SU VIDA
Antonio Gramsci nace el 23 de enero de 1891 en Ales, Italia. Su infancia resulta, como para muchos compatriotas suyos en aquella época, muy dura en cuanto a las condiciones económicas que debe afrontar su familia. Por esta razón, ya desde muy joven Gramsci debe trabajar para aportar dinero a su hogar.
SU VIDA
Antonio Gramsci nace el 23 de enero de 1891 en Ales, Italia. Su infancia resulta, como para muchos compatriotas suyos en aquella época, muy dura en cuanto a las condiciones económicas que debe afrontar su familia. Por esta razón, ya desde muy joven Gramsci debe trabajar para aportar dinero a su hogar.
No obstante, su predisposición hacia los estudios se hacía cada vez más notoria dentro de diversos ámbitos. Así, incursionó en la escuela local de Santu Lussurgio, posteriormente continuó sus estudios en el liceo Carlo Dettori de Cagliari, y al finalizar éstos en 1911 marchó hacia la Universidad de Turín para ingresar en la Facultad de Letras, llegando a convertirse en uno de sus alumnos más destacados.
Paralelamente a su desarrollo académico, Gramsci frecuenta centros de concentración obrera en los cuales se suma a sus luchas y reclamos, tal vez reminiscenciando sus vivencias en la su isla natal, Cerdeña, y sus constantes penurias económicas. De esta manera, se irá acercando cada vez más a diversas organizaciones hasta afiliarse a la agrupación socialista local.
Al finalizar sus estudios universitarios en 1914, Gramsci ya habrá escogido un rumbo para su vida, el de convertirse en un revolucionario. El principal hecho en este gran paso será la publicación en 1919 del periódico L’Ordine Nuovo. Aquí, Gramsci buscará dar voz a aquellos sectores silenciados y que, gracias a los aportes de Lenin, veía como motorizadores directos para la revolución, los consejos de fábrica. Éstos serían la cara italiana de una nueva corriente que cobraba cada vez más fuerzas en diversas partes del mundo. Gramsci mismo nos dirá respecto al éxito de aquel trabajo: “¿Y por qué los obreros se apasionaban por L’Ordine Nuovo?. Porque en los artículos del periódico se encontraban a sí mismos, veían reflejado lo mejor de sí; porque sentían que los artículos del periódico insinuaban su mismo espíritu íntimo de búsqueda”.
Todo este trabajo llevó a motorizar las grandes huelgas italianas de 1920 y, simultáneamente, a socavar cada vez más las tensiones con las distintas facciones de su propia organización, el Partido Socialista Italiano, ligado a las metodologías reformistas y parlamentaristas. Fruto de estas grandes contradicciones, Gramsci y otros miembros fundarán el 21 de enero de 1921, con el apoyo de Lenin y la III Internacional, Partido Comunista Italiano.
Posteriormente Gramsci viajará a Moscú en carácter de representante italiano para el IV Congreso de la III Internacional, y allí se nutrirá de profundos elementos de la experiencia rusa y del Partido Bolchevique. A su regreso, y luego de un corto paso por Viena, Gramsci volverá a Italia siendo electo diputado nacional en 1924. No obstante, su trabajo no se remitirá exclusivamente al parlamento, sino que por el contrario, seguirá dirigiendo las huelgas y diversas acciones suscitadas en distintos rincones del país, poniendo como eje central de su trabajo la unidad (a tal punto que será el nuevo nombre que adopte L’ Ordine Nuovo) contra el fascismo de Mussolini.
En 1926, Gramsci es arrestado por la policía fascista y será trasladado por diversos lugares durante diez largos años. Es en este período donde nos encontraremos con el gran intelectual marxista y su gran obra, Los cuadernos de la cárcel, en dónde desplegará una serie de aportes de vital importancia y profundización a la teoría de Karl Marx.
Antonio Gramsci muere el 27 de abril de 1937 en la clínica Quisisana de Roma, debido a los terribles tratos recibidos en prisión, una semana después de haber recuperado la libertad.
