El teniente coronel Héctor Benigno Varela fue el responsable directo de los fusilamientos de los obreros que protagonizaron las huelgas de la Patagonia en 1921 y 1922. El “comandante” Varela, como se lo nombraba, estuvo a cargo del Regimiento 10° de Caballería, enviado por el gobierno de Hipólito Yrigoyen a reprimir a los huelguistas que, desde la Sociedad Obrera de Río Gallegos, desplegaron esa histórica lucha en pueblos y estancias de todo el sur argentino.
Varela fue ajusticiado por el obrero anarquista de origen alemán Kurt Gustav Wilckens, una calurosa mañana del 27 de enero de 1923, a metros del domicilio del militar, en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires. Según el dirigente anarquista Diego Abad de Santillán, este hecho ocurrió el 25 de enero (ver “La Protesta, su historia, sus diversas fases y su significación en el movimiento anarquista de América del Sur”, escrito para una publicación en el 20 aniversario de este periódico anarquista, editada en 1927).
Wilckens esperó a Varela en la puerta de su casa, y tiró a sus pies una bomba casera, cuyas esquirlas también dieron en las piernas del alemán. Luego lo remató de dos balazos. El propio Wilckens dijo tiempo después “No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No, él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intenté herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal. ¡Pero la venganza es indigna de un anarquista! El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; afirma vida, amor, ciencias; trabajemos para apresurar ese día”.
Jorge Ernesto Pérez Millán Temperley, miembro de la Liga Patriótica Argentina que había actuado como policía en la Patagonia en la represión a los obreros, ejecutó el plan de venganza de sectores de las clases dominantes, asesinando a Wilckens mientras dormía en su celda el 15 de junio de 1923. Había entrado a la penitenciaría disfrazado de guardiacárcel, en una operación pergeñada por el titular de la Liga, Manuel Carlés, dijo el diario Crítica al día siguiente del hecho.
El asesinato de Wilckens desató una inmensa huelga general en repudio, que unió en la acción a las distintas centrales obreras. Su cuerpo tuvo que ser enterrado a escondidas por el gobierno de Alvear, para evitar un masivo homenaje. Dos años después, en un operativo planificado por militantes anarquistas, Millán Temperley fue ajusticiado en el hospicio donde estaba recluido, gracias a las influencias de la Liga Patriótica que lo libraron de la cárcel.
Semanario Hoy N° 1711 04/04/2018