias en infraestructura (plan Belgrano Cargas, accesos a terminales portuarias, etc.) y como si esto fuera poco, a principio de año, se llevó a 10 años el plazo que tienen los exportadores para liquidar en el país los dólares obtenidos por ventas al exterior. Una claudicación que constituye una renuncia a cualquier posibilidad de soberanía monetaria, siendo que 1 de cada 3 dólares que ingresan a la Argentina corresponden al complejo agroexportador. La última devaluación, que constituye un verdadero hachazo a los salarios de los trabajadores, es también una medida que beneficia al sector exportador.
Hay que decir también que en el ámbito provincial cuentan con exenciones impositivas de larga data. Las principales multinacionales radicadas en la provincia están exceptuadas del pago de Ingresos Brutos (impuesto que paga cualquier pequeño comerciante independientemente de lo que comercialice), y como dijo el gobernador Lifchtiz en el remate del primer lote de soja realizado en la Bolsa de Comercio de Rosario: “es el sector en el que vamos a poner todas las fichas” por considerarlo uno de los sectores más dinámicos de la economía, sosteniendo que “ahora le toca al Estado” en relación a la necesidad de invertir en mejoras para el sector.
Es por todo esto que la lucha de los trabajadores de Cargill, no es sólo una lucha reivindicativa por los derechos de los trabajadores, es una lucha que desnuda la esencia de las políticas que se han aplicado en Argentina en los últimos años en favor de un puñado de monopolios imperialistas.
“El gremio va a resistir hasta el final”
En este marco, entrevistamos al secretario general del Gremio de Aceiteros de Rosario (Soear) para que nos comente la situación actual que están pasando los 33 despedidos de la multinacional y los pasos a seguir por parte del gremio.
—¿Cómo es la situación actual del conflicto?
—El Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria, la cual fue acatada por todos menos por la empresa. El 21 [al cierre de esta nota] analizaremos si se continúa con la medida dentro de la planta y el jueves 24 hay una audiencia donde la Federación analizará si retoma el paro nacional o no.
Es curioso que una empresa que pertenece a la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) no acate la conciliación obligatoria y que continúen con el mensaje de que los 33 despidos son porque quiere mejorar los perfiles de los trabajadores para mejorar la productividad; siendo que con estos trabajadores facturó $100.000 por minuto. A este discurso hay que sumarle las denuncias penales que hicieron, el desafuero a las comisiones internas y a los delegados. Yo creo que Cargill viene a atropellar y a llevarse por delante al gremio. Y el gremio va a resistir hasta el final, porque tenemos razón.
No hay que olvidarse, que entre los despedidos hay compañeros que estaban enfermos y otros que los habían reubicado estando “rotos” por su función. Todo esto hecho sin ningún tipo de sensibilidad. Evidentemente la decisión de Cargill está motivada por el contexto político.
Nosotros consideramos que Cargill quiere disciplinar a los trabajadores y su gremio; que es luchador y que ha peleado para que no haya tercerizados, logró el sueldo mínimo vital y móvil –que contempla la Constitución Nacional- (recientemente se acordó en $30.000). Cargill viene a tomar control de todo como lo tuvo alguna vez para hacer lo que quieran. Buscan ser la punta que inicie la flexibilización laboral.
Los despidos son excusas para venir por el Sindicato de Rosario y la Federación de Aceiteros. Allá está Trump y acá está Macri; creen que vamos a volver a la esclavitud, me parece. Eso no va a pasar mientras podamos seguir luchando hasta el final. Está claro que nos quieren llevar puestos porque reclamamos por los derechos de los trabajadores.
—Viendo el conflicto para adelante ¿cómo ves la fuerza del sindicato?
—Sabemos que no es fácil; Cargill es la empresa de agronegocios más grande del mundo, pero el sindicato está de pie y firme. Resolvemos todo en asamblea y mientras los trabajadores estén luchando el sindicato va a estar ahí hasta el final. Y si tenemos que morir vamos a morir de pie. Es muy triste la situación. Hay compañeros depresivos por la situación que están pasando; eso es realmente violencia. Cargill se abusa del poder que tiene y no tiene ningún miramiento en despedir arbitrariamente a trabajadores, abusando del contexto político nacional.
Ellos hablan de seguridad y han enviado a personal de prefectura armado a un sector donde hay 1 millón de litros de hexano que es altamente combustible. Si a alguien se le escapaba un tiro, volábamos todos. Esperemos que no militaricen la fábrica y suframos alguna pérdida. Porque siempre pasa que a los muertos los pone la clase trabajadora. Que el conflicto se desarrolle en una ciudad grande como Rosario, y no en una pequeña localidad, nos da mucha visibilidad y el apoyo de muchos sectores. Eso no les va a permitir ocultar el conflicto.
—¿Están manteniendo conversaciones con multisectoriales o movimientos para juntar más fuerzas?
—Estuvimos en las reuniones del 21F. Nosotros somos independientes y respondemos a los que determinan los trabajadores en las asambleas. No respondemos a ningún partido político. No estamos ni con uno ni con otros; vamos a estar con todos los trabajadores y cuerpos orgánicos que quieran luchar contra este modelo que nos van a llevar puesto a todos. Vamos a resistir y a luchar junto a todos los sectores para pararle la mano a Macri. Si bien somos respetuosos de las instituciones y el voto; creo que en cualquier momento choca el barco. Todos los días surgen diferentes negociados y diferentes inconvenientes como la escalada del dólar, favoreciendo la timba financiera y subiendo los intereses. Todo esto nos lleva a vivir una crisis como la que ya vivimos.
Corresponsal
Hoy N° 1718 23/07/2018