Cacerolas y silbatos acompañaban el sábado 21 de julio el grito de “¡Abajo la suba de los alquileres!” que coreaban los vecinos de Kreuzberg, el populoso barrio berlinés, otrora centro de grandes luchas populares. Hoy es un barrio de trabajadores inmigrantes: los gastarbeiter o trabajadores “invitados”, como se suele llamar a las grandes masas de trabajadores en su mayoría turcos, griegos e italianos que llegaron con el boom industrial alemán de los años 60 y 70.
Cacerolas y silbatos acompañaban el sábado 21 de julio el grito de “¡Abajo la suba de los alquileres!” que coreaban los vecinos de Kreuzberg, el populoso barrio berlinés, otrora centro de grandes luchas populares. Hoy es un barrio de trabajadores inmigrantes: los gastarbeiter o trabajadores “invitados”, como se suele llamar a las grandes masas de trabajadores en su mayoría turcos, griegos e italianos que llegaron con el boom industrial alemán de los años 60 y 70.
Desde hace 9 semanas, la organización de vecinos de Kreuzberg ocupa una esquina emblemática del barrio, Kotbusser Tor., o “Kotti” como se la llama aquí. Ésta del sábado 21 fue la sexta manifestación “ruidosa” que se lleva a cabo contra la carestía de los alquileres.
Desde hace más de 5 años la situación de la vivienda en la ciudad se ha agravado dramáticamente. Se han privatizado y vendido viviendas sociales a inversores privados locales y extranjeros, con lo que han aumentado en forma drástica los alquileres.
Producto de la especulación inmobiliaria y la “seguridad” que Alemania da a las inversiones, Berlín se ha convertido en un “El dorado” para especuladores de todo el mundo.
Berlín es históricamente una ciudad de inquilinos. Con muy buenas condiciones para alquilar y leyes de protección para el inquilino, nadie tenía necesidad de tener su propia casa. Berlín cuenta con 1 millón 900 mil viviendas, de las cuales 1 millón 600 mil están en alquiler. Apenas el resto (300 mil) son viviendas habitadas por sus dueños.
Hasta el año 2000 había en Berlín 400.000 viviendas sociales; 130.000 de ellas fueron privatizadas en los últimos 10 años bajo el gobierno municipal de la coalición SPD-Die Linke (socialdemócratas y “La izquierda”): es la mayor privatización de viviendas sociales de los últimos años. Viviendas que, ahora privatizadas, cotizan en la Bolsa.
Al mismo tiempo, no hubo ningún subsidio estatal para la construcción de viviendas que luego pudieran alquilarse a bajo precio para familias trabajadoras o de bajos recursos. En esta situación, conseguir una vivienda en Berlín a un precio accesible se ha convertido en una misión imposible. Familias que habitan un barrio desde hace más de 30 o 40 años han tenido que dejar sus casas porque ya no pueden costearse el alquiler, que en algunos casos pasó a representar más del 50% de sus ingresos.
¡Nos quedamos todos!
El tema de la pobreza es un tema ocultado en Berlín, donde hay un 13% de desocupación entre los jóvenes, uno de los niveles más altos de Alemania.
La ciudad cuenta con una inmensa masa de jóvenes inmigrantes del sur europeo (en su mayoría españoles y griegos) que buscan el paraíso pero solo encuentran salarios de hambre. Una ciudad “pobre pero sexy”, se atrevió a decir el intendente de la ciudad Klaus Wowereit.
Pero la mayoría de trabajadores precarizados, jóvenes e inmigrantes que vivimos en esta ciudad, lejos estamos de disfrutar esa parte “romántica” de la pobreza. Nos golpean los recortes en programas sociales, de vivienda, educación y salud. Lejos estamos del “paraíso” que algunos pregonan sobre Alemania.
En respuesta a esta situación, en los dos últimos años nacieron organizaciones e iniciativas vecinales por toda la ciudad. A partir de la problemática de la vivienda se va abriendo la discusión a otros temas, como la falta de infraestructura en algunos barrios, la desocupación, los recortes sociales, el racismo y la discriminación. Y, ante todo esto, la necesidad de la organización.
¿Por qué nos vemos obligados a dejar nuestra casa, nuestro barrio, nuestros vecinos, amigos, en definitiva parte de nuestra vida?, se preguntan los vecinos. Y por eso protestan y aseguran: “¡No nos vamos, nos van a tener que empujar, no nos vamos!” (Wir bleiben alle!).