Un día antes de la posesión presidencial del 7 de agosto, el presidente Gustavo Petro y la vicepresidenta Francia Márquez fueron investidos simbólicamente en ceremonia ancestral por los pueblos originarios, afrodescendientes y campesinos. Ellos le hicieron unos requerimientos: paz en los territorios, defensa del medio ambiente, cambios en las políticas antidrogas, defensa de los derechos humanos y de las minorías y cambios en las fuerzas armadas.
Y el 7 de agosto con una plaza de Bolívar llena de pueblo y con la participación de más de 100.000 personas en toda Bogotá y muchas más en varias ciudades del país, Gustavo Petro pasó de presidente electo a presidente en funciones, en un evento lleno de simbolismos relativos a la paz, y a la existencia de una Colombia pluriétnica y multicultural, la que por primera vez en la historia pone presidente, por eso Petro dijo en su discurso: “Estamos aquí contra todos los pronósticos, contra una historia que decía que nunca íbamos a gobernar, contra los de siempre, contra los que no querían soltar el poder”.
En un discurso donde llamó a la paz total, a acabar con la guerra promovida por las mafias y el narcotráfico además de la guerrilla, al cambio de doctrina militar del enemigo interno al de los derechos humanos, puntos muy complicados pero no imposibles de lograr, a buscar la reconciliación y la unidad del país: “Uniré a Colombia, uniremos entre todas y todos a nuestra querida Colombia, tenemos que decirle basta a la división que nos enfrenta como pueblo. Yo no quiero dos países, como no quiero dos sociedades. Quiero una Colombia fuerte, justa y unida”.
Palabras para recordar quiénes son los responsables de la violencia, del hambre y de la inequidad, quiénes polarizaron el país hasta convertirla en dos Colombias, la de “loscomunistas, terroristas, vándalos, negros, indios, y plebe’’ y la que ha luchado durante décadas por un nuevo país, por una Colombia democrática y al servicio de todas y todos.
Por ello sostuvo: “Este es el gobierno de la vida, de la paz y así será recordado”. Y por ello dijo que lo principal será “defender a los colombianos y colombianas de las violencias y trabajar para que las familias se sientan seguras y tranquilas”. Que para que esa paz sea factible se debe cambiar las políticas sobre estupefacientes, donde la guerra contra las drogas ha sido un fracaso dijo el presidente Petro y llamó a los EEUU y los países de América Latina y Caribe a una convención internacional que acepte el fracaso de la guerra contra las drogas promovida desde Washington “que ha llevado a los Estados a cometer crímenes y ha evaporado el horizonte de la democracia”.
Para lograr estos cambios sociales se requiere una reforma tributaria donde los más ricos paguen impuestos que proporcionen para los cambios sociales, y que no sean como las anteriores favorables al gran capital. También planteó la necesidad de educación universitaria pública, gratuita y de calidad, salud para todas y todos y subsidios para los de tercera edad sin pensiones. Se comprometió a la lucha contra el fracking, contra la corrupción y el cambio climático, e impulsar la industria y agro nacional.
Un discurso muy emotivo y centrado en las realidades del país, con homenaje a García Márquez, es decir esta Colombia del realismo mágico, que mostró a millones esperanzados y felices con el nuevo presidente.
Ya, el presidente Gustavo Petro cambió la cúpula de las Fuerzas Armadas y las comprometió a pasar de la doctrina del enemigo interno, a la de la seguridad de la vida y los derechos humanos. Ya envió delegación a Cuba a restablecer diálogos con el ELN, ya se comenzó a restablecer las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela, ya presentó la propuesta de reforma tributaria que tiene un 90% de posibilidades de que pase.
Quedan por delante duras disputas con la derecha y los fascistas y demás enemigos del cambio, de la vida y de la paz. Pero como dijo el presidente Petro “tenemos una oportunidad no la echemos a perder”.
Escribe, desde Colombia, Alejandro Tapia
Hoy N° 1926 17/08/2022