Martí nació en la localidad de Teotepeque el 5 de mayo de 1893, y era el sexto de 14 hijos. Estudió Derecho en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador. En 1920 es deportado a Guatemala por su involucramiento en las luchas populares contra el gobierno de la dinastía Meléndez-Quiñonez. En Guatemala estudia y trabaja. Como simple obrero, jornalero o peón, aprende a compartir el sufrimiento de los explotados. En un país, donde la mayoría de la población es indígena, Martí se compromete con sus luchas e incorpora conocimientos de la lengua quiche. Siendo perseguido por los dueños de las plantaciones de café, Farabundo debe partir temporariamente a México, donde se relaciona con el movimiento obrero y estudia la revolución agrarista de 1910.
En 1925 participó, en Guatemala, en la fundación del Partido Comunista Centroamericano. Ese mismo año regresó a El Salvador, como delegado del Socorro Rojo Internacional, y colaboró en la organización de la Federación Regional de Trabajadores Salvadoreños.
Fue detenido y expulsado del país en varias ocasiones y, desde el exterior, continuó con su trabajo de organización y propaganda, como delegado de la Internacional Comunista.
En 1928 viaja a Estados Unidos donde se une a la Liga Antiimperialista de las Américas, agrupación que lo envía como representante a Nicaragua; allí combatió en las filas del "general de hombres libres" Augusto César Sandino, obteniendo el grado de coronel, y llegando a ser secretario privado de Sandino. Durante uno de los combates contra los invasores yanquis en Nicaragua, Martí dijo: "cuando la historia no se puede escribir con la pluma, se escribe con el rifle", parapetándose en la enramada de un árbol de la selva para abrir fuego contra los aviones de la piratería norteamericana.
En 1930 volvió a El Salvador, donde fue fundador y dirigente del Partido Comunista Salvadoreño (PCS), y uno de los promotores de la insurrección campesina del año 1932. Gobernaba El Salvador Maximiliano Hernández Martínez, que había derrocado a Arturo Araujo en 1931. Unos comicios fraudulentos de comienzos de 1932 fueron el detonante para la movilización del pueblo que suspendió las votaciones en varias zonas. A pesar de que el gobierno declaró estado de sitio y la ley marcial, se sucedieron alzamientos y combates en todo el país, miles de trabajadores, obreros y campesinos pobres con machetes y algunos pocos fusiles asaltaron cuarteles, guarniciones policiales, oficinas municipales, telégrafos, almacenes y fincas. El levantamiento fue reprimido a sangre y fuego por la dictadura, con apoyo de los imperialistas yanquis e ingleses que movilizaron buques de guerra.
Farabundo Martí fue detenido en el inicio del levantamiento, juzgado y condenado por un tribunal militar, y fue fusilado el 1º de febrero de 1932 junto con dirigentes estudiantiles universitarios Mario Zapata y Alfonso Luna Calderón.
El alzamiento de 1932
Con el auge del café, propagándose rápidamente, se fortalecía la clase social gobernante, aliada con los capitales extranjeros y condenaba a la explotación y a la miseria a los pueblos indígenas.
La gran depresión mundial de 1929 devastó la economía salvadoreña, totalmente dependiente del café. Se produjo un colapso del mercado, afectando aún más la situación de las clases populares. El salario en el campo fue reducido.
El descontento llegó a un punto crítico en la zona de Sonsonate, donde se asentaron las bases de una gran revuelta indígena. Los trabajadores se organizaban en un movimiento popular de gran empuje.
La Federación Regional de Trabajadores de El Salvador, creada en 1924 y en la que colaborara Martí, llegó a contar 75.000 afiliados, con el objetivo de luchar por la tierra y el aumento de salarios.
En enero de 1932 se produjo un levantamiento insurgente mayormente indígena, en el que jugó un importante papel el Partido Comunista Salvadoreño.
Los pueblos de Tacaba, Juayúa, Ataco, Sonsonate, Santa Ana, Ahuachapán, Izalco, Cuisnahuat, Santo Domingo de Guzmán, Nahuizalco, y otras, fueron los campos de batalla entre los indígenas y los efectivos de la fuerza armada.
El movimiento duró más de 72 horas, fue controlado por la fuerza armada con la colaboración de los terratenientes que también participaron en las masacres de los indígenas en diferentes lugares del occidente del país.
Este comenzó capturando a las personas involucradas en la insurrección indígena y terminó persiguiendo, torturando y matando a toda aquella persona que vistiera, tuviera rasgos físicos y hablara nuestro idioma indígena.
Se estima que el número de muertos durante este levantamiento fue de 30.000 personas, en donde murieron ladinos, indígenas obreros y soldados del ejército del gobierno.
El Periódico Nuevo Enfoque, 24/01/05