EL BLOQUE HISTÓRICO
Uno de los aportes más destacados que Gramsci hace a la teoría marxista es la noción de bloque histórico. Una prematura y acotada definición puede ser la de una articulación interna de una situación histórica dada. Éste representa el escenario en el cual se interrelacionan diversos elementos superestructurales. No obstante, esta relación posee múltiples factores que se relacionan entre sí y que veremos a continuación.
Dentro del bloque histórico coexisten diversos componentes que dan vida a este mecanismo. Aquí, podemos apreciar cómo el poder se refleja en constantes relaciones de fuerza que oscilan entre la violencia y el consenso dependiendo del momento y la fuerza que sea mayormente aceptada mediante la acción de la ideología. Así, vemos como la violencia es ejercida mediante el Estado y sus instituciones coercitivas como las fuerzas armadas, la educación, las leyes, entre otros elementos; mientras que el consenso es representado en la esfera de la sociedad civil, y donde son de primordial importancia para ello los intelectuales. De este modo, se generan los factores determinantes para establecer la hegemonía de una u otra fuerza en pugna.
De esta manera, Gramsci verá como se refleja la unidad entre la estructura económica y la superestructura política e ideológica. Así, será uno de los primeros en prestar atención a la cuestión superestructural como un elemento igualmente importante al de la estructura a la hora de comprender el funcionamiento de capitalismo. Por ello, Gramsci instalará el debate en los intelectuales como sujetos necesariamente políticos para la revolución.
En el bloque histórico podemos encontrar un triple aspecto. El primero de ellos resalta que no existe una primacía de ningún aspecto (estructura – superestructura), sino que lo importante reside en el estudio del vínculo que se genera entre éstos. La vinculación de estos aspectos se da mediante los intelectuales. En segundo término es un sistema social integrado sólo cuando se construye un sistema hegemónico bajo la dirección de intelectuales. El tercer y último aspecto se refiere al estudio del quiebre de la hegemonía de la clase dirigente, este aspecto es el más ligado a la acción política. Para esto último, Gramsci creía que era necesario el quiebre del “bloque industrial – agrario” por el “bloque obrero – campesino”.
LA HEGEMONÍA
La hegemonía en Gramsci es la primacía de la sociedad civil sobre la sociedad política. Vale aclarar que para Gramsci, la sociedad civil es el conjunto de organismos vulgarmente llamados privados y que corresponden a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad. Asimismo, ahonda con tres aspectos complementarios de la misma: 1) como ideología de la clase dirigente (economía, ciencias, derecho, etc.); 2) como concepción del mundo difundida en todas las capas sociales (religión, filosofía, folclore, etc.); 3) como dirección ideológica de la sociedad (sistema escolar, medios de comunicación, etc.).
Pero, volviendo al aspecto concreto de la hegemonía de la clase dirigente, Gramsci verá en ella una suerte de monopolio intelectual, es decir, una atracción que sus propios representantes suscitan entre otras capas de intelectuales. De esta manera, dirá que ejercen una atracción tal que acaban por someter como subordinados, a los intelectuales de los demás grupos sociales. Esta “atracción” termina por crear un bloque ideológico (o bloque intelectual) que liga a los intelectuales a la clase dirigente.
Un claro ejemplo de lo anterior lo podemos ver muy plasmado en nuestro país en el caso de los “intelectuales K” (con “6,7,8” a la cabeza) y el “acercamiento” de nuevos grupos de intelectuales que cada vez resultan más próximos, como puede ser el caso de Víctor Hugo Morales, entre otros.
Si bien es cierto que la primacía económica es condición necesaria, Gramsci nos dirá que no es suficiente para la formación de un bloque ideológico. Es necesario que la clase dirigente tenga una verdadera “política” hacia los intelectuales. Así, será indispensable la implementación de un programa escolar y un principio educativo transversal desde los primeros años hasta los estudios universitarios, en donde se inculquen los preceptos básicos que buscan hacerse llegar a todos con el fin de reforzar (o al menos mantener) la hegemonía con la que se cuenta.
