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02 de octubre de 2010


Anteproyecto de tesis para la discusión política interna

Anexo Tomo 1: Movimiento Estudiantil Nacional de Acción Popular (MENAP) / Agosto de 1967

De dónde venimos

De dónde venimos

El proceso político que ha dado lugar a la formación del MENAP se remonta a la época 1956/58 en que se produjo el enfrentamiento masivo de estudiantes a la creación de las universidades privadas. En el curso de esas luchas se operó un avance importante en la conciencia del estudiantado argentino, al reconocer la naturaleza reaccionaria del gobierno en el nivel concreto de su experiencia.La universidad llegó a adjudicar esa misma calificación al conjunto de la política de la Revolución Libertadora de cuyo campo de aliados -donde revistara en el 55- se fue independizando el grueso de los estudiantes.Ese proceso se signó por una aguda lucha ideológica en las organizaciones estudiantiles enderezada a derrotar las ideas clericales y gorilas y a desalojar a sus voceros de la dirección de la FUA, federaciones regionales y centros. Al enmarcarse en las extraordinarias movilizaciones del 56 y 58 esa lucha fue saldando permanentes avances de la izquierda que culminaron con el desplazamiento de la vieja dirección gorila por una nueva dirección constituida por un frente de izquierda que integraban socialistas, comunistas e independientes. Los independientes integrantes de esa alianza, a cuya participación remontamos nuestro punto de origen, representaban cabalmente aquel cambio operado en el seno del estudiantado. Sin mayor homogeneidad -ya que aún seguirían protagonizando grandes cambios- eran antigorilas, partidarios de la unidad de la izquierda, enemigos del imperialismo y de la oligarquía, aliados de los trabajadores. Su limitación fundamental consistía en que aún no precisaban que el único camino de progreso y desarrollo en la República Argentina sobreviene a partir de la alternativa política, encabezada por la clase obrera acaudillando al resto del pueblo y enfrentando abierta y perfiladamente al imperialismo y sus clases aliadas. Además, era impreciso en los objetivos políticos a darle al movimiento estudiantil, fuera de su tenaz y acertada brega por desplazar definitivamente a la derecha de las direcciones estudiantiles. La combinación de la política encarada desde la dirección de la FUA: 1. enjuiciamiento de la experiencia desarrollista de Arturo Frondizi, como una variante de los planes de dominación monopolistas, y 2. una apasionada defensa de la Revolución Cubana en todo su profundo proceso que culminara en la proclamación del socialismo, llevó a todos los independientes que integraban la alianza a una nueva etapa en su diferenciación ideológica, descartando todo tipo de salida para el país que no consistiera en la total desvinculación del imperialismo, en la más radical reforma agraria, en la nacionalización de los resortes fundamentales de nuestra economía, en la alianza con las luchas de liberación nacional y de los países socialistas. Todo ello bajo la hegemonía de la clase obrera. Identificados con ese programa y con sus proyecciones continentales, la búsqueda de su aplicación en la Argentina hizo que los independientes de izquierda  de la FUA protagonizaran una etapa más importante de su diferenciación. Por aquel momento promediaba su mandato el gobierno de Frondizi, que alentaba, especialmente en las capas medias, ilusiones de desarrollo a la sombra de una mayor subordinación a los monopolios.En la universidad, simultáneamente, un fuerte sector profesoral que fuera nuestro aliado en la resistencia a la universidad privada paralela y consustanciadamente promovió una orientación  cientificista y limitacionista. La FUA en este contexto nacional y universitario orientó toda su tarea para lograr la asimilación de su programa, ya más profundo, por parte del conjunto de las masas estudiantiles. Pero para ello, el arsenal político e ideológico con que operaba la alianza que integraba su dirección, y en su seno los independientes de izquierda, no estaba completo: tenía importantes insuficiencias que quedarían al desnudo poco tiempo después.Por ese entonces (1961/62) se debilitó peligrosamente la sustentación de masas de la FUA y de los centros, con un auge proporcional de todas las variantes clericales y liberales de la derecha, sobreviniendo dentro del movimiento estudiantil un profundo y democrático debate, en cuyo transcurso, así como de la militancia por superar la crisis, los independientes de izquierda extrajimos conclusiones metodológicas y políticas de la mayor importancia, a saber: 1. Comprendimos que la base social objetiva fundamenta la necesidad de trabajar por la alineación masiva de los estudiantes argentinos junto al pueblo en un proceso que lleve a nuestra liberación nacional y social, respondiendo así a la tesis que negaba a las masas estudiantiles esa posibilidad en virtud de un análisis mecánico que les asignaba fatalmente una ubicación política reaccionaria debido a su origen de clase. (Ver  “La naturaleza social de los estudiantes”, MENAP, 1965) 2. Asimilamos los elementos tácticos esenciales para llevar a cabo con eficiencia aquella proposición: a. La naturaleza de los organismos de masas y su especificidad, relacionándola con la tarea de la tendencia revolucionaria; en respuesta a una deformación administrativa que consistía en el traslado mecánico de la línea elaborada en los organismos de tendencia a los organismos de masas, llevando frecuentemente a desvirtuar la representatividad genuina de los mismos. b. El carácter de la unidad, entendiéndola en función del proceso por el cual los antiimperialistas consiguen el acceso hacia esas ideas de las más amplias masas, superando los vicios de concepción corporativa y apolítica de la unidad de los estudiantes como tales, así como los vicios que buscaban exclusivamente la unidad de los antiimperialistas. c. La dinámica de las consignas y el significado de las luchas reivindicativas y los triunfos parciales en su proyección hacia las luchas políticas generales y la revolución argentina, superando viejos vicios de limitación a lo propagandístico como tareas de los revolucionarios o de observancias de la corrección de las consignas, únicamente alrededor  del análisis  de su contenido intrínseco y sin relacionarla con la dinámica del proceso político de masas. d. La relación dialéctica entre la situación universitaria y la situación nacional e internacional alrededor de la misma contradicción fundamental en el país, que nos permitió en cada momento ir encontrando el eje alrededor del cual orientar los hechos políticos de masas, superando sus esquematismos superficiales, etc. (Ver “Algunas cuestiones polémicas surgidas en el seno del movimiento estudiantil”, MENAP, 1965)  3. Pero la conclusión más importante que involucraba las bases ideológicas de nuestra política, fue la revisión de las alianzas del movimiento estudiantil en la universidad, partiendo para ello de un nuevo análisis de las expresiones de la reacción en lo específico universitario (años 60/65) y su jerarquización, lo que nos deparó una autocrítica expuesta también en el organismo de masas. En primer lugar sobre la necesidad de mantener la hegemonía estudiantil en las alianzas que hiciéramos con sectores profesorales que habiendo sido enemigos de la universidad privada, introducían ahora subsidios y limitaciones, mediante la lucha más tenaz y descubierta de las masas contra estas expresiones reaccionarias, superando el error previo de relativizar esos enfrentamientos para no debilitar la alianza; y en segundo lugar sobre la necesidad de reconstruir la unidad a nivel de masas con el estudiantado católico militante para fortalecer la lucha antiimperialista concreta superando la desvirtuación liberal de entender a los católicos y a las masas influidas por ellos como una polea de transmisión sin fisuras de la política del imperialismo; concepción liberal que implicaba suponer que únicamente despojándose del catolicismo como concepción pudieran llegar a desvincularse del campo de aliados de la reacción, sin ver que desde el punto de vista de su extracción social y por ende de sus relaciones con las contradicciones fundamentales del país, potencialmente incluían amplios sectores de aliados de la revolución. En el curso del proceso reseñado tan sucinta y esquemáticamente se operó un ascenso político evidente de aquel grupo de independientes de izquierda que comenzaron por correlativizar con sus presencias a nivel de las direcciones estudiantiles la radicalización masiva operada durante el enfrentamiento del artículo 28; que ahondaron más adelante en la comprensión del programa total de la revolución argentina al acompañar paso a paso la profundización de la Revolución Cubana, mientras enfrentaban al desarrollismo de Frondizi y que avanzaban en la comprensión de sus propias responsabilidades dentro de ese programa al luchar por el fortalecimiento de la FUA  y la recuperación de su sustentación de masas.Empero una política que perseguía orientar masivamente al estudiantado como aliado del pueblo debía partir fundamentalmente de enmarcarla correctamente en el contexto político general del país. La cuestión básica y esencial era y es un encuadre justo del proceso político nacional; de la crisis que vive el país y de su naturaleza; de los medios requeridos para resolverla; de la orientación de la clase obrera y el resto del pueblo; de los elencos gobernantes y de las fuerzas reaccionarias; de la política mundial del imperialismo y de las fuerzas revolucionarias, etc. En los periodos iniciales del ciclo mencionado -de diferenciación política de los independientes de izquierda- y luego en grado decreciente, al marco político en que ubicaban las tareas del movimiento estudiantil reproducían en esencia el formulado por las demás tendencias que participaban en la dirección del movimiento.En la mayoría de los casos lo era en función de una genuina coincidencia, pero en otros, el mecanismo de ubicación fue la búsqueda ecléctica de términos medios entre las diversas apreciaciones tendenciales. No hace falta remarcar los graves deslices al oportunismo personal y político que tal tónica traía aparejada. Más el propio proceso político argentino (18 de marzo, caída de Frondizi; Guido; revuelta entre Azules y Colorados; fraude del 7 de julio; Illia; el golpe del 28 de junio; Onganía) fue verificando entre nosotros un paulatino desacuerdo con los análisis provenientes de las demás tendencias y como respuesta nos fuimos moviendo en la búsqueda de nuestra propia caracterización del contexto general que encuadrara las luchas del movimiento estudiantil.  Prácticamente en los últimos congresos de la FUA y en los CNC (Consejo Nacional de Centros), a partir del VI Congreso de 1963 (más exactamente a partir del enjuiciamiento del significado del 18 de marzo) siempre precisamos nuestra propia caracterización del marco político nacional, bregando con un método respetuoso de su especificidad como organismo de masa, para que la FUA contribuyera a orientar con justeza la acción del estudiantado argentino. (Acá correspondería hacer una cita muy extensa reproduciendo las distintas caracterizaciones que nuestra tendencia logró que se incorporaran como línea del movimiento estudiantil desde el VI Congreso (ver Congreso de Rosario) lo relativo al 18 de marzo, 7 de junio, Azules y Colorados y perspectivas de Illia, ver CNC de Bs. As. y Rosario, así como el Congreso de Bs. As. en cuanto a precisar la línea durante el gobierno de Illia; ver en CNC de Santa Fe la línea ante la perspectiva del golpe y en el material posterior al golpe en cuanto a caracterizar la perspectiva de Onganía).Comprendimos claramente al caracterizarlos que todos esos eventos expresaban la alineación política y la puja consiguiente de las diversas clases y sectores sociales de nuestro país alrededor de la contradicción fundamental originada por nuestra crisis de estructura: de un lado para mantenerla y reforzarla la oligarquía, el imperialismo y la burguesía monopolista, del otro lado interesados objetivamente en cambiarlos como necesidad vital para su desarrollo, el conjunto del pueblo, esencialmente la clase obrera. Aquellos,  instrumentando al  Estado para consolidar su predominio económico y para enajenar y reprimir al movimiento popular; éstos, con la necesidad de acceder al poder político para realizar desde él las tareas que lleven a liquidar sus trabas actuales. Señalamos que aquellos eventos traducían esta confrontación de fuerzas pero para entender más cabalmente su esencia se requiere observar qué expresa asimismo la relación dinámica entre ambas fuerzas, cuya evaluación demuestra que la iniciativa en lo sustancial de todos los eventos reseñados ha pertenecido al campo de la reacción. Desde hace años ésta ha operado previendo los riesgos políticos a que está sometida por el propio desarrollo de la crisis y en consecuencia pudo apelar a una cantidad de maniobras que ha aplicado con relativa facilidad, cabalgando sobre la realidad de una clase obrera y su campo de aliados, que si bien ofrece invariablemente resistencia ante la acentuación de su deterioro llegando incluso eventualmente a  insinuar un avance político más ofensivo (planes de lucha, elecciones de Framini, huelgas políticas), no ha logrado vertebrar una política independiente de más largo alcance que le permita tomar y mantener la iniciativa en el país hacia el poder. Esa frustración reconoce como causa la supervivencia en el destacamento primordial de las fuerzas populares, la clase obrera, de una dirección absolutamente hegemónica de peronistas de derecha e independientes, cuya práctica, expresión de la ideología de otras clases como el nacionalismo burgués y las variedades del reformismo, ha consistido en desvirtuar la proyección de las luchas económicas de la clase y en lugar de enderezarlas hacia su mayor emancipación política y acaudillar al pueblo para encaminarse hacia el poder, las embretan en la negociación y conciliación con los partidos reaccionarios y los factores de poder, acordando opciones que sistemáticamente subordinaron a la clase obrera detrás de los intereses de las otras clases del país. Así, a cada nueva vuelta de tuerca del enemigo