La nueva oleada de luchas obreras y campesinas en China (ver hoy, 24-01-2012) va más allá de una respuesta coyuntural de los sectores populares a las medidas con que la burguesía china intenta descargar los efectos de la crisis mundial sobre sus espaldas. La resistencia popular a la explotación y la opresión social parece haber entrado en una nueva etapa, en que las luchas contra esa opresión y por necesidades acuciantes pasa en algunos casos rápidamente al plano de la política y golpea a las autoridades gobernantes y a la dirigencia del partido “comunista” en varios niveles.
La reciente rebelión en la aldea costera de Wukan marcó ese cambio; tiene el valor de un ejemplo y -aunque de manera no lineal ni mecánica- empieza a tener eco en otros casos con motivos similares. Y hay que recordar que, según informes del gobierno chino, las protestas y rebeliones populares -que la dirigencia china púdicamente llama “incidentes de masas”- pasaron de 10.000 en 1993 a 60.000 en 2003 y a 180.000 en 2010; algunos de estos “incidentes” fueron reclamos laborales que involucraron a unos pocos cientos de trabajadores; otros incluyen a pueblos enteros de decenas de miles de personas.
Restauración, saqueo y resistencia
En Wukan, un poblado de 15.000 habitantes en la costa de la región industrial de Shenzhen (provincia de Guangdong, sudeste de China), el movimiento de rebeldía comenzó en 2009. Desde la restauración capitalista encabezada por Deng Xiaoping a fines de los ’70, y especialmente desde principios del ’92 cuando Deng hizo una larga gira por el sur y, bajo la etiqueta de un supuesto “socialismo con características chinas” aceleró la privatización de las tierras de las comunas agrícolas y de las empresas estatales y promovió desvergonzadamente la propiedad privada y la inversión imperialista, la producción china “creció” vertiginosamente con la explotación, por la nueva burguesía, de cientos de millones de viejos y nuevos obreros y de campesinos despojados de las fábricas y tierras de las que en tiempos del socialismo habían sido dueños.
Estimulados por el llamado de Deng, los gobiernos locales comenzaron a vender y arrendar las tierras agrícolas de propiedad del pueblo a los “desarrolladores” inmobiliarios (de los que muchas veces esos mismos dirigentes son socios) para la realización de nuevos emprendimientos industriales, comerciales y turísticos. Los aldeanos no vieron nada de las ganancias de esas ventas, y al mismo tiempo se convirtieron en campesinos sin tierra.
Al igual que en la mayoría de los pueblos de la región, gran parte de las tierras agrícolas de Wukan fue apropiada o vendida por funcionarios distritales y partidarios. En 2009 un grupo de jóvenes, organizados en foros de Internet, llevaron su reclamo a los juzgados del condado, del distrito y de la provincia sin que nadie los escuchara. Hartos de la sordera y la complicidad oficial, en setiembre del año pasado varios miles de pobladores salieron a las calles, tomaron por asalto el gobierno local y obligaron a huir al alcalde y secretario del partido, autor no sólo de la venta de tierras sino de un escandaloso fraude en la elección del comité de la aldea.
La respuesta del gobierno fue enviar a la policía antidisturbios y apalear a los manifestantes. Los aldeanos eligieron trece representantes, pero mientras las negociaciones estaban en marcha la policía secuestró en la calle a cinco de ellos y los mantuvo detenidos. El domingo 11 de diciembre, decenas de policías intentaron entrar en el pueblo, pero encontraron una fuerte resistencia. En un enfrentamiento de dos horas, la policía lanzó gases lacrimógenos y chorros de agua. Ese mismo día uno de los cinco representantes murió en la comisaría, muy probablemente por torturas. Los pobladores, furiosos, cortaron la ruta de acceso con barricadas, mientras las fuerzas represivas sitiaron la aldea para vencerla por hambre y sed.
Los pobladores levantaron tres demandas: liberación de los cuatro representantes todavía presos, devolución del cuerpo del delegado asesinado, y reconocimiento oficial de la asamblea popular. El 21 de diciembre, cuando estaba prevista una gran marcha de protesta a la sede municipal, el gobierno provincial de Guangdong citó a un dirigente de la aldea rebelada y se comprometió a cumplir con todas las exigencias.
“Aprender de Wukan”
En los primeros años de la década de 1970, sintetizando la experiencia de la línea proletaria para la construcción del socialismo en base al protagonismo obrero y campesino en el gigantesco campo petrolífero de Taching y en la comuna campesina de Tachai, Mao Tsetung lanzó su llamado a “Aprender de Taching en la industria y de Tachai en la agricultura”. En estas últimas semanas emergió, en una pancarta alzada en una de las protestas de comienzos de este año, la consigna “Aprender de Wukan”.
A fines de diciembre el descontento popular estalló en Haimen, en la misma provincia de Guangdong, pocas horas al noreste de Wukan. Durante cuatro días, más de 30.000 personas ocuparon las calles en protesta por la contaminación producida por una central eléctrica. Según los organizadores, Wukan había sido el impulso para hacer emerger una indignación que había venido incubándose durante mucho tiempo.
Casi simultáneamente unos 1.000 residentes de Wanggang, donde se concentran monoblocks en mal estado y fábricas de cuero, se congregaron recientemente en Guangzhou, capital de la provincia industrial de Guangdong, en una gran protesta frente al gobierno de una de las más importantes ciudades chinas. La manifestación era contra el jefe del partido “comunista” de la aldea, Li Zhihang, acusado de despojo de tierras -desviando millones de yuanes de los fondos de la aldea- y de fraude generalizado. Los pobladores mostraron a la prensa en las afueras de Wanggang lo que alguna vez fueron tierras verdes, llenas de arroz y cultivos, convertidas ahora en un gigantesco vertedero de escombros de la construcción. Para asegurar sus negocios Li tenía una fuerte red de clientelismo y una banda de matones a sueldo traídos desde el norte de China. Los pobladores amenazaron con convertir a Wanggang en un “segundo Wukan”. Un vicealcalde de Guangzhou se apuró a salirles al encuentro prometiéndoles una investigación sobre los abusos.
En los primeros días de enero el descontento volvió a estallar, ahora en el pueblo de Xibian, en la provincia sudoriental de Fujian (frente a la isla de Taiwán). Alrededor de mil personas se congregaron frente a la sede del gobierno local en protesta por la venta ilegal de sus tierras, con una pancarta que decía: “Aprender de Wukan”.
Los aldeanos de Xibian, cansados de no obtener respuesta a sus reclamos, analizaron en asambleas la protesta de Wukan, sus formas de organización, movilización y estrategias de negociación. Volvieron entonces a la lucha, ganando esta vez el reconocimiento y promesas oficiales de resolución. Las protestas en numerosos pueblos del interior de China muestran que los aldeanos creen y confían cada vez menos en las promesas de las autoridades locales responsables del saqueo de sus tierras y medios de vida, y muy poco en la intervención de los gobiernos provinciales o central. Confían cada vez más en su organización y lucha.
Un camino, éste, que los acerca a la comprensión de la inmensa tragedia social que significó para cientos de millones de campesinos y obreros chinos la restauración capitalista y sus secuelas de superexplotación y de opresión política.