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11 de abril de 2018

Crónicas proletarias (305)

Ajusticiamientos y asesinatos (2)

Kurt Gustav Wilckens, quien ajustició a comienzos de 1923 al fusilador de obreros patagónicos, el coronel Héctor Benigno Varela, era un obrero anarquista alemán, que había llegado al país en 1920. Nació en Brad Bramstedt, Alemania, el 3 de noviembre de 1886, y emigró a Estados Unidos, donde trabajó en empresas mineras de Arizona. Allí Wilckens tuvo activa participación en una huelga general de mineros, por lo que fue detenido. Se escapó de su lugar de confinamiento y en 1919 fue deportado de EEUU a Alemania. Otto Vargas, en El marxismo y la revolución argentina, tomo 2, lo describe: “Minero en su país natal, en Silesia, trabajador en las minas y las cosechas en los Estados Unidos, adonde emigró, fue primero marxista y luego anarquista, adherente a la teoría pacifista de Tolstoi. Era antimilitarista. Preso y expulsado de los EE.UU. por su militancia sindical, viajó a la Argentina y trabajó en las chacras del Alto Valle de Río Negro y como estibador y en otros oficios en Ingeniero White y Bahía Blanca. Fue detenido por cuatro meses en Buenos Aires, cuando estaba próximo a embarcarse para los EE.UU. y, al salir en libertad, se quedó a trabajar en la Capital Federal. Empujado por la desocupación volvió a Ingeniero White, sufrió un accidente, y regresó a Buenos Aires”.
Tras el ajusticiamiento de Varela, Wilcken, herido con la misma bomba que usó, fue detenido y confinado en la Penitenciaría Nacional en Buenos Aires, donde en junio del mismo año, Jorge Ernesto Pérez Millán Temperley, joven de familia aristocrática, miembro de la Asociación Patriótica Argentina y represor en las huelgas de la Patagonia, lo asesinó el 15 de junio de 1923 mientras dormía en su celda. La muerte de Wilckens desató una gran oleada de luchas. La FORA anarquista llamó a la huelga general: “Entonces se va a producir un movimiento espontáneo en todo el país. Sin esperar órdenes de nadie, los obreros comienzan de motu proprio a abandonar los lugares de trabajo (…). La muerte de Wilckens ha logrado un milagro increíble: unir a la dividida clase trabajadora argentina” dice Osvaldo Bayer.
“El paro en los puertos fue total. Lo mismo en las principales ciudades. El lunes la ciudad de Buenos Aires estaba paralizada. Hubo un tiroteo con obreros heridos en la ciudad de Santa Fe. La Unión Sindical Argentina (ex FORA X) salió también a la lucha. En actitud conmovedora, los detenidos en la Prisión Nacional declararon la huelga de hambre. La policía, por órdenes del gobierno de Alvear enterró de incógnito el cadáver de Wilckens, para impedir un funeral de masas”, relata Vargas.

 

Hoy N° 1712 11/04/2018