en la dependencia del país con su secuela de miseria le ha respondido una espiral creciente de resistencia montada detrás de todas las reivindicaciones populares; pero en vez de encaminarse tales procesos hacia esbozar alternativas políticas independientes de los trabajadores y el pueblo hacia la revolución, culminaron indefectiblemente en nuevas opciones ante el imperialismo, la oligarquía y la burguesía monopolista, que planteaban variantes ante una clase que sin rumbo propio y dirigida por el enemigo opta por una de ellas para reiniciar errabunda este doloroso calvario.Esta situación es perjudicial en términos mucho más amplios si observamos que hay otras clases sociales trabadas objetivamente en su desarrollo por la estructura actual y que simultáneamente con la clase obrera, si bien en otros niveles, sufren las consecuencias de cada oleada recolonizadora. El espiral de resistencia que en la clase obrera se monta, se ve ampliado a todo el espectro que integran estos sectores: campesinado, especialmente pequeño y mediano, la pequeña burguesía urbana, incluidos nosotros, y los sectores de la burguesía nacional no monopolista ni ligados al imperialismo. Pero se debe observar que su contradicción con el enemigo, no tiene genéricamente ni el carácter ni la envergadura de la contradicción que con él sostiene la clase obrera; ahí reside la base objetiva de las dificultades que encuentran los destacamentos de vanguardia que existen en el seno de tales sectores para poder franquearlos a la lucha por sus reivindicaciones, sustraerlos a la influencia política de quienes los traban e incorporarlos al campo de aliados del proletariado; pero esa dificultad se ve agravada ostensiblemente por la vacancia del caudillo: la clase obrera. Esta es la única indicada para señalar la alternativa independiente y aglutinar a sus flancos a los sectores trabados, dinamizando sus luchas y corrigiendo sus desviaciones, justamente por la tenacidad y consecuencia que la caracterizan y que parten de la mayor profundidad de su contradicción con el carácter capitalista de la producción y no tan solo con una fase de la crisis de este sistema. Así, todos aquellos sectores reducen su combatividad y caen fácilmente en empalmar con las opciones que crea la reacción, a pesar de los esfuerzos ingentes de los grupos de vanguardia en su seno.Así apreciado, el perjuicio originado por la falta de orientación clasista de la dirección del movimiento obrero debemos cuestionarnos las razones de su sobrevivencia. No se trata de buscar calificativos peyorativos que merecen por otra parte, pues si lo determinante de su significado para la mayor parte de los casos fuera el de traidores, no sería tan difícil su desplazamiento apelando a las bases traicionadas. Pero es evidente que su desplazamiento no se ha podido operar, ni aparece realizable en lo inmediato, es porque su práctica y las ideas en que se fundamentan no son cuestionadas en lo sustancial entre las bases. Es conocido que el proletariado no transita fácilmente el camino que va desde su práctica inicial -cuando aparece dominado por las ideas de las otras clases- hasta adquirir la conciencia de su rol histórico como clase. Es un camino arduo, doloroso y erizado de enemigos y así lo demuestra la experiencia revolucionaria de todos los pueblos del mundo.Y así sucede en nuestro país; las clases dominantes aprecian el carácter irreversible de la crisis estructural y reconocen la traba paulatina que ella supone al desarrollo social del pueblo, previendo las perspectivas peligrosas de que éste asuma a lo largo del proceso de lucha contra las expresiones que lo dañan, una actitud revolucionaria. Asimismo el enemigo ha demostrado comprender cómo aquella crisis suele quedar enmascarada o se enlentece su acentuación -lo que puede ser equivalente para la propaganda- en coyunturas en que coinciden expansiones eventuales de nuestra riqueza con situaciones también contingentes de bonanza para el comercio exterior, reconociendo sagazmente que esas coyunturas le permiten una base objetiva para operar contra la tendencia histórica que lleva al proletariado a cuestionar el poder para resolver la crisis. Para ello utilizan sus poleas dentro de la clase obrera. En la infiltración de esas poleas también han obrado con maestría, así como en la combinación de formas democráticas y fascistas de su dictadura de clase en función de las necesidades que le significó en cada momento, arqueadas la crisis de coyuntura y la infiltración en la clase, la lucha contra el pueblo. En síntesis, no debemos subestimar las maniobras del enemigo para dificultar el proceso político de emancipación de la clase obrera argentina. Empero, si dirigimos la atención hacia el proceso de los demás países del mundo y en nuestro propio continente; si observamos los profundos avances  de la clase obrera y del movimiento de liberación nacional en escala mundial; si calibramos el enorme arsenal político que ese avance ha deparado; y si tenemos en cuenta que ya hay un país socialista en América, así como el hecho de que la clase obrera chilena, boliviana y uruguaya se fortalecen avasalladoramente en sus alternativas independientes, etc. Si después de esa apreciación volvemos a pensar en nuestro país con la clase obrera más numerosa y sindicalizada de Latinoamérica, viviendo una profunda crisis que nada logra enmascarar perdurablemente, y para cuya resolución no aparece desbrozado el camino político, con la reacción en la iniciativa y la sobrevivencia de una dirección no revolucionaria de la clase obrera, debemos cuestionarnos:¿Son  adjudicables a la astucia  y poder del enemigo esas sobrevivencias y la lentitud de nuestro proceso revolucionario? No desestimamos que el enemigo importa, pero no le adjudicamos la responsabilidad total. El proceso de las masas de nuestro país con esos repetidos ciclos de luchas económicas y aún políticas sin saldo cierto de un esbozo de alternativa independiente, evidencia que no existe una organización que las oriente hacia esa alternativa saldando continuamente una mayor conciencia y organización,  y que las encamine en una estrategia general de alianzas populares y enfrentamiento con la reacción hacia la toma del poder. Ante tal carencia de un movimiento de vanguardia que realice esa función, las masas han quedado libradas a los vaivenes de la espontaneidad. Esa carencia es la cuestión central y su resolución debe ser la tarea fundamental. Para poder ayudar a esa tarea debemos analizar la naturaleza de todo movimiento de vanguardia:1.  Se debe integrar con militantes vinculados estrechamente a la labor revolucionaria entre las masas; 2. Debe analizar científicamente la realidad social, partiendo de la base estructural y su dinámica, definiendo las contradicciones y categorías (señalando alrededor de la fundamental alienación de las clases sociales), su proyección superestructural y las singularidades con que se expresan en ese nivel así como el carácter del Estado. Del análisis combinado de todo ello sumado a la evaluación de la situación internacional, debe caracterizar la etapa y definir en consecuencia los objetivos; 3.  Debe inscribir esa realidad en el contexto mundial de modo de ubicar correctamente la vinculación entre la resolución de la contradicción fundamental en el país y en el mundo a la vez que debe vincularse a la síntesis mundial de la experiencia revolucionaria para aprovecharlo en nuestro propio proceso; 4.  Debe dirigir sus esfuerzos primordiales a independizar de la influencia ideológica de las otras clases al proletariado; orientarlo a la más firme alianza con el resto de las fuerzas motrices de la revolución y franquearlo en la mayor amplitud viable, con las fuerzas interesadas en la revolución; 5.  Debe llevar a cabo una política en el seno de esas fuerzas destinadas a ubicarse en esa alianza; 6.  Para cumplimentar estos objetivos debe organizar la lucha de masas por todas sus reivindicaciones elevándolas desde el plano económico hacia la liza política; 7.  Debe organizar y sistematizar todas estas tareas alrededor de una estrategia que resolviendo el conjunto de estas cuestiones lleve a la toma del poder incluyendo la estimación más precisa de la vía para llevarla a cabo y su modalidad de manera de prepararse cabalmente para ejecutarla; 8.  Debe darse una organización y un método que la garantice contra la infiltración y el contrabando ideológico del enemigo o la represión abierta que permita mediante el método democrático de la crítica y la autocrítica y una disciplina severa, la elaboración más justa y la aplicación más eficaz de la línea ante todas las eventualidades de la situación. Queda claro que sin tal movimiento, virtualmente no se avanza. ¿Por qué carecemos de él?  Esta carencia actual es la consecuencia de viejos desencuentros de quienes quisieron asumir aquel rol de vanguardia respecto de las masas populares argentinas El desencuentro inicial Durante la primera etapa del establecimiento del capitalismo industrial la clase obrera argentina, integrada predominantemente por inmigrantes  de los países del sur de Europa, aparecía muy influida por corrientes anarquistas (FORA) y por corrientes socialdemócratas que se canalizaron bajo la  dirección de Justo  en el PS. Unas y otras, si bien contribuyeron positivamente a la organización inicial de la clase obrera, no podían ofrecerles salida independiente y revolucionaria: aquellas por la incomprensión de la necesaria organización política del proletariado y sus aliados para acceder al poder como vía de la revolución y las otras por la mediatización reformista de la combatividad obrera a través de la participación en el parlamento y las comunas, sin intención de tomar el poder.Ese papel era idéntico al que jugaba tal corriente en todo el mundo. Por ello, en un riquísimo proceso, los trabajadores la superaron internacionalmente precisando una política que habría de saldar tras una enorme práctica revolucionaria en el primer triunfo histórico del proletariado, la Revolución Rusa. A partir de la formulación de esas políticas se constituyó en escala mundial un marco referencial. Para la clase obrera de todos los países que les ofrecía no ya la desorientación del anarquismo y la socialdemocracia, sino una teoría probada que desemboca en la revolución. Por ello nos debe interesar a partir de ese postulado averiguar por qué la aplicación de esas ideas en la Argentina deparó en el grado necesario una clara perspectiva revolucionaria  que canalizara la energía política de las masas. La aplicación inicial de esta política estuvo también primordialmente en manos de grupos políticos de obreros que eran inmigrantes. Venían de países -España, Italia- en los que la asimilación de las ideas revolucionarias justas se hacía más lentamente que en los países más industrializados. Del bagaje de ideas justas que había sistematizado para la revolución la vanguardia en escala mundial, resaltaba el haber comprendido que junto a la contradicción esencial de la sociedad capitalista entre trabajadores y patrones, había otros sectores sociales también comprimidos por la estructura aunque en menor grado, y que correspondía a la clase obrera interpretar correctamente tales conflictos buscando proyectarles al plano político de modo de flanquearse de aliados, en su enfrentamiento con el enemigo fundamental. Para ello comprendió que debía interpretar cuáles eran las trabas que la estructura actual ponía al desarrollo de cada sector para organizar su lucha desde esas urgencias. En aquellos países, por el hecho de mantenerse muy sólidas las ideas artesanales e individualistas, en nombre de la pureza de principios anticapitalistas, se obstaculizaba el requerimiento de la clase de llevar a cabo alianzas con distintos sectores para derrotar al enemigo fundamental. Este bagaje pesó parcialmente en la apreciación política de las tareas que deparaba a la vanguardia la realidad de nuestro país contribuyendo a desdibujar la categoría de los objetivos antiimperialistas. Esto debilitó la vinculación con las amplias masas del país que sufrían la opresión nacional y que debieran haber sido dirigidas o condicionadas por la vanguardia obrera en las luchas por esas necesidades de desarrollo. Ejemplo de esto fue la no comprensión cabal de Yrigoyen. Por otra parte, en la experiencia internacional todavía no había alcanzado su evaluación justa la cuestión de la alianza obrero-campesina, para la que serían decisivos la consolidación del poder soviético, y luego el proceso revolucionario chino. Este antecedente derivó en la insuficiente búsqueda de esa alianza en la Argentina por parte de la vanguardia obrera que así no pudo acaudillar a las masas más explotadas de nuestro campo en sus luchas por la tierra, tarea antifeudal cuya comprensión le resultaba más difícil en virtud de aquel lastre infantil de anticapitalismo cuestionador de la propiedad con abstracción de las necesidades de la revolución. La consecuencia de estas insuficiencias se tradujo en las débiles y aisladas luchas campesinas, en la falta de desarrollo de la vanguardia obrera en el interior, en la falta de una correcta orientación de la alianza con el campesinado y sus luchas antifeudales con las luchas del proletariado agrícola. Es necesario aclarar que para estas equivocaciones se sumó, como a las señaladas, la presión permanente que en el mismo sentido significaba el anarquismo en el movimiento obrero.Como resultado de la gravedad de esta insuficiencia en el análisis de la realidad argentina y del desdibujamiento en los hechos de las tareas antiimperialistas y agrarias, la vanguardia obrera no arraigó profundamente entre las masas del país y al no lograr ubicar a la clase obrera en la perspectiva de la revolución se produjo el primer gran desencuentro entre quienes querían formar la vanguardia revolucionaria en la Argentina con sus objetivos. El segundo desencuentroLa comprensión por el proletariado de que hubiera otros sectores dentro de la sociedad capitalista, trabados también como él en su desarrollo por el sistema y la importancia que revistaba para la suerte de su propósito revolucionario, el preocuparse de esas contradicciones y organizar la lucha de esas masas, recién se perfeccionaría un lapso después, cuando el proceso político europeo mostró la