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21 de agosto de 2019

Ni amo viejo ni amo nuevo

Artigas y la independencia rioplatense

Extractos del libro de Eduardo Azcuy Ameghino. Historia de Artigas y la independencia argentina. Ciccus, Bs. As., 2015.

Como se pudo comprobar con el paso del tiempo, el resultado de los enfrentamientos y la guerra civil entre los pueblos que habían formado parte del virreinato platense sería decisivo, por sí o por no, en la conformación de un amplio país sudamericano, ya que las provincias que tendían a una integración de tipo federal no sólo reclamaban autonomía, como seguirían haciéndolo en las décadas siguientes, sino que –bajo la orientación artiguista– luchaban por un “sistema”, el cual, al reunir a Buenos Aires bajo reglas democráticas, tal vez hubiera podido crear las bases de una unificación de los territorios que finalmente acabarían desmembrados y balcanizados.

En este sentido, la experiencia posterior a 1820 mostraría que, sin este tipo de sistema, el denominado federalismo tendía a reducirse a localismo, aislacionismo y dispersión regional, mostrándose incapaz para cuestionar la hegemonía de la elite terrateniente-mercantil bonaerense en el manejo de los asuntos esenciales.
En estas circunstancias, bajo una fuerte influencia de los intereses porteños, se constituyó en Tucumán –en marzo de 1816– el Congreso de las Provincias Unidas, sin incluir en su seno a representantes de Santa Fe, Misiones, Corrientes, Entre Ríos y Banda Oriental.

Realizado bajo la presión de urgentes y justas necesidades políticas y militares. “¡Hasta cuándo esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece a Ud. –escribía San Martín al diputado Godoy Cruz– una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cocarda nacional y por último hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree que dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte, ¿qué relaciones podremos emprender cuando estamos a pupilo? Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos. Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación… ánimo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Veamos claro, mi amigo, si no se hace, el congreso es nulo en todas sus partes”. El Congreso sesionó enmarcado en arduas gestiones diplomáticas dirigidas a la concreción de alguna forma de régimen monárquico –incluida la propuesta de Belgrano de coronar a un miembro de la dinastía de los Incas-, que hiciera más tolerable a las potencias europeas la independencia que se proclamó a todas las naciones del mundo el 9 de julio. Siendo esta declaración lo esencial para el juicio histórico, no debe ocultarse que el sistema unitario fue ratificado en todos sus términos.

Impuesto de lo resuelto en Tucumán, a fines de julio Artigas le recordó al nuevo director supremo Pueyrredón: “Hace más de un año que la Banda Oriental enarboló su estandarte tricolor y juró su independencia… Lo hará V. E. presente al soberano Congreso para su superior conocimiento”.

Efectivamente, ya el 4 de febrero de 1815 el líder oriental había señalado en una nota al gobernador de Corrientes: “Buenos Aires hasta aquí ha engañado al mundo entero con sus falsas políticas y dobladas intenciones. Estas han formado siempre la mayor parte de nuestras diferencias internas y no ha dejado de excitar nuestros temores la publicidad con que mantiene enarbolado el pabellón español. Si para disimular este defecto ha hallado el medio de levantar con secreto la bandera azul y blanca; yo he ordenado en todos los pueblos libres de aquella opresión que se levante una igual a la de mi cuartel general: blanca en medio, azul en los dos extremos, y en medio de éstos unos listones colorados, signo de la distinción de nuestra grandeza, de nuestra decisión por la República y de la sangre derramada para sostener nuestra Libertad e Independencia”.

Hoy N° 1779 21/08/2019