En resumen, con lo anterior Gramsci nos deja apreciar como la clase dominante a nivel estructural dirige a la sociedad, también, por el consenso que obtiene gracias al control de la sociedad civil; control que se caracteriza por la difusión de su concepción del mundo entre los grupos sociales a los cuales llega mediante los mecanismos antes mencionados.
No obstante, Gramsci también aprecia otros ejemplos existentes para la cuestión de la hegemonía como pueden ser la dictadura o la dominación. Para ellos, nos dirá que resultan grupos sociales no hegemónicos que dominan a la sociedad por la sola coerción, gracias a que detenta el control del Estado. Aquí, se presentarán dos casos distintos pero que sirven para apreciar la movilidad que puede tener la hegemonía de acuerdo a los momentos en los que se analicen. El primero de ellos es el fascismo (principal motor de análisis de Gramsci), el cual comenzó con un fuerte control ideológico que deja de tener en el último tiempo; y el otro ejemplo abordado es el de la Revolución Rusa, la cual comienza sin ese fuerte control ideológico que luego irá adquiriendo.
De esto último se desprende la concepción de la dictadura del proletariado que planteará, a la cual entiende como dirección ideológica (hegemonía, sociedad civil) sumado a la dominación político-militar de la clase obrera (dirección obrera, sociedad política). Y aquí vemos uno de los aspectos centrales en la teoría gramsciana, la necesidad de ambos aspectos, el material y el ideológico, es decir, sólo es posible comprender el funcionamiento de la hegemonía si se entiende su doble carácter.
Esta doble esencia de la revolución fue lo que tan bien comprendieron Mao Tse Tung y el Che Guevara. Es decir, la transformación de la estructura económica es un elemento indispensable para el éxito revolucionario, pero al mismo tiempo lo es la transformación en el campo de las ideas. De aquí provendrán las ideas de la Revolución Cultural Proletaria China y la del Hombre Nuevo, respectivamente. En donde se buscó romper con las imposiciones ideológicas propias del capitalismo, las cuales continuaban (y continuaron) luego de la concreción de la llegada al poder de la revolución tanto en China como en Cuba.
Asimismo, Gramsci no pierde de vista la relación existente entre la clase dirigente y las clases subalternas, relación a la cual verá reflejada en tres tipos distintos: el primero de ellos es en el cual las clases subalternas juegan un rol decisivo para la victoria de la clase dominante (un claro ejemplo es la Rev. Francesa); el segundo es el denominado transformismo, en donde la clase dominante mantiene pasiva a las clases subalternas mediante la dominación y la cooptación de sus intelectuales; y el tercer y último tipo es el de la dictadura pura y simple, o sea, mediante el mero control coercitivo y violento de la sociedad.
En el comienzo de su libro el Risorgimento, Gramsci hará especial hincapié en las clases subalternas y su complejidad para analizarlas como tal debido a que no están unificadas y no pueden unificarse mientras no puedan desmantelar el Estado. Para ello, elaborará seis puntos a tener en cuenta para no perder de vista nada de ellas. 1) la formación objetiva de los grupos sociales subalternos, es decir, su composición económica, social y cultural dentro de la sociedad a estudiar; 2) su adherir activa o pasivamente a las formaciones políticas dominantes; 3) el nacimiento de partidos nuevos de los grupos dominantes para mantener el control y el consenso de los grupos subalternos; 4) las formaciones propias de los grupos subalternos por reivindicaciones de carácter restringido y parcial; 5) las nuevas formaciones que afirman la autonomía de los grupos subalternos, pero dentro de los viejos encuadres; 6) las formaciones que afirman la autonomía integral.
Estas fases no deben ser necesariamente lineales o esquemáticas, sino que pueden contar con otras variantes, pero en un primer momento pueden entenderse a éstas como las principales y más frecuentes en diversos marcos a estudiar. Pero esta tarea, bajo ningún aspecto sencilla, de estudiar a los grupos subalternos debe ser tarea primordial de un grupo particular, los intelectuales.
