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27 de marzo de 2019

De una ponencia de Otto Vargas, secretario general del PCR Parte 1, de 3

Acerca de la burguesía nacional

Para el Seminario Internacional realizado en Alemania en 1993, en el Centenario del nacimiento de Mao Tsetung, Otto Vargas escribió “Reflexiones sobre una charla del camarada Mao”, de cuya segunda parte extractamos estas notas.

Luego, Mao plantea el tema de la burguesía nacional: “En los países que sufren la opresión imperialista, hay dos tipos de burguesía: la burguesía nacional y la burguesía compradora. ¿Existen dos tipos de burguesía en sus países? Seguramente en todos ellos existen”. En nuestro caso llamamos burguesía intermediaria a la que los chinos llaman burguesía compradora.

La burguesía compradora, plantea Mao, “es siempre lacaya del imperialismo y blanco de la revolución. Ella se desglosa, a su vez, en diferentes sectores dependientes de diversos grupos monopolistas: los de Estados Unidos, Inglaterra, Francia y otros países imperialistas. En la lucha contra los sectores de la burguesía compradora hay que utilizar las contradicciones interimperialistas y enfrentar primero a uno de esos sectores, golpeando al enemigo principal del momento”. Y da como ejemplo que “en el pasado, la burguesía compradora china tenía un sector proinglés, otro pronorteamericano y otro projaponés. Durante la Guerra de Resistencia contra el Japón, explotamos las contradicciones entre Inglaterra y Estados Unidos, por un lado, y el Japón, por el otro, para echar abajo primero a los invasores japoneses y al sector de la burguesía compradora que dependía de ellos. Luego pasamos a combatir a las fuerzas agresoras de Estados Unidos e Inglaterra y a derribar a los sectores pronorteamericanos y proingleses de la burguesía compradora”. El ser una semicolonia dominada por diversos países imperialistas era un rasgo característico de China, que la diferenció y resultó una ventaja –planteó Mao– sobre la India, que fue colonia del imperialismo inglés.
En nuestro caso, la opinión de Mao nos sugiere varias reflexiones. La Argentina es un país dependiente, con una parte de su territorio (Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur) bajo dominio inglés. Un país en el que el imperialismo inglés fue dominante hasta la década del 40. Pero que fue siempre una presa disputada por varias potencias imperialistas. Primero fue Francia y Alemania y otros imperialismos menores, además de Inglaterra; luego fueron los yanquis, que siempre aprovecharon nuestra ubicación geográfica en lo que consideran su patio trasero. En 1945, el Partido Comunista de la Argentina cometió un error que, al no ser autocriticado, signó para siempre su destino como partido revolucionario: señaló como enemigo principal al imperialismo alemán –ya derrotado– y se alió con el imperialismo yanqui (convertido entonces en el enemigo principal). Golpeó como blanco a la burguesía nacional representada por el peronismo. Esta usó las contradicciones interimperialistas para encabezar un proceso de reformas antiimperialistas, ganar el apoyo de las grandes masas populares y afianzarse en el poder.

Nuestro Partido, el PCR, encabezó en 1974 la denuncia del golpe de Estado en preparación y el rol que jugaba en esa conspiración el socialimperialismo soviético. Nos unimos así, férreamente, con las masas peronistas que enfrentaban ese complot golpista y cuando, en 1976, el mismo se impuso, pudimos luchar contra esa dictadura estrechamente unidos a las masas obreras y campesinas, que en nuestro país siguen mayoritariamente al peronismo. Denunciamos la hegemonía soviética en esa dictadura (la más sangrienta que conoció nuestro país en este siglo) y la desenmascaramos ante las grandes masas. Dado que el socialimperialismo soviético en América Latina trabajó principalmente a través de sus agentes y fuerzas camufladas en las Fuerzas Armadas y en las organizaciones políticas y sociales, terratenientes, burguesas y populares, ese trabajo de desenmascaramiento fue fundamental para aislarlo y derrotarlo. En esa lucha explotamos las contradicciones del imperialismo soviético con los anglo-yanquis. Cuando los sectores prosoviéticos, en 1978, hegemónicos en la dictadura de Videla-Viola, pusieron proa a la guerra con Chile por la disputa del Canal de Beagle, la actitud de sectores imperialistas europeos, de la Iglesia Católica e, incluso, de los propios yanquis, posibilitó aislar al sector belicista, impedir la guerra y abrir el proceso del fin de la dictadura.

