Cines llenos post pandemia. Largas colas… y es una película nacional. Sobre la dictadura. Específicamente, sobre el juicio a 3 de las 4 juntas militares.
Muy atrapante y emotiva. Conmueve a las generaciones que vivimos, resistimos y enfrentamos durante aquellos siete terribles años y a las siguientes, que escucharon, leyeron, miraron, muy de cerca, siempre a través de esa continuidad de lucha popular por las libertades democráticas.
Expectativa por la repercusión en los jóvenes de hoy (objetivo declarado de los realizadores de 1985), que no vivieron ni conocieron aquella brutalidad, ni la lucha del pueblo desde el mismo día del golpe hasta la actualidad, y los logros históricos que se fueron consiguiendo a lo largo de estos casi 40 años.
Meter preso a perpetua a Videla, Massera y otros en ese Juicio, fue uno de ellos.
La película reconstruye un hecho concreto. Contextualiza con un clima de época.
Toma un eje discursivo a través de uno de los protagonistas, el fiscal Julio Strassera, encarnado con la solvencia habitual de Ricardo Darín; su familia, y los jóvenes con quienes arma su equipo: desde un Moreno Ocampo (Peter Lanzani) con 32 años, fiscal adjunto que encara su primer caso, a todo el grupo con edades entre 20 y 30, sin experiencia pero sin ataduras con la “justicia” de la dictadura y con el empuje de las nuevas generaciones. Ningún detalle, dar a conocer este costado del Juicio. Un personaje que incide también, el que compone Norman Briski, con ese humor tan peculiar impregnando sus líneas. La película está recorrida por destellos de humor que descomprimen y enlazan a la vez la dramática historia.
Los testimonios. Adriana Calvo
El corazón de la película, y de aquel Juicio son los testimonios. Cuando la actriz Laura Paredes da vida a Adriana Calvo, nos estremecemos con ese primer testimonio, y ahí todo cambia.
El protagonismo de un pueblo que resistió la bestialidad dictatorial sintetizado en las palabras de Adriana, con el dolor que arranca lágrimas a todos –como cuentan los autores que les sucedía incluso en la filmación- y también emociona con contundencia “lograron aterrorizarme, pero por suerte no lograron aterrorizar a todo un pueblo y gracias a ellos, a las Madres, a las Abuelas, estoy aquí luchando por justicia”.
En momentos donde compiten sectores de la derecha más reaccionaria por quién es el más fascista, el film resulta una brisa cultural y un fenómeno su repercusión popular, con fuerte incidencia en los sectores medios. 200 mil personas la vieron en solo una semana.
Un fenómeno que pasa pocas veces, tal vez –y no casualmente- como un antecedente, Tango Feroz en 1993. La película toca una fibra profunda en la conciencia democrática de nuestro pueblo. Que brota con fuerza cada 24 de marzo, con el 2×1, Santiago Maldonado, el intento de asesinato de la vicepresidenta.
Las circunstancias en que transcurre la película
Era muy reciente la salida de la dictadura. Si bien fue un enorme logro popular sacarse de encima lo siniestro de la misma, ésta pudo imponer condiciones de su retirada; con una democracia muy condicionada, con acuerdos de la última Junta presidida por el general Bignone con el gobierno de Alfonsín. Por ejemplo, esa última Junta no fue incluida en el Juicio.
El movimiento popular, con las Madres a la cabeza, planteaba un camino profundo para la justicia popular, manteniendo la consigna de “Aparición con vida y castigo a los culpables”, apertura de los archivos y la formación de una Comisión Investigadora Bicameral. Partían de que no hubo una guerra, sino un plan represivo general en todo el país contra todo el pueblo, para imponerse.
Desde el gobierno se armó la Conadep y se fue llegando a este Juicio. Con la teoría de “los dos demonios” con extremos “antisubversivos” como los del ministro del Interior Troccoli. Estas cuestiones aparecen, expresa o elípticamente, en la película.
Frente al éxito del film, surgen críticas desde aspectos secundarios: que es contra Alfonsín, que es a favor, que no está la lucha del pueblo, que es a favor de los “dos demonios”, que “intenta por todos los medios salirse de la grieta”…
Pero tanto el tono general de la película, como la amplitud del impacto de la represión en la sociedad argentina que diferentes personajes reflejan (desde las Madres hasta la madre de Moreno Ocampo). Y la inclusión de placas de texto finales que valorizan la continuidad del reclamo popular en esa espiral de lucha con retrocesos y nuevos avances, posibilitan percibir los actores de la verdadera grieta: entre todo un pueblo y una minoría opresora, dueña del poder real.
El público se emociona y aplaude, no sólo al final. Hay que verla pronto en los cines, antes que llegue al formato streaming para el cual fue diseñada.
Conmovedora, y muy oportuna, 1985 abre debates, masivamente, hacia el futuro.
Escribe Pablo Schneider
Hoy N° 1934 12/10/2022