En estos últimos años, los argentinos venimos siendo testigos de una crisis de hegemonía por el control de los medios de comunicación masiva. La cada vez más férrea disputa entre el kirchnerismo y el grupo Clarín nos da sobradas cuentas de este proceso. Una “guerra abierta” que en el afán descontrolado por atacar al otro, pone en evidencia las miserias de cada uno de estos grupos por posicionarse como indiscutido dentro de las clases dominantes, pero que de fondo, ninguno de los dos pretenden una salida favorable para el pueblo, sino simplemente para sus bolsillos y el de sus “amigos”.
INTELECTUALES E IDEOLOGÍA
Otro aspecto central dentro del pensamiento de Antonio Gramsci es la noción de los intelectuales. Antes que nada, Gramsci nos dirá que todos los hombres son intelectuales, pero no todos tienen la función de intelectuales dentro de la sociedad. Un obrero, el cual es considerado un trabajador manual, establece mientras realiza su tarea operaciones de tipo mental, o sea, intelectual; así también un empresario, para realizar sus tareas emplea, necesariamente cualidades de tipo intelectual. Entonces, cuando se establece la distinción entre intelectuales y no intelectuales, en realidad se está haciendo mención al inmediato ejercicio social de la categoría profesional de intelectuales.
Los intelectuales representan a los creadores de las formas superestructurales de legitimación de la estructura económica capitalista. Sólo analizando la actividad de las capas intelectuales es posible descubrir los vínculos existentes en los diferentes momentos del bloque histórico.
Los intelectuales no son una clase en sí misma, sino que son grupos ligados a las diferentes clases. Existen intelectuales de las clases dominantes e intelectuales de las clases subordinadas. Pero dentro de los intelectuales podemos encontrar dos tipos distintos, los orgánicos y los tradicionales.
Los intelectuales orgánicos son aquellos que se han forjado al calor del capitalismo y que trabajan por y para el mismo sistema de producción hegemónico. Éstos emergen sobre el terreno a exigencias de una función necesaria en el campo de la producción económica. No obstante, si la hegemonía cambiase de lugar, se podrían constituir nuevos intelectuales orgánicos que sirvan a otros intereses. Simultáneamente, existen intelectuales que siguen rememorando el pasado y las tradiciones preexistentes en la sociedad (en el caso italiano predomina la corriente humanista), esos intelectuales son los denominados tradicionales.
Ante las recurrentes insistencias por hacer aparecer al intelectual como algo alejado de los trabajos manuales, Gramsci nos recuerda que todo intelectual aislado de su clase social es “improductivo”, y que aquello a lo que puede arribar no serán más que “pequeños caprichos individuales”. El vínculo con su clase social representa la actividad que desarrolla para volver homogénea y hegemónica la clase. De esta manera, los intelectuales se convierten en las “células vivas” de la sociedad civil (sistema escolar, Iglesia, etc.) y la sociedad política (encargados de la gestión del aparato del Estado).
Evidentemente, nos percata Gramsci, no existirían intelectuales orgánicos de la clase dominante si no existiese una ideología de la clase dominante. Una primera definición de la ideología nos habla de una concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, y en todas las manifestaciones de la vida intelectual y colectiva.
Pero sería un error en la consideración de la ideología creer que es lo mismo las formaciones ideológicas armadas con una lógica coherente, como equivalentes a las creaciones individuales de determinados sujetos. En otras palabras, no es lo mismo creer en una ideología que tiene aplicaciones en múltiples espacios de la vida social, que pretender “armar” todo un corpus teórico acerca de lo que un pensador pudiese llegar a reflexionar en un par de volúmenes, lo que no quita que lo que éste haga represente un aporte a veces invalorable, a una ideología mayor (el caso del mismismo Gramsci resulta un claro ejemplo de pensador comunista revolucionario).
Continuando con lo anterior, Gramsci verá necesario, entonces, distinguir entre ideologías orgánicas e ideologías arbitrarias. En este sentido, las primeras tienen como fin último organizar a las masas para la lucha; mientras que las segundas no crean más que movimientos individuales e instalan polémicas dentro de las ideologías orgánicas, lo cual sólo limita y obstruye las posibilidades reales de romper con el sistema hegemónico.
