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29 de enero de 2014

Algunas polémicas entre Sarmiento y Echeverría

BREVES DE LA HISTORIA ARGENTINA

 “Echeverría y sus elucubraciones”, “Sarmiento palabrero y hablista”: estos epítetos se los adjudicaron mutuamente Echeverría y Sarmiento cuando se encontraron por pocos días en Montevideo durante el exilio, en época de Rosas.

 “Echeverría y sus elucubraciones”, “Sarmiento palabrero y hablista”: estos epítetos se los adjudicaron mutuamente Echeverría y Sarmiento cuando se encontraron por pocos días en Montevideo durante el exilio, en época de Rosas.
Sarmiento inicia así una corriente valorativa hacia Echeverría que, durante décadas, trató de bajarle el precio, de acusarlo de copista, de hacer plagio, de incongruente, de liviandad de conocimientos, etc. En esta corriente se inscribe Mitre, y sobre todo Paul Groussac, quien en 1896 publica Estudios de Historia Argentina, donde no se explica como “Tal atolondrado pudo pasar por un pensador”.
En esa línea llegamos en el siglo 20, a las teorías de Ingenieros, de Raúl Orgaz y del Partido Socialista, que frente a las frecuentes lecturas y traducciones que Echeverría hacía de Saint Simón, lo calificaron de socialista utópico. En realidad todos ocultaron o difundieron poco algunos textos de Echeverría, que dicen cosas interesantes.
En Mirada Retrospectiva, logra preguntarse qué pasó políticamente para que un sector de las masas fuera ganado por Rosas, y al mismo tiempo se diferencia de los restantes unitarios del exilio montevideano, a quienes acusa de racionalistas que no pueden comprender la realidad.
Es decir, trata de ahondar en tradiciones olvidadas y repudiadas por los restantes exiliados, quienes habían comprado las tesis de civilización, que en última instancia justificaban el dominio europeo de Asia, África y de nuestros nacientes países.
En la misma trampa intelectual, quedó inmerso Liborio Justo, quien en Nuestra patria vasalla (tomo 3, pág. 36), le adjudica a Mirada Retrospectiva, un simple valor de prólogo para la edición de 1846 del Dogma Socialista. A su vez, rescata dos cosas: “El matadero, un cuadro soberbio, y el aprecio intelectual que le tenía Juan Bautista Alberdi” (ver pág. 40, tomo 3 obra citada).
En realidad, literatura y política no van por caminos separados, y no se puede valorar a sus autores al margen de los momentos concretos de la lucha de clases, de las disputas y los proyectos en cada época entre los sectores de las clases dominantes, y la incidencia que tenían sobre ellos las ideas que se debatían en esos años. Rescatada esta cuestión fundamental, podemos ver que Echeverría copió algunas cosas, y que la obra de Mazzini, es reproducida sin citarla en algunos textos, y que muchas de sus tesis eran meras traducciones, porque compartía esas ideas, pero Groussac utiliza eso, no para discutir esas ideas, sino para denostar a Echeverría en bloque.