importancia de la vanguardia revolucionaria para impedir el ascenso del fascismo al poder, en Alemania e Italia, en virtud del aislamiento que le imponía al proletariado, con respecto a las demás clases, un programa que no evaluaba suficientemente otras tareas que las anticapitalistas.Al final de la Primera Guerra Mundial, ambos países quedaron faltos de un sistema colonial propio, que le permitiera a las burguesías respectivas, extrayendo las riquezas de las colonias, además de multiplicar sus capitales, amortiguar la agudeza de la crisis dentro de la metrópoli. Las necesidades de la concentración monopolista recayeron entonces, sin atenuantes, sobre el propio proletariado metropolitano, agravado en el caso de Alemania, por las condiciones impuestas en el tratado de Versailles. Como consecuencia, paralela a la pauperización popular, la lucha de clases se puso al rojo vivo, y la clase obrera comenzó a cuestionar el poder avasalladoramente. Las capas medias, objetivamente,  también se pauperizaban ante la crisis, pero el proletariado no ofrecía, en la medida necesaria, un programa antimonopolista que contemplando sus reivindicaciones les permitiera marchar a sus flancos. Esta falencia política fue suplida por los monopolios con sabiduría, construyendo una línea que le ofrecía a las capas medias la resolución de sus urgencias mediante la expansión territorial, la recuperación de las colonias, el enmascaramiento del enemigo monopolista mediante la denuncia del capital usurario y el racismo consiguiente, amén de atemorizarlos con la perspectiva de desaparecer como clase ante el advenimiento del socialismo; temor que abrevaba, además, en aquellas insuficiencias del programa proletario. Esas insuficiencias le costarían sangre a la clase obrera.Los monopolios se ganaron detrás de aquella línea a las capas medias, y así organizadas políticamente, las instrumentaron para liquidar a la vanguardia revolucionaria y darle al Estado un carácter fascista, con el objeto de llevar a cabo su programa, y asegurarse contra toda recuperación de las fuerzas de la clase obrera. En toda esa dinámica le cupo a la socialdemocracia facilitar los planes de los monopolios. Ya venía de favorecer la política chovinista de éstos durante la Primer Guerra Mundial, participó a su fin en la represión contra la clase obrera y dificultó luego el proceso de unidad de la misma para enfrentar al enemigo.Toda esta experiencia dolorosa fue saldada positivamente por el movimiento revolucionario mundial, que concluyó del análisis:1.  Que las derrotas sufridas desnudaban el aislamiento político en que se había debatido la clase obrera. 2.  Que las capas medias habían sido ganadas políticamente por los monopolios, contra la clase obrera, pese a que sus necesidades objetivas eran contradictorias con las de aquellos.3.  Que la clase obrera, para superar el aislamiento, debía rescatar como aliadas a esas capas y para ello necesitaba formular una política de frente único, con un programa que sin abandonar las reivindicaciones de la clase obrera como tal, para la etapa, y esto era determinante para la mantención de su hegemonía en tal frente, también debía contemplar las reivindicaciones democráticas y antimonopolistas que absorbían las necesidades de aquellas capas. La justeza de esta línea quedaría confirmada brillantemente en la posterior experiencia revolucionaria, fundamentalmente en los países europeos, y también en aquellos otros en los que se rescataron sus elementos universales y se los aplicó creadoramente de acuerdo a las condiciones particulares.Esta tesis incluía en primer lugar una apreciación de valor universal; la observación del aislamiento político que a la clase obrera le había determinado el formular un programa, que no evaluaba suficientemente otras tareas que las anticapitalistas y la urgencia, para superar tal limitación, de precisar qué necesidades de desarrollo de las demás clases entraban en contradicción con el enemigo fundamental, para incluirlas en su programa, a los efectos de encabezar un frente único con tales sectores.En segundo lugar, sobre la base de haber concluido tal estimación fundamental, esa tesis avanzaba en su resolución para los países europeos, y en ese terreno, tras la evaluación de las clases y sus necesidades concretas, en tales países, precisaba que el programa del frente único debía sumar centralmente los objetivos antifascistas, democráticos y antimonopolistas.En nuestro país era válida, como mundialmente, aquella apreciación primera, agravada por las consideraciones que referimos como primer desencuentro. La aplicación creadora de esta tesis debería haber llevado a concluir:1. Que las principales trabas al desarrollo de nuestro pueblo consistían en la supervivencia del latifundio y la dependencia respecto del imperialismo, predominantemente, por la época, el británico.2.  En consecuencia, para superar su aislamiento y plantearse un frente único de las más amplias masas, la vanguardia debía formular como programa, al lado de las reivindicaciones específicamente obreras, las reivindicaciones agrarias y antiimperialistas y centrar absolutamente en esos términos su praxis. En cambio de eso, aquellas conclusiones se trasladaron mecánicamente, tanto la de aplicación universal como su desarrollo elaborado según los requerimientos particulares de los países capitalistas avanzados, y en consecuencia, en vez de incorporar al programa de la vanguardia revolucionaria, para sacarla de su aislamiento, como objetivos centrales los agrarios y los antiimperialistas, incorporó esencialmente, tal como era necesario en otros países, los objetivos democráticos. Si bien estos últimos son permanentes intereses de la clase, su preeminencia sobre aquellos, observable en la proyección práctica, no estaban de acuerdo con los requerimientos de la Argentina.La línea, que surgida internacionalmente del análisis del fascismo europeo  y que buscaba fortalecer a la clase obrera, vinculándola al resto de las masas, al ser aplicada mecánicamente en la Argentina, vio desvirtuadas sus grandes posibilidades, y así no logró subsanar la situación heredada del primer desencuentro, y creó las condiciones para futuras reediciones de tal situación. En una etapa ulterior de su desarrollo, el fascismo se propuso cumplimentar sus objetivos máximos: destruir al primer Estado socialista y obtener un nuevo reparto mundial de mercados, para beneficio de los monopolios que lo respaldaban.También en esta situación se aplicaron aquellas tesis. La consolidación del fascismo en Italia y Alemania habían sido, como vimos, resultado de la carencia de esa política. La experiencia española, que desembocó en la guerra civil, mostró un avance en la aplicación de esas ideas, sobre todo expresado en la mayor unidad antifascista de la clase obrera y con las masas populares; pero la relatividad de ese avance y la falta absoluta de aplicación de aquella línea en el plano internacional (por el pacto de no intervención Inglaterra y Francia convalidaban “neutralmente” la invasión del fascismo alemán e italiano a España) posibilitó una nueva derrota del proletariado.La aplicación a fondo de las ideas de Dimitrov sobre las alianzas de la clase obrera contra el fascismo, en esa escala internacional de relación entre los Estados, lograría cambiar la tendencia general. ¿Cómo se transitó hacia ese cambio?Había países capitalistas desarrollados -Francia, Inglaterra, EE.UU.- que contaban con sistema colonial o semicolonial propio, que les permitía, al revés de lo que viéramos sucedía en Alemania, amortiguar la lucha de clases en la metrópoli. Por ello aun, no requerían la instauración abierta del fascismo contra  las masas de los mismos; aunque lo aplicaban, o fiscalizaban su aplicación, en los países coloniales dependientes y semi-dependientes.Aquellos países tenían una política internacional que, en primer lugar, perseguía aislar y derrotar a las fuerzas revolucionarias, por ello, por ejemplo, en el caso español, firmaron el pacto de no intervención. En segundo lugar, competían con los monopolios de los países fascistas en defensa del reparto del mundo que conquistaran en la Primera Guerra Mundial, aunque -como en el pacto de Munich- daban muestras de ceder a su chantaje.Explotando esta base objetiva de contradicción interiimperialista y, fundamentalmente, apelando a promover un poderoso movimiento de masas en esas potencias burguesas, contra el fascismo; alentado por la resistencia que ofreciera el pueblo español; por la lucha subterránea de los pueblos en todos los países ocupados; por la resistencia del pueblo soviético y del pueblo chino, por la propia imagen del marxismo, se logró imponer un cambio en la política internacional de esas potencias burguesas, que tuvieron que enfrentarse militarmente al fascismo y aliarse con la Unión Soviética y culminaron, paradójicamente, dificultando el asalto monopolista contra el primer Estado obrero.De ese modo, el máximo saldo de la aplicación de aquellas tesis consistió, finalmente, en el triunfo de la clase obrera sobre sus enemigos fundamentales; el triunfo de la revolución en nuevos países, constituyéndose el sistema socialista mundial y creando de este modo una nueva situación más favorable para el conjunto de las fuerzas revolucionarias.Está claro que por la época referida, la confrontación bélica entre el Eje y el frente integrado por la URSS, China y las potencias aliadas, expresaba la contradicción fundamental de la época, entre el capitalismo y el socialismo y, secundariamente, expresaba la contradicción entre los monopolios del Eje y los de las potencias burguesas aliadas.También está claro que es papel de la vanguardia revolucionaria en cada país, bregar por alinear a las masas, correctamente, en esa contradicción fundamental, lo que en esa época significaba alinearlas junto a la alianza que combatía al fascismo. Esa postulación era válida para nuestro país.Recordemos que la contradicción fundamental que afectaba a las masas argentinas las enfrentaba concretamente con la oligarquía y el imperialismo, en primer lugar el británico, luego el yanqui, después el alemán y el francés. Es evidente que para poder ubicar a las masas correctamente en cuanto a la contradicción fundamental en el mundo, contra el Eje, debía partirse de servirlas fielmente en la lucha por sus reivindicaciones más sentidas, lo que significaba llevarlas a enfrentar, en última instancia, a aquellos enemigos concretos suyos. También es evidente la dificultad para compatibilizar el aliar a las masa en escala mundial a un frente donde participan Inglaterra y los EE.UU. y encabezarlas en escala nacional en la lucha contra las expresiones imperialistas de esos países, que las agobian. Tal dificultad, sin embargo, no la debía tornar impracticable, porque era la única línea justa.Sin embargo esa línea no se practicó cabalmente, tendiéndose en general, pese a la justa intención internacionalista, a confundir la cuestión. Se orientó bien el esfuerzo en el ataque al Eje y la solidaridad con los aliados; pero se desdibujó incorrectamente la lucha contra las expresiones de la oligarquía y del imperialismo, acentuando aún más, en tal sentido, la insuficiencia arrastrada de antiguo, debilitándose las luchas reivindicativas y en consecuencia dejando de arraigarse entre las masas, lo que hubiera superado los anteriores desencuentros. ¿Por qué esa nueva equivocación que agudizaba el desencuentro?Ese error reconoce causas de diversa categoría.1.  Una práctica relativamente desvinculada de las masas que resultaba de los desencuentros reseñados, no había decantado suficientemente la noción de que nunca las masas pueden suplir el nivel de su experiencia concreta mediante la propaganda aislada, que las haga saltar a la comprensión de un concepto político más general; -en cuanto que no le resulta verificable directamente.2.  Honestamente se temía que las consecuencias de la lucha de clases en nuestro país debilitarán el campo de aliados de la clase obrera internacional, partiendo de apreciar que la Argentina era una base importante en el aparato logístico de las potencias aliadas, por ello, ante y con sus implicancias de enfrentamiento, con las necesidades de la solidaridad internacional, se desdibujaba el aliento a aquellas luchas, sin comprender que nada fortalecía logísticamente tanto a las fuerzas progresistas en guerra, como el avance revolucionario de nuestra propias masas.3.  