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03 de junio de 2015

Tras una huelga de 25 días los trabajadores enrolados en la Federación Aceitera lograron aumentos que llegan al 36% pese 
a las presiones de las grandes aceiteras y el gobierno. La pelea propagandística por el balance y la historia de un conflicto que removió las paritarias que encaminaban a cerrase por debajo de la inflación y se transformó en un ejemplo para el resto de los trabajadores argentinos. Publicado en brujulacomunicacion.com

Aceiteros: de lo posible a lo necesario

Victoria de los trabajadores

Más de 10 horas duró la reunión entre las cámaras empresarias del aceite (Ciara, Ciavec y Carbio), el gobierno nacional y la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines de la República Argentina en la que se terminó acordando llevar el piso salarial del convenio de $10.500 a $13.420, un 27.8% de aumento para los más de 20 mil trabajadores del sector. Piso para la primera categoría al que los aceiteros le agregan una serie de ítems negociados  directamente con las  cámaras el lunes 1/6, con lo que llegaron a un salario para la categoría inicial de $14.300.
Al comienzo de la discusión los aceiteros cifraban el salario necesario en $14.931, número que se volvió emblemático durante las jornadas del conflicto y se transformó en una bandera para discutir algo más que salario. Lo que allí se estaba poniendo en el escenario era la pelea distributiva entre las grandes empresas aceiteras (en su mayoría multinacionales) que ganaron millones con el modelo económico agroexportador instaurado esta última década y la posibilidad de que los trabajadores ganen un sueldo que cubra la canasta básica.
No es una pelea menor si se tiene en cuenta que el Indec arrojó el año pasado que el 50% de los trabajadores argentinos, con sueldos en blanco, cobran menos de $6.000 y la canasta familiar según mediciones privadas sobrepasa los 12 mil. Los $14.931 exigidos por los aceiteros surgieron del estudio que anualmente realiza su equipo económico tomando como base los ítems que el Indec utilizaba hasta 2013 para medir la canasta familiar, se va estimando el sueldo necesario para cubrir las necesidades básicas de un trabajador.
“No queremos hablar de porcentajes, porque el porcentaje confunde. No es lo mismo el porcentaje para un trabajador que cobra 5 mil que para el que cobra 10 mil. La ley de contrato de trabajo es clara y específica que tenés que cubrir las necesidades básicas y nosotros consideramos que para eso cualquier trabajador tiene que ganar como punto de partida $14.391 (actualmente es de $10.500) para tener una vida más o menos digna”, explicaba Daniel Yofra, secretario de la Federación en el comienzo del conflicto.
 
 La mano visible del gobierno
Inmediatamente cerrado el acuerdo, el gobierno, a través de la agencia oficial Telam y sus medios afines, salió a jugar el balance. Había que instalar que los aceiteros cedieron al tope del 27% exigido por el gobierno. Presentando el resultado como una victoria además, trataban de borrar lo que el largo conflicto puso al descubierto. El activo rol del gobierno en poner un techo a la discusión y la ilusión que resultó la supuesta libertad de la que gozaban las negociaciones paritarias.
Cuando el conflicto llevaba ya 20 días, las cámaras aceiteras cedieron a las exigencias de los trabajadores acordando un aumento que llevaba el sueldo básico a $14.300, y fue en ese momento cuando el gobierno, que venía presionando a través de sus sindicatos afines y tras bambalinas para que los aumentos no sobrepasen el 27%, quedó al descubierto.
La farsa de las paritarias libres dejaba paso al verdadero rol de Tomada y Kicillof, encapsular los reclamos e impedir una recomposición salarial acorde a las necesidades de los trabajadores. Escudados en la excusa de que un aumento mayor al 27% se trasladaría a los precios, el gobierno quedó en “offside” con el reclamo aceitero. La producción aceitera es casi en su totalidad para la exportación, y por otro lado el costo laboral del sector que va del 0,5% al 1,8% desenmascaraba el falaz argumento. El problema es otro.
El modelo económico tal cual está planteado exige que el resto de los gremios no tomen el ejemplo aceitero, y como trataron de hacer la UOM, la Uocra o Comercio cierren paritarias por debajo de la inflación.
Lo que no parece discutirse es quién se apropia de la ganancia. Si el conjunto de los gremios consigue aumentos por encima del 30%, ¿eso generaría indefectiblemente inflación? ¿No hay otra variable, como que esos costos los absorban las empresas? Las empresas tiene la libertad de trasladar los costos a los precios, sin dejar de ganar un centavo, mientras que los trabajadores deben resignar sus necesidades para mantener “estable el modelo” La única variable que maneja el gobierno parece ser ajustar para abajo.
“El compromiso es que el lunes vamos a llegar al 36%. Son negociaciones generales con la cámara. Lo hemos hecho en otra época. Las empresas tienen una rentabilidad que pueden pagar”, explica Yofra. Y los números lo avalan. Las trece empresas más grandes del sector oleaginoso facturaron en 2013 o hasta el primer bimestre de 2014, $176.889 millones de pesos en un lapso de doce meses, un 142% más que en el año 2009.
 
Otra forma de reclamar
“La alineación de los trabajadores, la Comisión Interna, el Sindicato y la Federación en un solo reclamo”, fueron los elementos determinantes a la hora de sostener y profundizar la lucha que finalmente culminó con triunfo señalaban los dirigentes aceiteros en la asamblea nacional que el 25 de Mayo realizaron con cerca de 1.000 trabajadores frente a la planta aceitera Santa Clara, en Rosario. 
Con bloqueos a las empresas, piquetes y hasta una asamblea nacional multitudinaria no sólo consiguieron el aumento que exigían sino que en el camino desnudaron las políticas de topes salariales del gobierno y la posición conciliadora de otras direcciones sindicales que aceptaron cifras menores o perteneciendo al mismo sector no se plegaron al reclamo.
Una pelea sectorial que por esas cuestiones del destino triunfó en el día en que se conmemoraba la gigantesca gesta obrero estudiantil que conocemos como el Cordobazo.
Una pelea que, salvando las enormes distancias, tiene en común con aquella la idea de un reclamo concreto que se transformó en un cuestionamiento no solo a las políticas del gobierno sino a la manera en que los trabajadores ejercen su derecho a la representación y al reclamo, retomando viejas banderas democráticas y clasistas.
Quizá en unas semanas el reclamo deje de poblar los diarios y medios de la región y el país, pero en la cabeza de los trabajadores que observaron con detenimiento este conflicto nada volverá a ser igual.