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24 de julio de 2013

Anarquismo, delincuencia y locura

Crónicas proletarias

 Hubo un tiempo en que se intentó darle un barniz “científico” a la persecución y represión de militantes sindicales y políticos, en particular con los anarquistas. A fines del siglo 19, Cesare Lombroso, médico italiano impulsor del llamado positivismo criminológico, decía que la mayoría de los anarquistas “no son más que unos locos, y para los locos está el manicomio, no la horca ni el presidio” (Los anarquistas, 1894), oponiéndose a la pena de muerte. Lombroso es el autor de la teoría de lo que hoy llamaríamos “portación de rostro”, afirmando que los anarquistas presentan reconocibles rasgos faciales. Así describía al anarquista francés Ravachol: “La cara, extraordinariamente irregular, se caracteriza por… la desviación marcadísima de la nariz hacia la derecha, por las orejas en forma de asa y colocadas a diferentes alturas, y en fin, por la mandíbula inferior enormemente grande, cuadrada y muy saliente, que completa en esta cabeza los caracteres típicos de un delincuente nato”.
Esta corriente, el positivismo criminológico, tuvo seguidores ilustres en nuestro país, que tomaron distintos caminos que Lombroso. Uno de ellos fue el anarquista Pietro Gori, otro fue José Ingenieros. Ambos hacían hincapié en la influencia de los aspectos sociales que determinaban la delincuencia, por sobre la fisonomía. Pero hubo una corriente que desarrolló los planteos de Lombroso para justificar la brutal represión que se descargó sobre el movimiento obrero argentino, consideró a los anarquistas “delincuentes enfermos” que atentaban contra el “cuerpo social sano”, y extendió esos calificativos a los trabajadores inmigrantes.
En las sesiones parlamentarias  en las que se aprobó la Ley de Residencia y los muchos estados de sitio, encontramos varios ejemplos de adónde llevaba esta teoría: el diputado Carlos Delcasse decía “La ley de residencia es una ley esencialmente profiláctica, que interesa más que a nadie a los mismos obreros, que parecen protestar tanto contra ella; es una ley de garantía para eliminar los elementos patógenos de la sociedad, que perturban el desarrollo normal de las instituciones y del trabajo”. Otro diputado, Juan Argerich, planteaba que los inmigrantes eran “elementos semi-bárbaros, inasimilables por una sociedad civilizada a quienes exclusivamente tiende a repeler la ley de residencia, que aspira superiormente a que no sea la República Argentina el vaciadero de las basuras del mundo”.
Estas teorías, que sirvieron para las más bárbaras represiones, subsisten disfrazadas en el aparato represivo. Ayer la “escoria de Europa”, hoy los jóvenes “NENT”, siempre los trabajadores y el pueblo.