El 5 de diciembre, a los 68 años y a causa de una cruel enfermedad, falleció el gran artista plástico Eduardo Iglesias Brickles. Había nacido en Curuzú Cuatiá, Corrientes, el 19 de junio de 1944.
Estudió en las escuelas Nacionales de Bellas Artes y fue discípulo de esa gran maestra y grabadora que fue Aída Carballo (quien, al igual que él, integró el Movimiento por la Reconstrucción y Desarrollo de la Cultura Nacional, movimiento donde se expresó la cultura de la resistencia contra la última dictadura).
Eduardo obtuvo, entre otros importantes premios, el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Visuales en Grabado. La originalidad de su obra podía distinguirse a la distancia y estaba atravesada por sus preocupaciones acerca de la realidad de nuestro país y del mundo. Sus pinturas y grabados contenían personajes con sentido épico y reflejaban su identificación con los humildes, “cabecitas negras”, obreros…, así como retrató a los fundadores del marxismo y a los principales líderes comunistas.
Su obra también incluyó retratos de sus afectos cercanos, como su esposa María Inés, sus hijas y amigos.
En su juventud y durante muchos años, Eduardo fue un camarada del PCR. Fue diagramador e ilustrador de nuestros periódicos Nueva Hora y hoy. Fue autor de la imagen emblemática de la chimenea de la fábrica Ford convertida en un puño, durante la célebre toma de la planta por sus obreros en 1985. Durante la dictadura integró la dirección de la revista Nudos en la Cultura Argentina y colaboró, hasta hace muy poco, en la revista La Marea con ilustraciones y lúcidas notas sobre arte.
Con la muerte de Eduardo no sólo hemos perdido a un amigo, se nos fue una cabeza lúcida a la cual recurríamos cuando necesitábamos aclarar la situación de las artes plásticas contemporáneas, sobre todo con la irrupción del post-modernismo.
Eduardo era muy claro en sus ideas y convicciones, y aunque ya no militaba, contábamos con él siempre que necesitábamos de su destreza artística y de su pensamiento crítico. Su compromiso político se expresaba en esa obra singular y personal que definía como “xilo-pintura”, porque tallaba la madera y pintaba el taco original en lugar de sacar copias.
Recordamos una obra de valor histórico, realizada durante la última dictadura: un automóvil detenido en medio de la calzada, con todas sus puertas abiertas y una iluminación de hondo dramatismo, anunciaba la tragedia.
De fuerte colorido, sus pinturas/grabados eran contundentes; penetraban como un mazazo en la mente de los tibios.
Vivió y murió con coherencia, tanto plástica como política.
Eduardo: has entrado en la Historia del Arte Argentino y en nuestra memoria. ¡Hasta la victoria, siempre!