Durante la Guerra de Malvinas, en 1982, fue diferente la posición de los sectores prosoviéticos, de los proyanquis y de los proingleses. Esta es una realidad que se evidenció incluso en el abrazo de la dictadura con Fidel Castro en ese momento. Ante el conflicto con Gran Bretaña, los sectores prosoviéticos dentro del país tuvieron una actitud de aparente apoyo, de apoyo al menos verbal, a la causa nacional y, objetivamente, se golpeó junto con ellos en determinado momento al imperialismo anglo-yanqui. Digo aparente apoyo porque, en lo fundamental, ese apoyo no fue tal. En los años más crudos del terror dictatorial, entre 1976 y 1980, el gobierno de James Carter, por intermedio de Patricia Deryan, tuvo una posición política concreta de denuncia de violaciones de libertades democráticas en la Argentina. Inclusive organizaciones cercanas al Departamento de Estado yanqui intervinieron para salvar la vida de una cantidad de presos políticos, mientras que la Unión Soviética, Cuba, y demás países subordinados a la URSS, se negaban a condenar a la dictadura argentina por sus violaciones a los derechos humanos.

Es decir que, de acuerdo con el momento político concreto, es posible, marchando separados, como enseñó Lenin, golpear juntos o neutralizar a sectores de burguesía intermediaria de imperialismos que son los dominantes. Desde ya que la política de apoyarse en un imperialismo para combatir al otro, está harto demostrado, lleva al desastre. En la Argentina, por lo menos, ha sido comprobado así históricamente. Pero esto no quiere decir que no se puedan aprovechar las contradicciones interimperialistas en países como el nuestro.

Mao plantea luego que: “Entre los terratenientes, los más reaccionarios representan una minoría y, cuando se los golpea, no hay que revolver con ellos a los que son patriotas y están a favor de la lucha contra el imperialismo. Es preciso, además, hacer una distinción entre los terratenientes grandes y pequeños. No se debe asestar golpes a un mismo tiempo a demasiados enemigos, sino a un pequeño número, e incluso de entre los grandes terratenientes hay que dirigir el golpe solo contra el reducido número de los más reaccionarios. Golpear a todos a la vez parece muy revolucionario, pero en realidad causa mucho daño”.

En nuestro caso, la opinión de Mao tiene mucha importancia. Fueron terratenientes criollos los que hegemonizaron la lucha por la liberación del yugo colonial español. Los terratenientes –la oligarquía como se la llamó en la Argentina– fueron la clase dominante y aún hoy, aburguesados, entrelazados con el capital financiero internacional y nacional, constituyen una parte esencial del núcleo del bloque de las clases dominantes. Con la transformación del capitalismo en imperialismo, a fin del siglo pasado, su existencia y desarrollo dependen de su asociación con uno u otro imperialismo dominante. El hecho de que la producción de los latifundios de esos terratenientes en la pampa húmeda haya sido, en general, competitiva con la del imperialismo yanqui, constituyó siempre una gran dificultad para que éste pudiese dominar nuestro país. La oligarquía, asociada en su época a los ingleses, levantó la consigna de “comprar a quien nos compra”, consigna que volvería a levantar, luego de 1971, cuando pasó a ser socio comercial principal de la Unión Soviética en América Latina.

Pero entre los terratenientes hay diferencias, como señala el camarada Mao. Entre los de la llamada pampa húmeda –hegemónicos– y los del interior. Entre criadores e invernadores en la ganadería. Entre los que están asociados al imperialismo dominante y los que lo están a imperialismos subordinados o menores. Actualmente, entre productores de granos, principalmente de soja, y los productores de leche, carne y trigo. Entre grandes y chicos, como dice Mao. Entre “modernos” (que han introducido relaciones capitalistas en sus explotaciones) y “atrasados” (que practican aún formas de arriendo precapitalistas, como es el caso de los que producen con tanteros, puesteros, pastajeros, medieros, tamberos medieros y contratistas de viñas con formas atrasadas de contratos; e incluso, cobran, en algunos casos, la renta de la tierra en trabajo y/o especies como se practica aún en varias provincias argentinas del nordeste y de la región cordillerana). En la etapa actual, posterior al colapso de la URSS y de agudización de disputa interimperialista, el tema tiene gran importancia para el triunfo de la lucha liberadora. La opresión generalizada a los países del Tercer Mundo por los imperialismos dominantes, que se expresa, entre otros aspectos, por el aumento de las llamadas tijeras del intercambio y la caída de los precios de los productos que producen y exportan nuestros países, y por el subsidio a la producción agropecuaria de las metrópolis imperialistas, en detrimento de la producción de los países de Asia, Africa y América Latina, hace aún más válida que en el pasado la opinión de Mao.

(Publicada en Política y Teoría N° 27, reeditada en Cuadernos del hoy Nos. 79 y 80. En inglés en El pensamiento de Mao Tsetung vive, tomo I, de Publicaciones Nuevo Camino, Essen, Alemania).

Hoy N° 1760 27/03/2019