En una jerarquía superior revista como causa de aquella equivocación la desviación que se generara en escala internacional, en el análisis del significado político de la alianza de la URSS con algunas potencias imperialistas, contra el Eje. El exponente más relevante de esa desviación, fue el secretario del Partido Comunista norteamericano, Earl Browder, que expresaba que tal alianza creaba una nueva situación mundial, en el sentido de que la participación en ella por parte de las potencias burguesas significaba que se despojaban de su carácter esencial, imperialista, originándose esta mutación en el desarrollo de las fuerzas antimonopolistas internas de esos países. De ahí se derivaba que en perspectiva los EE.UU. iban a colaborar dentro de la comunidad americana para el desarrollo social y nacional de los países, en lugar de continuar su práctica rapaz.La incidencia de esta burda desviación coadyuvó a desdibujar, hasta tornarla inexistente, la tarea antiimperialista fundamental, que pasaba a ser al final de la guerra, el enfrentamiento al imperialismo yanqui, tornando imposible acaudillar concretamente las luchas de las masas. La Segunda Guerra deparó modificaciones en la economía mundial que influyeron considerablemente en nuestro país, operándose profundos cambios en la esfera productiva, en ese espectro general de clases, y, correlativo de ellos, un vuelco fundamental del proceso político. En la esfera productivaSe liquida la propiedad de los monopolios alemanes en el país, creando la base para el grupo DINIE de industrias estatales.Al volcar sus esfuerzos a la economía de guerra, reorientando su producción, los países industriales, principalmente Inglaterra, que abastecían tradicionalmente nuestras fundamentales necesidades de manufacturas y bienes de capital, dejan de hacerlo, reduciéndose drásticamente las importaciones.La producción agropecuaria, base tradicional de nuestra riqueza, al aumentar la demanda mundial por los acopios militares y el abandono de la producción en los campos de batalla, se valorizó extraordinariamente.La combinación de esas dos situaciones producía un balance muy favorable del comercio exterior, permitiendo acumular capitales, que se expresaban fundamentalmente, por la fuerte posición acreedora externa.Para sustituir los productos que hacia nuestro mercado interno afluían de los países en guerra, crece vertiginosamente la industria manufacturera, para lo cual se invirtieron capitales provenientes de la restricción de consumo, pues los saldos favorables de la balanza comercial eran de cobro diferido. La utilización de parte de esos cobros y la persistencia por un periodo de la coyuntura favorable en el comercio exterior, serían luego las fuentes de inversión para un crecimiento aún mayor, que de todos modos nunca pudo llegar a dar una base industrial independiente.La base de la estructura agraria no se modificó, dejando intactos el desarraigo de los trabajadores del campo y el principal freno al desarrollo social agrario, pero las necesidades de expansión de aquella burguesía, la llevaron a retener una parte de los altos precios de los productos agropecuarios (mediante el control del comercio exterior por el IAPI) sosteniendo con esa fuente el crecimiento industrial y por otra parte se facilitó la estabilidad de los arrendatarios mediante la ley de arrendamientos.Cambios en el espectro general de clasesComo consecuencia del crecimiento industrial creció como clase la burguesía nacional en competencia potencial con los proveedores de manufacturas cuya importación quedara suspendida eventualmente. Por las condiciones generales del mercado mundial, dominado completamente por el imperialismo, y por no haber modificado sustancialmente la estructura latifundista, esta clase estaba imposibilitada de pasar de la producción de manufacturas a una industrialización integral. Es de hacer notar que esta burguesía nacional vinculada al mercado interno, en su expansión superó en amplios términos al viejo sector burgués que correlativizara el anterior desarrollo agro-exportador y su esquema infraestructural y comercial, relacionado, esencialmente, al mercado externo.Crece el proletariado, requerido por el citado auge industrial, que se concretara especialmente en ramas que demandaban elevado porcentaje de mano de obra. El elemento humano que integró ese crecimiento provenía de las grandes masas desarraigadas del campo, difiriendo esta migración interna, esencialmente de la migración externa que había dado origen al contingente previo del proletariado. Vuelco en el proceso políticoEn el contexto de tales cambios, sectores militares vinculados a la burguesía en expansión en el país y relativamente influidos por Alemania, derrocaron al gobierno oligárquico de Castillo, dando inicio a un proceso muy agudo de enfrentamiento de clases por el poder. La oligarquía por retenerlo y la burguesía nacional ascendente por acceder a él para instrumentarlo y consolidar su desarrollo ulterior. ¿Cuál debía ser en tal proceso el camino de la clase obrera?Sabemos que se arrastraba una situación definitoria de la vanguardia con respecto a su papel de orientarla, así como a las masas, hacia la formación de una alternativa política independiente que las encauzara hacia el poder. Pero en ese momento una evaluación analítica de esos desencuentros, a la luz de las experiencias revolucionarias mundiales, podría haber deparado una orientación que resolviendo esas insuficiencias construyera tal alternativa.Para ello:1.  Debía haber centrado la acción en la defensa más tenaz y consecuente de las reivindicaciones de la clase obrera, tanto más en cuanto a que el nuevo contingente incorporado al trabajo fabril desde los campos, no había tenido contacto con la labor ideológico-política de la vanguardia, ya que ésta no tomó en sus manos las luchas por la tierra. De esto surgía una debilidad ideológica mayor a las ideas de las otras clases2. Debía haber ampliado esta política, promoviendo la formación de un frente único, que levantara como programa: en primer lugar, las reivindicaciones antedichas y su propia política para la etapa, y simultáneamente incorporara en la máxima jerarquía el enfrentamiento al imperialismo -principalmente el yanqui y el inglés-, a la oligarquía, exigiendo una profunda reforma agraria; amén de exigir la eliminación de los restos internacionales del fascismo y la lucha contra sus poleas de transmisión en la Argentina; buscando aglutinar detrás de ese programa al conjunto del proletariado, al campesinado, a la pequeña burguesía, a la intelectualidad progresista y a los sectores más amplios viables de la burguesía nacional. 3.  Debía plantearle al frente así conformado además de ese programa una estrategia y una táctica que le permitieran salvar los escollos de diversa índole, que las clases dominantes y sus aliados externos le opondrían en su camino hacia el poder. Nada de eso se hizo, y por ello se derivó al mayor desencuentro entre la vanguardia y las masas, más grave aún porque se produciría en el momento en que el proletariado argentino pasaba a tener el peso numérico decisivo en el país.Sin observar críticamente el proceso anterior y por el contrario acentuando los antiguos errores, se provocó la mayor situación de desencuentro.1.  Como consecuencia de desdibujar los objetivos antiimperialistas no se pudo encabezar las luchas reivindicativas de la clase obrera y de las masas.2.  Se promovió un frente único alrededor de un programa que reproduciría el traslado mecánico de las tesis de Dimitrov, pues centraba la alianza alrededor de los objetivos democráticos; expresaba la desviación “browderiana” al abandonar los objetivos antiimperialistas y mantenía la insuficiencia del programa agrario formulando al respecto una variante burguesa.2 Con tal programa ese frente no  podía dirigir ni al conjunto del proletariado, ni al conjunto de las masas, ni podría excluir la presencia de la oligarquía y los sectores proimperialistas. La burguesía nacional que se había expandido como clase, y se planteaba concretamente la necesidad de usar el poder del Estado para su desarrollo ulterior, pasó a construir una política que le permitiera acceder al mismo.Para ello buscó aliarse a las masas, esencialmente con los trabajadores, disponiéndose al mismo tiempo a mantener su hegemonía en tal alianza. Para ese fin pivoteaba sobre la base objetiva del mejoramiento del nivel de vida que para los trabajadores significaba el acceso a la industria y al urbanismo desde el desarraigo y la inestabilidad que sufrieran en el campo, así como una relativa redistribución a su favor de la renta nacional, posibilitado por la coyuntura analizada. Como programa político para  ganarlas, y además como expresión de las contradicciones, que aunque relativas, como viéramos, tenía con el imperialismo y la oligarquía, formulaba las consignas que canalizaban las reivindicaciones más sentidas de las masas. (“La tierra para el que la trabaja. Braden o Perón”). Al levantarlas, y a pesar de que no lo hacía con las reivindicaciones democráticas y antifascistas, construyó un sólido bloque político, bajo su hegemonía, con la mayoría de los trabajadores, que le permitió dirigir el aparato estatal. Tan sólido fue ese bloque que todavía la influencia ideológica del nacionalismo  burgués sigue siendo lo dominante en la dirección de la clase obrera. Esa solidez y la participación tan masiva de los trabajadores, incluso expresada por grandes jornadas de lucha, como el 17 de octubre de 1945, ha llegado a enmascarar para muchos sectores, aún hasta hoy, el carácter burgués del peronismo, confundiendo a las masas en sí, con las masas para sí; creen que el peronismo fue y/o puede ser la alternativa revolucionaria para la Argentina, y en la práctica aceptan así la hegemonía de la burguesía.Mientras duró la coyuntura favorable mencionada, ese bloque se mantuvo sin fisuras. La burguesía nacional, recostada sobre aquella base objetiva pudo consolidar su penetración ideológica en el movimiento obrero buscando educarlo en la colaboración de clases con la patronal y en un “nacionalismo”, burgués, antitético del internacionalismo proletario, único contexto donde el nacionalismo se realiza cabalmente.La burguesía nacional en el poder no modificó la estructura agraria ni lo intentó, ni liquidó los monopolios en la esfera industrial, financiera y comercial; así impidió el avance hacia la independencia ya que se mantenían las bases de sustentación de la oligarquía y la burguesía monopolista, principales poleas políticas del imperialismo. Además, sin aquellos cambios, especialmente la reforma agraria, ni se expandía establemente el mercado interno, ni se obtenía la acumulación primitiva de capital suficiente para una industrialización integral, a la par que continuaba el drenaje exterior. No se podía dar así una base nacional de industria pesada: siderurgia, cemento, energía, máquinas herramientas. Por ello no independizó a la economía del país, de las fluctuaciones coyunturales del mercado mundial, ni de la crisis general del capitalismo. Por otra parte, esta frustración es patrimonio común de todos los procesos, que así iniciados, permanecen bajo la hegemonía de la burguesía.Únicamente superan tal limitación, resolviendo aquellas tareas, en la medida que la hegemonía pasa a manos de la clase obrera y en consecuencia se inicia el camino hacia el socialismo. Son inexorablemente las dos alternativas del Tercer Mundo, que no puede ser una concepción política final simétrica entre socialismo y capitalismo, sino una vía de paso para los países dependientes y semidependientes, que en virtud de cuál sea la clase que obtenga la hegemonía, será de paso hacia el socialismo o de vuelta hacia la recolonización monopolista.Pero la coyuntura favorable se agotaba y con ella la bonanza económica, pues como vimos, las debilidades del auge operado, no nos amortiguaba los efectos de las fluctuaciones mundiales.La recuperación económica de los países europeos,  operaba en el mercado agropecuario una regresión de los precios internacionales, que afectó directamente las exportaciones argentinas. Y en el de manufacturas significaba el peligro de una desventajosa competencia que incluso pugnaría por reconquistar nuestros mercados.La burguesía nacional confiaba que se produjeran nuevas coyunturas que le permitieran salvarse de esa recesión. Así aventuró la posibilidad de rodearse de una esfera propia de hegemonía económica sobre los países limítrofes (Paraguay, Chile) para exportarles así la crisis. Pero el reparto mundial de mercados se hizo a fines del siglo pasado y con cincuenta años de retraso y además carente de industria pesada, pretender un nuevo reparto  no era sino una ilusión de nuestra burguesía.Para salvarse de la recesión mediante el hallazgo de una nueva expansión coyuntural, la burguesía nacional cifró sus esperanzas en la guerra de Corea y su probable repercusión económica favorable correlativa a la de todas las guerras anteriores. Incluso, para asegurarse esa perspectiva, Perón comprometió su ayuda al esfuerzo bélico del imperialismo. Aquella coyuntura se operó concretamente, redundando en la bonanza esperada, pero lo magro y breve de su curso traicionó las esperanzas de nuestra burguesía, que todavía subestimaba la nueva correlación de fuerzas en el mundo, el poder del campo socialista y, esencialmente, la lucha del propio pueblo coreano.La recesión avanzaba implacable y la burguesía nacional decidió: incrementar la explotación de los trabajadores, convocando para ello al afamado Congreso de la Productividad. Finalmente ante el fracaso de aquellas esperanzas y de estas exhortaciones, se dejó tentar por el diablo y buscó financiar la crisis mediante el acuerdo abierto con los monopolios petroleros norteamericanos, abriendo vía libre a la recolonización.Como el monolitismo peronista con la clase obrera bajo la hegemonía de la burguesía nacional se sustentara objetivamente sobre la expansión coyuntural, al agotarse ésta quedaba sin sustrato aquella solidez, dando lugar a un proceso paulatino de fisuras.En efecto, creció la lucha entre las clases que aglutinaba el peronismo. Así, a medida que se insinuaba un retroceso en el alto nivel de vida del pueblo, se produjeron grandes huelgas obreras y otras manifestaciones populares. Como una expresión más importante de tal tendencia, los trabajadores rechazaron firmemente el compromiso de Perón de enviar soldados argentinos a Corea en apoyo de EE.UU.Por lo demás, el Congreso de la Productividad no fue más allá de los papeles, porque la clase obrera únicamente puede incrementar sustancialmente su rendimiento si cuenta con los medios materiales para ello. Pero nada traduciría tanto la activa lucha de clases que crecía en el seno del peronismo, como cuando al mandar Perón al Congreso, para su aprobación, los contratos petroleros, los diputados peronistas se escindieron en dos bloques, los políticos por un lado y los obreros por otro, aquellos por la entrega al imperialismo, éstos por la defensa de la soberanía agredida. ¿Y ante todo ese proceso qué papel le cabía a los revolucionarios?Cuando se evidenció, con el avance del peronismo, el gran desencuentro de las vanguardia clasista con las masas del pueblo, se debería haber revisado a fondo las raíces de esa situación y sus antecedentes más remotos, aplicándose a subsanarlos. Tras ello era preciso caracterizar correctamente la alianza de clases que aglutinaba el peronismo e inmediatamente dedicarse a la tarea de encabezar las luchas reivindicativas de la clase y las masas, de modo de catalizar su emancipación de la tutela nacional burguesa, reivindicando la teoría revolucionaria de la lucha de clases, contra la conciliación y exigiendo la concreción de las consignas antiimperialistas y antifeudales; debiendo luchar además contra la polarización falsa -peronismo, antiperonismo- que desorientaba a las masas de la contradicción fundamental, bregando por su alineación en torno de ésta.En realidad se hicieron esfuerzos en ese sentido, revalorizándose la situación en aquellos términos, aunque limitadamente, por la conjunción de varios factores:1.  