Mientras escribía estas líneas, un fuerte ejemplo de la utilización de los intelectuales para construir la hegemonía ideológica me dejó un tanto perplejo. Veo en un noticiero la incursión de un supuesto miembro de Al Qaeda en el reality show de American Idol. Allí, el participante era el hazme reír de un jurado estadounidense. Esto, que a simple vista puede parecer sólo un mero pasatiempos mediático, esconde de fondo la utilización de los intelectuales orgánicos de la clase dominante (mediante la manipulación de los medios de comunicación) para ridiculizar la lucha del pueblo palestino y minimizar la invasión en Medio Oriente, constituyéndose así en una nueva herramienta para desviar y distorsionar una realidad muy distinta a cómo es mostrada.
LAS CRISIS ORGÁNICAS Y EL NUEVO SISTEMA HEGEMÓNICO
Pero si bien es cierto que, por todo lo antes mencionado, el grupo hegemónico emplea múltiples mecanismos para perpetuarse allí, Gramsci planteó la posibilidad de que ese grupo pueda caer y establecerse otro con distintas características en su lugar. No podía ser distinta la concepción para un fervoroso comunista, quienes saben que la teoría depende necesariamente de la práctica.
Según Gramsci, para la conformación de un nuevo bloque histórico serían condiciones necesarias dos cuestiones elementales, la primera de ellas sería la irrupción de una crisis orgánica en el bloque histórico; y la segunda condición, la creación de un sistema hegemónico que agrupe a las clases subalternas. De esta manera, estarían dadas las condiciones fundamentales para que el bloque histórico pueda fracturarse y terminar con la llegada de uno nuevo, así como sólo puede servir como una forma de dañar momentáneamente al mismo.
Aquí es donde entran en juego las crisis orgánicas. Éstas son la manifestación por excelencia de la fragilidad en la que pueden encontrarse las clases dominantes. Las crisis orgánicas pueden ser suscitadas por las clases subalternas (organizadas o no); o por el fracaso político de la clase dirigente. Si la crisis es “espontánea” y las clases subalternas no están organizadas, la clase dominante retomará el poder, y es en base a esto por una de las principales cuestiones por las que Gramsci cargará las tintas en la conformación de un partido (comunista) fuerte y organizado. El Argentinazo del año 2001 nos dio sobradas cuentas de lo acertado del diagnóstico de Gramsci para entender este tipo de crisis y las resoluciones que éstas pueden tener.
Así, resulta que no toda crisis es necesariamente orgánica, puesto que debe tener como protagonistas a los dos principales sectores en pugna, de lo contrario sólo sería una crisis en la zona superficial del bloque histórico, pero no estructural.
Con algunos de estos elementos podemos decir que las crisis orgánicas son la ruptura entre la estructura y la superestructura; es el resultado de contradicciones que se han agravado como consecuencia de la evolución de la estructura y la ausencia de una evolución paralela de la superestructura, en otras palabras, muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo. La duración de una crisis orgánica no es corta, ésta puede prolongarse a lo largo de muchos años, y aún así existirán cuestiones incurables.
Y como respuesta a esta crisis propia de los sectores dominantes, las clases subalternas tienen en sus manos, mediante la lucha revolucionaria encabezada por un partido fuerte, la inversión de las condiciones dadas. Sólo podrá establecerse un nuevo sistema hegemónico si las clases subalternas consiguen, incluso antes del estallido de la crisis, organizarse y construir su propia dirección política e ideológica.
De esta manera, Antonio Gramsci nos brinda toda una serie de elementos que acompañan y complejizan el análisis marxista de la sociedad. No contraponiéndola sino complementándola, ofreciendo nuevas herramientas completamente válidas para pensar a nuestro mundo e incluso a nuestro país desde categorías que, si bien fueron escritas hace más de setenta años, conservan total y completa vigencia, así como aquel modo de producción contra el cual luchaban, y que hoy seguimos luchando los comunistas revolucionarios.