La conocí una noche en la que un grupo de jóvenes de la Federación Juvenil Comunista habíamos salido a hacer pintadas contra la dictadura de Onganía. Dos cayeron presos. Salimos a buscar a un abogado para su defensa. Después de varios fracasos alguien nos dijo: “Vean a Susana Aguad”. Eran las 2 de la mañana, timbreamos, le contamos y la respuesta fue: “Me visto y vamos a la comisaría”. Llegamos, exigió hablar con el comisario y a los gritos lo logró. Le dijo que no nos movíamos de ahí hasta que los liberaran. Salimos con ellos: era una mujer de mucho coraje.
Cuando rompimos con el PC, vino a Córdoba el camarada Otto Vargas y me preguntó por ella. Fui a verla y le conté las razones por las que habíamos roto. Escuchó en silencio, los ojos le brillaron cuando hablé del Che Guevara. “Yo estuve con el Che en Cuba”, me dijo, “estoy con ustedes, ¿qué tengo que hacer?”. Y fue mucho lo que hizo en aquella Córdoba insurrecta.
La lucha y la cárcel
Volvimos a verla con Antonio, Gody Alvarez, quien le propuso organizar un movimiento democrático. Susana fue el alma de un amplio grupo de abogados que formaron la Osppeg (Organización de Solidaridad con los Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales), defendiendo a los encarcelados de aquella dictadura sin importar su militancia partidaria. Fue detenida seis meses estando embarazada, en 1969. Y fue una activa colaboradora del renaciente clasismo, con la recuperación de los sindicatos de la FIAT y luego los mecánicos del Smata.
En 1974 fue nuevamente encarcelada. Tenía la opción de ser liberada si se iba del país. Habíamos decidido luchar contra el golpe, no optar sino pelear por su libertad. Cuando ya se había vuelto imparable el golpe de Estado de 1976, fuimos con Antonio a una reunión con Chiche Naishtat, el compañero de Susana. Nos contó que ella había participado en un viaje secreto del Che, que había estado en Córdoba; incluso había visitado, disfrazado, la planta automotriz de la IKA-Renault: los militares lo sabían, la iban a matar. El Comité Central del PCR decidió que tomara la opción y saliera del país. Lo logró un mes antes del golpe de Estado de marzo del 1976.
Luchadora incansable
Se instaló con su familia en los suburbios de París, donde fue una activa luchadora para hacer conocer en el extranjero el genocidio de la dictadura que se había instalado en la Argentina. Y como recuerdan sus nietos, se involucró en la lucha contra el racismo en Francia. Lejana y oscura es una de sus novelas en las que más tarde recordaría esos tiempos.
Regresó al país en 1984 y se integró a la Conadep, participando en la elaboración del informe Nunca Más. Incansable, inquieta, apasionada de la vida y de la lucha, retomó su experiencia laboralista, luego participó en movimientos barriales. Siempre buscando caminos para cambiar a su Argentina, se vinculó al grupo de intelectuales de Plataforma 2012, mientras escribía sus novelas, rodeada de sus hijos, sus nietos y bisnietos.
Cuando nos volvimos a encontrar, en una de las conversaciones en su bar predilecto, al lado de donde Ernesto Sábato escribió Sobre héroes y Tumbas, le pregunté sobre el Che y lo que nos había contado su compañero Chiche Naishtat. Yo ya había conocido a otra persona que fue parte de ese viaje del Che y se lo dije. Susana sonrió, los ojos cansados le volvieron a brillar, se ensimismó en sus recuerdos. Y solo me contó de su viaje a Cuba. Si el viaje del Che era un secreto, no era ella quién iba a romper ese silencio. Así era Susana.
Querida Susana, te despedimos como se despedía el Che, tu Che, nuestro Che: ¡Hasta la victoria siempre! Ahí, en la victoria, vos vas a estar, porque has sido parte de esa victoria. Vas a estar en el grito de las luchadoras incansables, inquietas, apasionadas de la vida y de la lucha como vos, que se vuelcan a las calles, conquistan sus derechos y asombran al mundo.
Escribe Ricardo Fierro
Hoy N° 1725 11/07/2018