Aquella revalorización no se hizo en la profundidad necesaria, como para resolver críticamente la raíz de todos los desencuentros.2.  El activo encargado de aplicarse a la nueva situación estaba trabado para ello, en parte por la insuficiencia de esa revisión y además por la secuela de su militancia antiperonista.3.  Era naturalmente arduo recomponer la vinculación con las masas peronistas y lo agravaba la propaganda maccartista de la burguesía, enderezada a aislar a los revolucionarios para demorar las fisuras dentro del peronismo.4.  Era igualmente arduo sustraer del antiperonismo cerril a las importantes masas que quedaron confusas detrás de esa consigna, impulsada asimismo por la reacción.  A pesar de tales limitaciones, jugaron con esa línea un papel apreciable de activar el proceso de emancipación de la base obrera peronista, respecto de la tutela de su dirección burguesa, tal como se evidenció en el impulso a la marcha de Pérez, en las huelgas, en la resistencia a la entrega del petróleo. Pero por esas limitaciones no llegó a cubrir la función integral de vanguardia y el  proceso de fisura en el peronismo se aproximó bastante, por su lentitud y fragilidad, a ser un proceso espontáneo.Al agotarse el ciclo coyuntural favorable sobrevenido como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, se originó una nueva etapa de conjunto en el proceso político argentino, etapa que se sigue operando actualmente y cuyo significado resulta esencial desentrañar.Señalábamos antes que el Tercer Mundo “no puede ser una concepción (…)” (ver pág. 438) y que en tal disyuntiva inexorable, la orientación del proceso depende de la clase que imponga su hegemonía, por la naturaleza de las tareas que históricamente están llamadas a realizar.Esta inexorabilidad -cuyos ejemplos en un sentido son Argelia, Cuba, y en el otro Indonesia, Guatemala, etc.- también se cumplió en la Argentina.Como vimos, en el Movimiento Peronista fueron absolutamente hegemónicos los sectores burgueses, que históricamente son incapaces de llevar consecuentemente hasta sus últimas instancias las tareas de la auténtica independencia económica del país. ¿Por qué dicha inconsecuencia? Porque intuyen (y saben) que en el desarrollo la emancipación económica del país se entrelaza con la emancipación social del proletariado, lo cual lleva indefectiblemente -a largo plazo- a su desaparición como clase.Por ello no se concretaron las tareas esenciales de la emancipación económica argentina y nuestro país cayó en la recolonización imperialista. ¿Cómo se operó, concretamente ese vuelco?1.  En lo agrario: al no concretarse la Reforma Agraria, no se amplió  el mercado interno de consumo ni se expandió la base agropecuaria (congelamiento de las áreas sembradas), como para proveer una acumulación primitiva de capital suficiente para una industrialización integral (infraestructura, industria pesada, máquinas, herramientas, etc.). Además como señaláramos, quedaban intactas las bases materiales de subsistencia de la oligarquía como clase.2.  Se nacionalizaron los puertos, los teléfonos, la Flota de Mar, etc. y fundamentalmente los FFCC, que constituían la principal inversión imperialista (30%) en la Argentina y que eran la llave del dominio de la infraestructura del país. Pero esa nacionalización -como muestra de las limitaciones de la burguesía- no fue seguida de una política emancipadora de nuestro esquema infraestructural. El abanico ferroviario, hecho a las necesidades del drenaje monopolista inglés, no cambió. Por otra parte no se nacionalizó la energía ni el comercio exterior de carnes.3.  La industria liviana comenzó a evidenciar una profunda crisis debido a la confluencia de tales factores:     a. La fuente de capitales que le solventara había provenido del contexto coyuntural de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra inmediata. La fuerte posición acreedora externa; la reducción del consumo; el control estatal de la exportación cerealera (IAPI); la transformación del capital comercial floreciente en capital financiero industrial, etc. El agotamiento de la coyuntura que lo posibilitara, trajo aparejada una crisis muy seria de capital.      b. Con la antedicha crisis de capital coincidió una grave crisis de mercado debida: primero, al congelamiento relativo de los consumos del Mercado Interno por la falta de Reforma Agraria; y segundo, y principalmente, la falta de industria pesada nacional y la dependencia en ese renglón de los monopolios, derivaba en la inclusión -dentro de los costos de nuestra industria liviana- del pago de la industria pesada de los países imperialistas. Así, en el metro de tela elaborada en Argentina, el precio debía incluir el del telar fabricado por los monopolios extranjeros, el de Kw/h de energía de la SOFINA, debía pagar el alto valor de la infraestructura (FFCC, caminos, etc.)  ajustado para las necesidades de los monopolios. Una tela así, difícilmente pudiera competir en mercados externos con la fabricada por las empresas monopolistas y en el mercado interno de capacidad limitada, se requería protegerle en Aduana con subsidios directamente proporcionales al encarecimiento de los costos. La confluencia de todos estos elementos que configuraban una aguda crisis de mercado y de capital para nuestra industria, la hicieron entrar en tirabuzón. ¡Paradójico destino el de la burguesía nacional, que porque tiene miedo de desaparecer concilia, para por ello desvanecerse!Fue creciendo una ola de quiebras que aún se mantiene en ascenso y paralelamente la desocupación se agravó; disminuyeron los consumos y la usura (en gran y pequeña escala) se incrementó en la medida de la crisis de capital.En ese marco,  la liquidación industrial aparece pivoteando sobre las necesidades de capital, la banca financiera internacional (FMI, Club de París, BID) que mediante el manejo del crédito desarrolla selectivamente (factorizándolas) las ramas de mayor rendimiento, integrándolas a su proceso mundial de concentración monopolista. Por su parte, las demás ramas -absoluta mayoría satelizadas al crédito usurario, que deben incorporar a sus costos, lo que agrava la insuficiencia competitiva que los caracterizaba, y ante una política impuesta por la banca internacional de ir abriendo las Aduanas, entran en el tirabuzón liquidacionista.Esta monopolización, mediada por el crédito internacional, se agravó por un nuevo carril consistente en la radicación de capital en algunas ramas productivas (automotores, etc.) que vienen a aprovechar el ejército de desocupados (con el abaratamiento de la mano de obra consecuente) y el equipo de las fábricas en quiebra, a las que incorporan como manufactureras dependientes de la inversión yanqui.El imperialismo -que tradicionalmente nos expoliara a través del deterioro de los términos de intercambio, por nuestra sujeción a sus mercados y precios, por la fuga de capitales y divisas, las super ganancias de la importación y exportación que controlan y la amortización de la deuda externa- en la medida del proceso de concentración monopolista reseñado, se transforma en un factor interno directo de la economía capitalista argentina. La oligarquía participa con su capital de la concentración monopolista y como a su vez la burguesía monopolista industrial y comercial en sociedades anónimas, participa de la concentración agraria, se entrelazan cada vea más los hilos de esa red que ahoga el desarrollo de las fuerzas productivas de nuestro país.He ahí sucintamente el camino por el cual para la Argentina cobró vigencia la inexorabilidad de la disyuntiva que  señaláramos para el Tercer Mundo, y que en nuestro caso -en virtud de la hegemonía de la burguesía sobre el proletariado, que ya estudiáramos- nuestro país durante el ciclo peronista lo transitó hacia la recolonización imperialista.Del tronco burgués floreciente en la década del 40, esta crisis diferenció,  esquemáticamente, dos sectores:1.  Uno, minoritario, que sortea la crisis factorizándose al capital monopolista yanqui e internacional, constituyendo una importante burguesía industrial monopolista que integra con el gran capital financiero y comercial (importación-exportación), con el imperialismo y la oligarquía la alianza de clases dominantes del país. 2.  El otro, absolutamente mayoritario, sigue profundizando su deterioro, atenaceado por la crisis de capital, tendiendo a desintegrarse su sustentación económica como clase. Este proceso de concentración monopolista que vimos, se opera en la industria inmerso en la crisis de capital y mercado, abarca simultáneamente a los sectores de la burguesía agraria (arrendatarios, chacareros, etc.) y comercial-intermediaria (minoristas, distribuidores, etc.), diferenciándose también entre ellos dos sectores correlativos a los que señaláramos al mencionar lo sucedido con la burguesía industrial.1. En el sector agrario: El proceso de concentración monopolista en el campo es general. El régimen de latifundio se ha mantenido dando lugar a un proceso de concentración de la propiedad agraria en base al capital latifundario y al capital que en sociedades anónimas integran la gran burguesía y el imperialismo, que también han entrado en este sector a favor de la crisis de capital y mercado que le supone al campesinado. a.  La dependencia para nuestras exportaciones de los mercados imperialistas que determinan el consiguiente deterioro de los términos de intercambio.b.  El control monopolista del comercio exterior de nuestro país y del crédito agrario.c.  La relativamente baja tasa de tecnificación agraria consecutiva al desarrollo distorsionado de la industria nacional y el alto costo de la misma.d.  La retracción del mercado interno por la crisis industrial. Este último punto es particularmente perjudicial para la burguesía agraria dedicada a los cultivos industriales, a saber: algodón (región chaqueña), azúcar (Tucumán) y vid (Cuyo, especialmente San Juan). Esta situación de creciente deterioro de la inmensa mayoría del campesinado con la sobrevivencia de una oligarquía cada vez más enriquecida y el florecimiento de una pequeña capa burguesa que participa de la concentración agraria se manifiesta en la miseria y el hambre de los campesinos, en el despoblamiento del campo (con las consiguientes migraciones internas que incrementan el ejército de desocupados hacinados en las villas miserias), que hace de la Argentina aún más una “tierra sin hombres transitada por hombres sin tierra”. (Las abundantes cosechas cerealeras de 1961/62 -que coincidiera eventualmente con la gran demanda mundial posterior al crack de granos de los países de Europa Oriental- derivaron en una situación próspera excepcional y transitoria en la Pampa Húmeda que de todas formas no altera el carácter general de la crisis agraria argentina).2. En el sector comercial: La crisis sigue un curso que no se diferencia del de los otros sectores. El mercado interno retraído y la crisis común de capital, unido a la competencia desigual impuesta por los monopolios a través de las cadenas de supermercados, de las patentes, etc., se agrava por la distribución del  crédito que al igual que en el sector agrario e industrial, va de la banca a las empresas de gran capital y de la usura y las cooperativas de crédito a los sectores de menores recursos.La diferencia de la tasa de interés entre el crédito bancario (8%), el cooperativo (18%) y el usurario (48%) incorporada a los costos de los respectivos sectores usufructuarios, explica el tirabuzón en que entran los que dependen de esas dos últimas formas de capitalización. Las limitaciones al crédito cooperativo son el golpe de gracia a dichos sectores.Párrafo aparte merecen los efectos que la crisis produce entre las capas medias independientes (arquitectos, médicos, profesionales en general). Para estos sectores, la contradicción con el sistema no se produce desde siempre sino a partir de un determinado grado de desarrollo de la crisis y estancamiento de las fuerzas productivas. Medio siglo atrás, el hecho de poseer un título universitario significaba -para los hijos de las clases intermedias- tanto subjetiva como objetivamente un cambio de status social, con un ascenso vertical en la estratificación. Hoy, ante el progresivo avance de la crisis estructural, si hay un cambio de status es solo subjetivo, ya que en la práctica los profesionales participan de la práctica productiva en relación de dependencia (trust sanitario, empresas constructoras, pulpos, etc.). Para estos sectores, las necesidades de desarrollo pasan por la liberación total de las fuerzas productivas del país, objetivo solo alcanzable a través de la emancipación nacional y social. Los indicadores de esta reciente proletarización “de las profesiones liberales” pueden observarse en la agremiación de médicos, maestros, abogados, etc.; en las huelgas que ellos se ven obligados a realizar para la obtención de mejoras, etc., etc.Si para amplios sectores de la burguesía el tránsito hacia la recolonizacion significó deterioro y hasta desintegración como clase (para algunos), para la clase obrera ha deparado el mayor daño, ya que por ser económicamente desposeída -solo puede comerciar su fuerza de trabajo- ha protagonizado la crisis no con pérdida de capital sino con un estrechamiento creciente de sus posibilidades de existencia. Ella soporta sin atenuantes sobre sus espaldas todo el peso de la concentración monopolista. Con la descapitalización neocolonialista de la Argentina la han sumergido en la desocupación, en la ignorancia, en las endemias que azotan a nuestro suelo, en la crisis de vivienda, etc. Tanto  en la ciudad como en el ámbito rural. Esta desesperante situación vivida por el proletariado y revelada por los indicadores más variados, lo frustran permanentemente en su vida familiar, individualmente como ser social, culturalmente, etc., y crea un clima creciente de intranquilidad y desazón colectivas que abarca a toda la sociedad argentina y que ha dado lugar a muchas interpretaciones subjetivistas que permiten a los partidos reaccionarios dar a la crisis económica un carácter de crisis de “espíritu de voluntad”.La clase obrera no ha soportado en forma pasiva los efectos de la recolonización y en los últimos quince años ha tenido lugar en la Argentina una agitación social permanente, que no ha pasado de ser un movimiento de alcance limitado por su relativa espontaneidad, pero que de todos modos – por su peso específico como clase en la sociedad argentina (60% de la población activa) y su alto grado de sindicalización- dificulta la aplicación del plan de concentración monopolista y resta base de apoyo a sus manifestaciones políticas. Y lo que es más peligroso para el privilegio: puede transformarse en la plataforma de despegue de una alternativa revolucionaria.Ese contexto económico-social signado por la concentración monopolista abierta que pesa sobre las espaldas de una clase obrera numéricamente predominante y sindicalmente organizada y que lesiona asimismo al resto del pueblo, es la base para una nueva situación política de conjunto en nuestro país, que se inicia alrededor de 1950.Las luchas populares que se insinuaban en la segunda mitad del ciclo  peronista; el proceso de fisuras que dentro del peronismo se daba a consecuencia de ellas; la perspectiva de que estas luchas se intensificaran hasta dificultar la recolonización  y -lo que es más importante- que desembocaran en la diferenciación de una alternativa política revolucionaria de la clase obrera, unida a la experiencia histórica de la burguesía (en lo nacional e internacional) sobre la adecuación de la naturaleza del Estado a sus distintas necesidades políticas, derivaron en un proceso -que sin ser lineal, al contrario- se ha encaminado hacia una creciente fascistización del Estado argentino. El proceso de fascistización En una sociedad escindida en clases cuyos intereses son contradictorios, el aparato del Estado es instrumentado para definir su antagonismo. Así la lucha por el Estado es un reflejo superestructural de la situación contradictoria objetiva a nivel de la estructura productiva de la sociedad. A las clases dominantes, usufructuarias de la situación estructural, les interesa que tal contradicción no supere ese nivel buscando frustrar su proyección a la superestructura. Para ello en primer lugar busca introducir los contenidos ideológicos de su conveniencia entre las clases oprimidas, para enajenarlas en la incomprensión de sus requerimientos políticos últimos y aparea a esa labor el uso del aparato coactivo del Estado con el objeto de liquidar el surgimiento de la conciencia cabal de aquellos requerimientos. Cuando el grado de enajenación política del pueblo no supone riesgo para su hegemonía, las formas que las clases dominantes dan al Estado son los de dictadura democrática. Pero adecuando estas formas a las necesidades que le significan el proceso de emancipación popular, lo va transformando hacia formas autoritarias, cuyo grado superior es la dictadura terrorista de su clase (Estado de tipo fascista).Distinguimos dos momentos en la dinámica del peronismo en el poder: el primero, correlativo a la coyuntura favorable, estaba signado por el monolitismo bajo la hegemonía burguesa. Y el segundo, cuando se agotara la coyuntura instalándose el proceso de concentración, se caracterizó por el proceso de fisuras entre los trabajadores y la burguesía. Durante el primer momento en el nivel del Estado no se reflejó en forma importante la contradicción fundamental estructural. Pero en el segundo momento las fisuras comenzaron a traducir la contradicción a ese nivel.Pese a que este proceso solamente se insinuaba y, como vimos, la espontaneidad lo reducía en sus alcances, era intolerable para la reacción que sabe que cada vez que la crisis social llega a expresarse así, a nivel del Estado, es peligroso para sus intereses, y que la resolución favorable a la clase obrera de la contradicción fundamental, mediante la toma del poder; puede operarse con mayor facilidad. De ahí que a partir de 1950/51 las clases dominantes argentinas comienzan a plantearse concretamente desplazar al peronismo del gobierno. La primera expresión de tal tendencia sería el frustrado golpe del Gral. Menéndez, derrotado entre otras cosas, porque siendo el proceso de fisuras aún embrionario, la concientización de las derechas sobre la necesidad del relevo no había alcanzado a abarcar a todas sus alas. Como traducción de ello la derecha peronista salió francamente a enfrentar al golpe. Los cuatro años transcurridos hasta el 55 demostraron avances del proceso de fisuras y correlativamente se operó una homogeneización de la derecha que ya en su totalidad se alineara en el golpe (incluida la Iglesia). También como consecuencia de ello, para la “Revolución Libertadora”, la derecha peronista se entregó sin resistencia (incluido Perón). Pero los objetivos de la reacción respecto al Estado eran de mayor alcance que el solo desplazamiento del peronismo, porque requerían contemplar sintéticamente toda la situación nueva creada por el agotamiento del ciclo coyuntural favorable en un país en que la clase obrera tenía un peso numérico decisivo y estaba bien organizada sindicalmente. Por ello las necesidades de la concentración monopolista irían a recaer sobre una clase obrera mayoritaria y poderosa. Esta medida de la fuerza y progresiva diferenciación de la clase obrera dentro del peronismo fueron evaluados por las clases dominantes como un proceso incontrolable en caso de mantenerse las formas democrático-burguesas. Si bien esa diferenciación no había  madurado hasta perfilar una alternativa independiente de clase, la reacción decidió actuar preventivamente abocándose a sistematizar la estructura del Estado para aventar toda posible irrupción de las masas, instalando a tal objeto el gobierno militar en el 55. En este contexto histórico y alrededor de esos hechos es que se constituye la genuina fascistización del poder en la Argentina.3Evidentemente nuestro país, con otro desarrollo económico social, no podía dar lugar a un proceso idéntico al del fascismo europeo. La importancia de esta distinción se realza a la vista de la variedad de interpretaciones semánticas entre los revolucionarios argentinos respecto de esta caracterización, que obedece a diferencias de apreciación política. Así, la existencia a partir del golpe de Uriburu de un gran aparato represivo estatal, mantenido y perfeccionado a lo largo de los sucesivos gobiernos, ha dado lugar por parte de algunos sectores, a caracterizar al periodo recorrido desde el 30, como de fascistización de la Argentina.  Por otra parte, existe el sector de las derechas que cultiva esmeradamente la apología del fascismo y del falangismo, combinándolo con una revisión nacionalista oligárquica de las tesis históricas del liberalismo burgués y oligárquico, sobre la Argentina -habiendo partido casi siempre de este sector los ideólogos de aquella legislación en nuestro país. La presencia de un ala de este origen en la derecha peronista y la promoción de ideas corporativistas de colaboración de clases en aras de un Estado por encima de ellas, como fundamento ideológico de la doctrina peronista, indujo a aquellos sectores a caracterizar como fascismo al fenómeno político-social del peronismo.  No compartimos estas apreciaciones. Es un hecho que el aparato represivo consignado existe contra los trabajadores y el conjunto de las masas  y que asimismo el peronismo albergó en su seno algunos ideólogos de esta legislación. Pero la significación histórica esencial del peronismo no es la de un movimiento para impedir el acceso del proletariado al poder (por la fuerza) sino que es un movimiento de sectores de la burguesía, que utilizan en alianza al proletariado para desplazar del poder a la oligarquía y otros sectores burgueses. Secundariamente es un movimiento que busca mantener la hegemonía de la burguesía en esa alianza, mediante la represión estatal de las experiencias políticas revolucionarias que se orientaran a la emancipación del proletariado. Pero, al cambiar la situación  económica-social, en aquel nuevo contexto histórico argentino al término de la coyuntura de expansión, el peronismo se desbloca en dos alas: un sector predominante en la dirección, que se vuelve a reunir con el imperialismo (esta vez con el yanqui) y que políticamente jerarquiza la represión de las expresiones revolucionarias, y que constituye el campo de los estrategas de la rendición del 55. Y otra ala, absolutamente predominante en las bases, que necesitando el cambio estructural y azotado por la concentración monopolista, busca en política orientarse a enfrentar al imperialismo y a cambiar la estructura. Se puede distinguir un tercer grupo, intermedio y heterogéneo, que participa de la dirección y que es utilizado por las clases dominantes como salidas opcionales en los momentos adecuados.En fin, desde el punto de vista ideológico, el genuino fascismo que en la Argentina, surge a partir de este contexto histórico y está integrado por sectores de derecha, tanto peronistas como antiperonistas, surgidos a partir del liberalismo, del nacionalismo y aún de la socialdemocracia. 1. Ese proceso de fascistización del Estado, correlativo al plan de recolonización imperialista yanqui de nuestro país, es uno de los núcleos políticos esenciales de la actual etapa histórica, iniciada alrededor del 50 y que se hace ostensible alrededor del 55. Al análisis superficial puede aparecer como discontinuo, exteriorizado en lapsos de gobiernos militares compactamente represivos alternados por intervalos de democracia limitada, que desdibujan su carácter ininterrumpidamente. En rigor de verdad, se trata de un proceso único y continuo de fascistización creciente, ya que parte de una base estructural  (concentración monopolista industrial agraria y comercial, descapitalización, dependencia del imperialismo, etc.) que condiciona una situación de crisis progresiva e irreversible para el pueblo que requiere, en consecuencia, por parte de las clases dominantes una adecuación  permanente de la naturaleza del Estado para protegerlas de la resistencia que tal proceso crea y, lo que resulta más peligroso, de la perspectiva de que esa resistencia desemboque en el reclamo del poder por parte de la clase obrera.Por otra parte, esos requerimientos se armonizan en escala mundial y continental con los del imperialismo, el que, en la fase final de su enfrentamiento con el socialismo, a los efectos de garantizar la permanencia de la explotación social y la opresión nacional contra la amenaza del proletariado y del Movimiento de Liberación Nacional, promueve una paulatina fascistización en los países dependientes y en las mismas metrópolis.Como sosteníamos al comienzo del trabajo, glosando la serie de golpes, fraudes y contragolpes y la gama de gobiernos militares y civiles que se sucedieron en el último período:“Todos esos eventos expresan la alineación política y la puja consiguiente de las diversas clases y sectores sociales argentinos alrededor de la contradicción fundamental originada en nuestra crisis de estructura: de un lado, para mantenerla y reforzarla, la oligarquía, el imperialismo y la burguesía monopolista; del otro lado, interesadas objetivamente en cambiarla, como necesidad vital para su desarrollo, el conjunto del pueblo, esencialmente la clase obrera. Aquellos, instrumentando el Estado para consolidar su predominio económico y para enajenar o reprimir al movimiento popular; éstos, con la necesidad de acceder al poder de ese Estado para realizar las tareas que lleven a liquidar sus trabas actuales. Señalamos que aquellos eventos traducían esta correlación de fuerzas, pero  para  entender más cabalmente su esencia se requiere observar que expresan asimismo la relación dinámica entre ambas fuerzas, cuya evaluación demuestra que la iniciativa, en lo sustancial de todos los eventos reseñados, ha pertenecido al campo de la reacción. Desde hace años, ésta ha operado previendo los riesgos políticos a que está sometida por el propio desarrollo de la crisis, y, en consecuencia, pudo apelar a una cantidad de maniobras que ha aplicado con relativa facilidad, operando sobre la realidad de una clase obrera con un campo de aliados que si bien ofrece invariablemente resistencias ante la acentuación de su deterioro, llegando  incluso a insinuar un avance político más ofensivo, (planes de lucha, elección de Framini, huelgas políticas), no ha logrado vertebrar una política independiente de más largo  alcance que le permita tomar y mantener la iniciativa en el país hacia el poder”. 2. La orfandad de esa política independiente de clase que concrete una salida liberadora para el pueblo, es otro de los núcleos políticos que caracterizan la actual etapa histórica.Ya analizamos previamente algunas de las razones que explican el origen y la sobrevivencia de direcciones no clasistas encaramadas en la cúspide del movimiento obrero. Su papel ha consistido sistemáticamente, en sabotear todas las luchas obreras surgidas alrededor de diversas expresiones de la crisis y en caso de que, a pesar suyo y como consecuencia de la gran presión espontánea de las masas, las luchas se hicieron inevitables, han maniobrado magistralmente para mutilarle su potencialidad revolucionaria. En tales circunstancias, en lugar de enderezar las luchas de las masas hacia la concreción de una salida revolucionaria para la Argentina, su objetivo ha consistido en empalmarlas -mediante la negociación conciliadora con las demás clases y factores de poder- tras opciones de estas clases. Incluso cuando la marea de la lucha de clases llegó a situaciones límites -haciendo peligrar hasta su propia dirigencia- no han vacilado en ponerse en la cresta de la ola suscribiendo retóricamente planteos revolucionarios y anticapitalistas, como  el Programa de Huerta Grande, los discursos del “giro” a la izquierda de Framini (?) o algunos desplantes cuando los planes de lucha. Pero su doblez oportunista queda al descubierto  al observar que al mismo tiempo que invocaban aquellas consignas, no daban pasos para concretarlas y en cambio, sí los daban para negociar con las opciones del régimen en las distintas variantes integracionistas: el frondofrigerismo primero, luego los “azules” y Solano Lima cuando el Frente Nacional y Popular y últimamente la connivencia con el golpe de Onganía. Aquella formulación retórica servía pues a dos objetivos: el fundamental, asegurar sus permanencias en los puestos dirigentes; y secundariamente, las usaban como fórmula de chantaje para obtener del tapete de negociación con la burguesía mayores beneficios para sus prerrogativas burocráticas.Lo analizado tipifica el método operativo de los sectores peronistas de derecha de las direcciones no clasistas del movimiento obrero; pero es necesario traer a colación el papel equivalente cumplido por sectores gorilas, independientes o en general influidos por el liberalismo burgués. Estas direcciones por lo regular están vinculadas a sectores de clase que por causas complejas (práctica liberal en los servicios, comercio, bancos, etc., a veces mayores ingresos; menor grado de concentración social; etc.) protagonizan la lucha de clases a un nivel atenuado, por lo que sus direcciones se ven menos reclamadas programáticamente. Esto les ha permitido: por un lado no profundizar su definición política; y por el otro, facilitado por la condición, encargarse -dentro del esquema político de la burguesía en el movimiento obrero- de defender explícitamente el apoliticismo, la conciliación de clases, a la CIO-AFL, etc.Por todas estas causas es que han aparecido como el vínculo opcional entre la clase obrera y gobiernos con matices ideológicos del liberalismo burgués, como es el de Illia, e inclusive oligárquico como el  de Aramburu-Rojas.El efecto pernicioso de esta situación se refleja en las derrotas sucesivas que ha sufrido el proletariado en este periodo, experimentando una involución creciente de sus condiciones de vida, inerme a pesar de su combatividad para derrotar a la oligarquía y el imperialismo y sus agentes.La  clase obrera es la principal víctima de los planes de recolonización imperialista. Nosotros sabemos que el proletariado protagoniza la contradicción más profunda y categórica del sistema capitalista y sus beneficiarios. Esa condición esencial -unido a su número y organización, así como a las condiciones sociales que le facilitan progresar por su experiencia política más que a otros sectores (concentración urbana y fabril, acceso a la información, etc.)- la torna el elemento indispensable y determinante para el proceso de emancipación nacional y social. Para que esto se realice es necesario que una dirección revolucionaria perfile a partir de esa contradicción una alternativa independiente de clase, encaminada hacia la toma del poder. Una alternativa, que contemple programáticamente y en una táctica de frente único (con la hegemonía de los trabajadores) sus necesidades de clase así como los requerimientos antimonopolistas, antifeudales, antiimperialistas, nacionalistas y democráticas de las masas incluidas las capas no proletarias, oprimidas por las clases dominantes y orientada estratégicamente hacia la toma del poder que es capaz de dinamizar sus luchas y orientar correctamente todo el proceso político nacional. Y, a la inversa, su vacancia deriva en que  las masas se alienen en las plataformas políticas de otras clases deterioradas por la recolonización, que son vacilantes por no representar el antagonismo fundamental de la contradicción con el sistema. Carente del correctivo de un polo obrero en el país, la demagogia retórica de los programas incumplidos ha expresado en toda su crudeza el oportunismo burgués: tan relativa es su combatividad como absoluta su inconsecuencia.Limitado en sus alcances por la espontaneidad con que se desarrolla nuestro proceso político, el avance de la clase obrera presenta altibajos que dependen de todos los factores analizados más arriba, pero fundamentalmente, de la falencia de un movimiento de vanguardia que asegure un sentido, velocidad y profundidad al proceso en el cual la clase obrera tomando la iniciativa política del país, acaudille a los demás sectores populares hacia la toma del poder.Revisamos anteriormente los desencuentros históricos que originaron esa falencia y luego volveremos sobre los errores que explican la permanencia de esa situación actualmente. Ahora debemos mencionar la compacta política represiva instrumentada por la reacción para impedir que se supere la situación mediante la diferenciación de una vanguardia revolucionaria que realice las tareas antes enunciadas.Consciente de la dinámica de tal proceso, el enemigo busca desarticularlo a partir de sus niveles iniciales, persiguiendo a los militantes clasistas en los lugares de trabajo, fábricas, campos, talleres obstruyéndolos en los sindicatos, etc. Y en esta tarea común la reacción ha entrado frecuentemente en sociedad con los dirigentes desleales a la clase.La presión política resultante de las luchas reivindicativas del proletariado y las masas se traducen en varias expresiones partidarias; y si bien ninguna de ellas se ha logrado transformar en la alternativa revolucionaria para la Argentina, algunas potencialmente pueden llegar a ello (individualmente o aliadas) como por ejemplo, el Partido Comunista y otros nucleamientos de izquierda; porque los singulariza el manejo de una ideología que recoge la experiencia revolucionaria del proletariado mundial, y el movimiento peronista, porque aglutina  en su seno a la mayoría de las masas protagonistas del deterioro y de la resistencia y, por ende, de la  salida revolucionaria argentina.En virtud de esa potencialidad, es que las clases dominantes han practicado una sistemática política proscriptiva contra esos partidos. En esa tónica se inscribe asimismo todo el aparato represivo: CONINTES, CONASE, C.N.I., los servicios de informaciones, la legislación anticomunista, etc. 3. Simultáneamente, hay un tercer proceso político que es esencial para interpretar el periodo actual y que pasamos a analizar. Como hemos visto, la recolonización imperialista, ha deteriorado y traba el desarrollo capitalista de los sectores mayoritarios de la burguesía nacional y de la pequeña burguesía, tanto urbana como rural. En consecuencia, sus necesidades políticas la tornan contradictoria con los monopolios.Según vimos antes, esa contradicción es de una profundidad menor que la de la clase obrera, ya que no cuestiona el carácter esencial capitalista de la sociedad argentina, razón ultima de las crisis pero también garantía de su supervivencia como clase. Lógicamente, de esa deficiencia deriva que puede efectivizar una política que la supere.Características específicas del desarrollo histórico de las fuerzas productivas en nuestro país han incidido también en una acentuación de la naturaleza capituladora de la burguesía. En efecto, la predominancia dentro de su práctica en el proceso productivo, durante cerca de un siglo, de las tareas complementarias -comerciales e infraestructurales- de la exportación de carnes y cereales y la importación de manufacturas, la impulsó para su expansión a mantener el mercado inglés y a conservar los costos internos de las materias primas sin interés en la reforma agraria, disipando su contradicción con la oligarquía y el imperialismo.Esta ambivalencia esencial en la Argentina, se acentúa  hacia el costado capitulador por la carencia del polo correctivo que significa la hegemonía de la clase obrera en la política nacional.Por todo ello, de la contradicción objetiva de esas clases con el imperialismo, se proyectan expresiones políticas cuyas formulaciones democráticas, antimonopolistas, antifeudales e incluso antiimperialistas son esencialmente vacilantes.El reconocimiento de esta característica por parte de las clases dominantes las ha impulsado a operar con audacia y fluidez. En repetidas eventualidades han cedido -condicionalmente- el gobierno a los representantes políticos de aquellas plataformas, mediante la realización de elecciones proscriptivas, en la inteligencia de que esa inconsecuencia les garantizaba la intangibilidad -en lo esencial-  del proceso de concentración monopolista. Con todos los resortes del poder real firmemente en las manos de las clases dominantes, las FF.AA. y los organismos represivos; principalmente -para asegurarse cualquier alternativa desfavorable, esos ciclos democráticos- proscriptivos les han servido a la estrategia global de evitar la diferenciación de una política revolucionaria en la Argentina, haciendo aparecer la contradicción entre sus expresiones explícitas (FPC, UDELPA, PRL) y las de la burguesía deteriorada y vacilante (UCRI, UCRP) polaridad superestructural realmente representativa de la contradicción fundamental en la estructura del país. Así lograron repetidamente que tras estos programas (como los de la UCRI en 1958 y de la UCRP en 1963) la resistencia popular contra la reacción se disipara en opciones electorales que no representan cabalmente sus intereses sino en términos aparentes, ilusionando a las masas con el espejismo de que por ese camino lograrían los cambios que necesitan.De ese modo la reacción ha logrado -en esos interludios- apretar el torniquete de la concentración monopolista con una mayor base política. Cuando el espiral de luchas reivindicativas de las masas inicia su ascenso contra la orientación estructural mantenida durante esos gobiernos -a pesar del programa antimonopolista (Illia) e incluso cambiándolo por uno proimperialista (Frondizi)- se estrecha la base de sustentación del elenco “democrático” (derrota electoral de Frondizi el 18 de marzo; derrota provincial de Illia en el 65, proximidad de su derrota en la provincia de Buenos Aires en el 67). En consecuencia, tales elencos dejan por ello de garantizar los intereses que la reacción puso en juego en el ciclo proscriptivo; las clases dominantes, permanentes en el timón del poder, los desplazan nuevamente del gobierno, asumiéndolo explícitamente (golpe de abril de 1962, golpe de Onganía de 1966).En esta dialéctica combinación de factores se sustenta la naturaleza no lineal (aunque sí continua) de la fascistización del poder en la Argentina.Efectivamente, este proceso tan singularmente cíclico, no es sin embargo circular, sino claramente una espiral ascendente en que la tendencia histórica fundamental -correlativa del camino emancipador del proletariado que busca impedir-, desemboca en la fascistización integral.  Esto no implica que las opciones que aparecen en tales ciclos democráticos formales eran simplemente expresión del enemigo. Por el contrario, también reflejan las contradicciones y la situación de las distintas clases con la limitación de que ninguna perfila los intereses integrales de la clase obrera.Por otra parte, las condiciones que se crean para la clase obrera, sus luchas económicas y políticas, son realmente más favorables que las que rigen durante las dictaduras militares. Finalmente cabe entender el hecho de que no interrumpan en lo fundamental el proceso de fascistización, no significa que para la clase obrera no importe considerarlos en su complejidad y actuar de acuerdo a tal análisis. Lo central es que las masas estén a la ofensiva formulando una salida independiente hacia el poder. Pero en el camino hacia ello cuando aparecen estas expresiones opcionales, es requerimiento absoluto de la vanguardia, condicionarlas al máximo posible desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera; sin perder de vista que lo primordial estriba en que, de todas formas, avanza el proceso de fascistización y el objetivo es superarlo mediante la citada alternativa independiente revolucionaria.Estas alternativas y maniobras no deben interpretarse como dádivas entre clases ni como acuerdos personales; reflejan en realidad, distintas necesidades políticas, incluso contradictorias, de los participantes.Para operar concretamente sobre este proceso, las clases dominantes han revelado un eficaz dominio de las diferencias, contradicciones y comunes denominadores entre las diversas expresiones ideológico-políticas orientadas por la burguesía, fundamentalmente el peronismo y el radicalismo. El peronismo. Analizamos ya el proceso que llevó a la conjunción en el seno del Movimiento Peronista de las mayorías de las masas laboriosas del país y de fuertes sectores burgueses, en cuyas manos estaba la orientación ideológico-política fundamental. Por el año 45, esa dirección burguesa reflejaba las necesidades ideológicas de una burguesía en expansión. Luego, por el 50, cuando comenzara a extinguirse ese desarrollo, pasando a primer plano la recolonización, la dirección del peronismo reflejó ambiguamente las necesidades ideológicas del sector burgués que se deterioraba y del que se concentraba con los monopolios. Pero con las masas deterioradas y en lucha contra la recolonización en su seno, no era posible, para las clases dominantes seguir admitiendo al peronismo en el gobierno, por lo que decidieron relevarlo mediante el golpe del 55.A partir de entonces los continuadores de aquella dirección burguesa han reflejado las necesidades de una burguesía y pequeña burguesía en un agudo estancamiento consecutivo a la política del FMI.Se ha señalado la naturaleza vacilante y capituladora de tales clases,  así como los agravantes que en tal sentido se operan en la Argentina. Esta conclusión ha sido válida respecto al proceso del peronismo, como lo indican fundamentalmente: persistencia sin cambios de los principales vicios estructurales; colaboración -en lo esencial- con el  imperialismo yanqui;  capitulación ante los golpistas del 55 sin lucha; elementos doctrinarios de tercerismo; colaboracionismo de clases, etc. Pero para comprender cabalmente la significación política del peronismo como movimiento político en la etapa actual debemos evaluar el factor que lo distingue cualitativamente de las otras expresiones políticas orientadas por la burguesía: en su seno revistan la mayoría de las masas laboriosas del país, de la ciudad y el campo, víctimas principales del sistema capitalista y por ello mismo protagonistas de la resistencia al mismo.Hemos considerado el origen del enrolamiento obrero en el peronismo y hemos caracterizado dos etapas del mismo, correlativas a la dinámica de la crisis estructural: el monolitismo bajo la hegemonía burguesa y el paulatino proceso de fisuras por la exteriorización de contradicciones entre la dirección y la base obrera. Vimos que la evaluación del peligro que significaba que ese proceso se diera con el peronismo en el gobierno llevó a su relevo en el 55, ya que potencialmente podría derivarse en la proyección de la contradicción fundamental a la superestructura del poder.Como a partir de entonces -y a pesar del perfeccionamiento represivo y de la insuficiencia de una vanguardia- siguieron calando con pareja hondura la crisis del país, la lucha de clases y el proceso de fisuras dentro del peronismo, aquella perspectiva temida y prevista por la reacción ha seguido desarrollándose. Así se explica la permanencia de la proscripción lisa y llana del Movimiento Peronista en las distintas alternativas electorales o los golpes militares (después del 18-3-62 o en el 66 previendo su reedición).El objetivo fundamental del enemigo consiste en impedir que la clase obrera y el pueblo opongan una alternativa al régimen actual; por el contrario buscan su integración al sistema. En esos términos, en lo relativo al peronismo, deben operar con precisión, contemplando su naturaleza contradictoria: debiendo combinar la proscripción -cuyo sentido reseñamos- con un variado espectro integracionista.La finalidad intrínseca del integracionismo consiste en yugular la potencialidad revolucionaria de la lucha popular canalizándola políticamente a través de expresiones burguesas compatibles con el régimen. Para ello, al tiempo que  proscriben al peronismo para que no pueda desarrollar su dinámica natural, requieren la permanencia de las direcciones sindicales burocráticas cuya función en ese aspecto analizáramos y necesitan la sobrevivencia de los elencos “políticos” depositarios de todo el arsenal burgués para, en el contexto de la proscripción, crear caminos para la integración política en las instancias del régimen de las masas peronistas. Una parte de esos elencos -la más reaccionaria, generalmente de provincias sin clase obrera- ha constituido el campo del neoperonismo, sirviendo a la reacción para enmascarar ante las masas la proscripción. El resto -y es la mayoría de las zonas de mayor población trabajadora, (Iturbe, Cafiero, Delia, Remorino, Alberte, etc.)- han cubierto en el espectro la función de vínculo integrador de las masas con las opciones burguesas permitidas, -Solano Lima, Frondizi, coronel Leal, etc.- recurriendo al voto en blanco ante el fracaso de las maniobras opcionales (Illia 1963). El radicalismo. Por diversos factores el radicalismo -genéricamente- ha resultado ser la fuente ideal para los ciclos opcionales que hemos analizado más arriba. Ello deriva de sus peculiaridades tanto sociales como históricas y políticas: 1. Canaliza políticamente, desde larga data, los intereses de las capas medias tanto urbanas como rurales y al aglutinar a la mayoría de esos sectores, obtiene un gran caudal de masas propio por la magnitud numérica de dichas clases de nuestro país. Esta condición  es la misma que hizo que en  la época de la expansión de esas clases (1880-1930), el radicalismo al encabezarlas en su enfrentamiento  contra la oligarquía, se impregnara de una tónica nacionalista y popular personificada en su líder H. Yrigoyen (tradición del populismo yrigoyenista)2.  Esta misma condición – que más tarde se expresara en el sabatinismo- en la etapa actual de recolonización, le requiere definiciones antimonopolistas y democráticas como los programas de Avellaneda de la UCRI (1957) y el de la UCRP (l962). Estas dos características sumadas lo tornan particularmente “opcionable”.3. Hemos analizado la naturaleza capituladora de esas clases así como las condiciones que la agravan en la Argentina. A pesar de que en el radicalismo también debemos diferenciar contradicciones a contemplar en nuestra táctica, en esencia, es una expresión que traduce ejemplarmente aquella naturaleza, ya que en su seno no se da el fenómeno que distingue al peronismo: en él no revistan sectores ponderables del proletariado argentino. Sí, por el contrario, involucra un sector oligárquico nucleado en el unionismo de la UCRP, así como sectores industriales promonopolistas que han cobrado un perfil propio alrededor del frondofrigerismo (Ojo: la predominancia de tales sectores antinacionales y su programa desarrollista lo han invalidado actualmente como opción). Estas dos últimas condiciones hacen más dúctil su manejo por parte de las clases dominantes, para los ciclos democráticos proscriptivos. Todo lo analizado encuentra su expresión palpable en las opciones que significaron las candidaturas de Frondizi e Illia. Del tronco político común de la burguesía, algunas ramas han sido singularmente estériles en cuanto a su viabilidad como opciones. Analizaremos brevemente, tres de ellas tratando de desentrañar las razones de tal esterilidad.Socialcristianismo. En escala continental (Frei) y mundial, la reacción dentro de una estrategia global de evitar la asunción consciente de su ideología de clase por el proletariado, ha apelado al “gatopardismo” (cambiar algo para que todo siga igual), y una de las coberturas ideológicas fundamentales para ello ha provenido del socialcristianismo. Calibrando que hubo la influencia que el catolicismo conserva entre las masas, la reacción en escala mundial ha creado un carril tercerista -teoría de los dos imperialismos- que confunde deliberadamente el enemigo fundamental para impedir que la resolución de las necesidades existenciales de las masas las enfilen hacia el socialismo. Por lo demás, este proceso es armónico con el “aggiornamento” eclesiástico.En nuestro país, pivoteando sobre una base social predominantemente pequeñoburguesa, con un plantel de destacados dirigentes -extraídos generalmente del movimiento universitario- y confluyendo en ocasiones con sectores posconciliares de la Iglesia, se han montado diversos esbozos opcionales que reflejan localmente aquel proceso mundial. El sueldismo (63) y actualmente el Frente de Monseñor Podestá apuntan en esa dirección, así como los importantes intentos de socialcristianizar al peronismo.Empero, estos lineamientos no han conseguido hasta ahora calar ponderablemente dentro del pueblo a causa del descrédito de las máximas autoridades eclesiásticas; particularmente por su alianza con el gorilismo desde el 52; y además, porque las condiciones de desarrollo histórico en Argentina no han deparado una influencia del catolicismo entre las masas capaz de condicionarlas políticamente; como sucede en otros países.Por todo ello es que esas condiciones mundiales de crecimiento no han encontrado en nuestro país un correlato equivalente con la consiguiente orfandad de masas de sus exponentes nacionales.Destacamos el hecho histórico de que el feudalismo en la Argentina se desenvolvió mayormente a una etapa de desintegración del sistema feudal mundial y de su reducto ideológico: la Iglesia.Socialdemocracia. (Justismo) La esterilidad de esta tendencia deviene del proceso de desintegración mundial de la misma ante el triunfo de la revolución proletaria y del hecho de que en nuestro país su fuerza radica en los sectores obreros en extinción provenientes de las oleadas inmigrantes finiseculares y en sectores pequeño-burgueses. La juventud se ralea de sus filas sistemáticamente en búsqueda de la salida revolucionaria para el país.Conservadorismo popular. Esta variante fue intentada como opción electoral cuando la candidatura de Solano Lima. Su raigambre oligárquica explica claramente su no viabilidad entre las masas y su inexistencia actual nos exime de mayores análisis.Todos los nucleamientos políticos mencionados (menos el PCP) albergan en su seno sectores -principalmente juveniles- que buscan auténticamente a través de ellos la vía de cambios estructurales para el país. Este proceso debe ser contemplado cuidadosamente al elaborar el campo de aliados de la clase obrera.  Junto con estos tres factores esenciales (fascistización del Estado, falta de una política independiente de la clase obrera y maniobras opcionales burguesas) que constituyen el trípode sobre el que debe basamentarse todo análisis de la realidad concreta del país; hay otros que no debemos dejar de reseñar y son: 4. Las alternativas coyunturales: otra fuente de ese carácter no lineal  -de la fascistización que ya señaláramos-  la encontramos en la dinámica productiva de nuestra economía dependiente. En efecto, cuando se producen desaceleraciones coyunturales -particularmente vinculadas a nuestro comercio exterior- de la crónica y progresiva crisis estructural argentina, las clases dominantes tienen una base objetiva para la mayor o menor largueza de los intervalos de democracia proscriptiva y para la mayor o menor urgencia en capitular de los elencos burgueses.  5. Heterogeneidad ideológica reaccionaria: en el carácter no lineal influye también la distinción de matices ideológicos que se dan entre las expresiones políticas de las clases dominantes. Acordes en el objetivo esencial  -mantener a las masas marginadas de la superestructura- difieren metodológicamente en una gama variada que, empero, puede reducirse esquemáticamente a la visión liberal de la cuestión o a la variante autoritaria.Esta heterogeneidad que reconoce su origen en los vínculos económicos feudales con la metrópolis virreinal  para el caso del “autoritarismo” y con el imperialismo inglés para el liberalismo, han dado alternativamente el arsenal ideológico para las distintas necesidades políticas que supusieron los ciclos de democracia proscriptiva y de golpe militar, en esta etapa vinculados a las necesidades del imperialismo yanqui.Como decimos más arriba: “este proceso con ser tan singularmente cíclico,  no lo es en sentido circular, es claramente una espiral ascendente en que la tendencia histórica fundamental, correlativa a la emancipación del proletariado, desemboca en la fascistización integral del Estado.” Es significativa en este sentido, la actual convergencia histórica del “liberalismo” y el “autoritarismo” que se ha ido operando en el último periodo.Una vez trazados los lineamientos generales que caracterizan la nueva situación de conjunto creada en el país -tanto  en el plano estructural productivo (recolonización con concentración monopolista) como en el superestructural político (fascistización contínua y no lineal del aparato del Estado)- cabe aplicarlo brevemente también al análisis histórico, retomando en el punto en que lo habíamos dejado: el golpe del 55. Así, a la Revolución Libertadora y su intento recolonizador (plan Prebich) la enfrentó un espiral de luchas reivindicativas populares.Simultáneamente y buscando la vía para la paz social, dentro de las clases dominantes se reedita la discusión (Colorados y Azules) sobre si se reinicia el ciclo “ democrático” o no. Los Azules partidarios de una nueva opción que pudiera integrar el peronismo (Solano Lima).Se imponen por la vía de las armas. Pero ante la repulsa popular a ese candidato oligárquico, dan marcha atrás e instauran nuevamente la proscripción lisa y llana.En esas condiciones las elecciones llevaron al gobierno a la opción que significaba Illia. A pesar del 10% de votos en blanco, una buena parte del electorado obrero apoyó la candidatura alineándose tras su programa democrático y antimonopolista, vacilante, como medio de impedir el ascenso de Aramburu y lo que esto significaba.El gobierno de Illia, se caracterizó por un amague de afirmación nacional (contratos petroleros) montado sobre el alivio coyuntural que significaron las dos cosechas cerealeras del 63/64. Al agotarse esa coyuntura transitoria nuevamente cobra vigencia el plan recolonizador al cual tiene que recurrir como única salida dentro del sistema. Al quedar desnuda su esencia política se inicia una nueva espiral de luchas (Plan de lucha de la CGT, universidad: presupuesto y Santo Domingo) que hace que se estreche su base de sostén y pierda así todas las elecciones provinciales. Dentro del ala conciliadora del peronismo se produce el fraccionamiento alrededor de Vandor-Alonso, en la búsqueda de alianzas con los equipos de recambio que ya se vienen preparando.La perspectiva de que por ese camino se llegara a una nueva situación límite (calendario electoral de 1967) determina a las clases dominantes a anticiparse a tal situación y sobreviene el golpe del 28 de junio de 1966 (Revolución Argentina). Patrocinado por los sectores militares que habían auspiciado después del 18 de marzo la salida democrática (Azules con Onganía) este golpe evidencia el convencimiento lúcido de las clases dominantes de que los intervalos democráticos son cada vez menos útiles a sus intereses y ascendiendo un escalón en el proceso de fascistización.En esto estamos. El fracaso de los planes de Salimei y Krieger Vasena (recolonización a ultranza) cabalgando sobre una situación coyuntural negativa hace que ya se reanude dentro de la derecha la polémica sobre la continuidad -en qué tiempo y bajo qué forma- del régimen. La coincidencia de liberales y nacionalistas en la primera etapa del golpe comienza a fisurarse y empiezan a perfilarse agrupamientos opcionales. Con todo, este gobierno ya ha orquestado una legislación represiva (Ley de Defensa Civil, Ley Anticomunista, liquidación de sindicatos politizados, etc.) que deja ver a las claras el signo de tal reapertura. La conciliación de las direcciones sindicales (entrega del plan de acción) ha maniatado transitoriamente a la clase obrera, mejorando el campo de maniobra del gobierno.Cabe extraer de este análisis cronológico el hecho de que a medida que los ciclos “democráticos-proscriptivos” se van acortando, se va profundizando el “terrorismo de clase” de los periodos autoritarios. 

1. Aclaración sobre la expresión peronismo de derecha: en esta mención entendemos como peronistas de izquierda a los que consecuentemente defienden una línea clasista en los hechos y no sólo en las palabras, a contrario sensu los que así no lo hacen entran en el otro rubro. 

2. Del programa de la Unión Democrática: “Política internacional. Punto 2. Colaboración efectiva de todas las naciones americanas [incluido EEUU­) . Política económica. Punto 2. Reforma agraria, división del latifundio improductivo, plan de colonización fomentando el cooperativismo rural y la ayuda del colono. 4. Cumplimiento de la legislación represiva de los trusts y monopolios”. 

3. Nota: analizamos con anterioridad algunas características del fascismo europeo, su origen monopolista burgués y su intermediación organizativa por la pequeña burguesía. Vimos asimismo el mecanismo de esta vinculación y el contexto histórico de la crisis que dio origen, analizando por último sus objetivos con respecto al Estado y la política mundial.