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02 de octubre de 2010

Héctor Roberto Chavero Aramburo nació en la provincia de Buenos Aires, el 31 de enero de 1908, en Campo de la Cruz, y fue registrado en Pergamino, ciudad distante a 30 km de allí. Su padre, ferroviario, era originario de Loreto (Santiago del Estero), criollo de sangre quechua. Su madre era vasca.

Atahualpa Yupanqui

A cien años de su nacimiento

Pasó su infancia en el pueblo de Roca, donde su padre trabajaba en el ferrocarril. Allí conoció la vida rural y descubrió la música a través del canto de los paisanos y el sonido de sus guitarras: "(…) mientras a lo largo de los campos se extendía la sombra del crepúsculo, las guitarras de la pampa comenzaban su antigua brujería, tejiendo una red de emociones y recuerdos con asuntos inolvidables.
Eran estilos de serenos compases, de un claro y nostálgico discurso, en el que cabían todas las palabras que inspirara la llanura infinita, su trebolar, su monte, el solitario ombú, el galope de los potros, las cosas del amor ausente. Eran milongas pausadas, en el tono de do mayor o mi menor, modos utilizados por los paisanos para decir las cosas objetivas, para narrar con tono lírico los sucesos de la pampa. El canto era la única voz en la penumbra (…)
Así, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenía ‘su’ estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba" (El canto del viento, I).
Y la guitarra será un amor constante a lo largo de toda su vida. Luego de un breve y fracasado intento con el violín, comienza a tomar clases de guitarra con el maestro Bautista Almirón, y allí queda marcado a fuego su destino y su vocación.
Descubre, además, la existencia de un vasto repertorio que excedía los temas gauchescos: "Muchas mañanas, la guitarra de Bautista Almirón llenaba la casa y los rosales del patio con los preludios de Fernando Sor, de Costes, con las acuarelas prodigiosas de Albeniz, Granados, con Tárrega, maestro de maestros, con las transcripciones de Pujol, con Schubert, Liszt, Beethoven, Bach, Schumann. Toda la literatura guitarrística pasaba por la oscura guitarra del maestro Almirón, como derramando bendiciones sobre el mundo nuevo de un muchacho del campo, que penetraba en un continente encantado, sintiendo que esa música, en su corazón, se tornaba tan sagrada que igualaba en virtud al cantar solitario de los gauchos" (El canto del viento, II).
Sus estudios no pudieron ser constantes ni completos, por diversos motivos: falta de dinero, estudios de otra índole, traslados familiares o giras de concierto del maestro Almirón, pero como él mismo señala estaba el signo impreso en su alma: "La guitarra con toda su luz, con todas las penas y los caminos, y las dudas. ¡La guitarra con su llanto y su aurora, hermana de mi sangre y mi desvelo, para siempre!" (El canto del viento, II).
Desde que empezó a dar a conocer sus poemas firmó con el seudónimo de Atahualpa Yupanqui. La etimología de este nombre la dio él mismo: "Viene de lejanas tierras para contar algo" (Ata: viene; Ku: de lejos; Alpa: tierra; Yupanqui: narrarás, haz de contar).

Siempre volvía
“Recorrió el país primero, siguiendo los itinerarios ferroviarios de su padre, luego caminó por América para aprender de ella la herencia de los abuelos antiguos y así nutrirse alma de poeta y cantarle a su pueblo.
Europa, empezando por Francia, se le abrió azorada ante sus “coplas errantes” justo en tiempos de dolores y luchas. Ayudó, junto a solidarios amigos, a los que corrían el peligro de perderlo todo. Percibió en carne propia el dolor de ser negado. Pero siguió siendo hombre de la tierra, de su tierra. Aun cuando París fue el ámbito de trabajo durante largos años, su familia, sus querencias siguieron siendo El Cerro Colorado, el porteño barrio de San Benito de Palermo. Llegó silenciosamente cada año, retornó a los compromisos laborales cada temporada” (Josefina Racedo, en la presentación del libro de Atahualpa La Capataza, Ediciones Cinco, Buenos Aires, abril de 1992).
Murió en París el 23 de mayo de 1992.

La capataza
De pie en la noche, como un árbol solo,
Esperándote estoy, luna del cielo.
Porque quiero nombrarte capataza
De todo lo que amo y lo que dejo.

Te investirás de todos los poderes
a más de tu ejemplar sabiduría.
Y cuidarás haciendas, campos, montes,
Senderos, rancho, río y lejanías.

Que cuelguen los espejos de tu ronda
sobre los matos y el tuscal cumbreños,
a la hora en que el paso de los pumas
desata en el corral todos los miedos.

Esperándote estoy mi capataza.
Centinela sin par. ¡Mi luna gaucha!
Para que busques la canción perdida,
La que nunca canté bajo las talas.

Te enseñaré los nidos de zorzales,
y el pequeño rum-dum anochecido,
que se llena de arpegios y temblores
cuando brota en los pastos el rocío.

Capataza, me voy. Ya me despido.
Salgo a buscar vidalas al sendero.
¡Tú le dirás las cosas que me callo
A todo lo que amo y lo que dejo…!

 

Preguntitas sobre dios
Un día yo pregunté:
Abuelo, dónde está Dios.
Mi abuelo se puso triste,
y nada me respondió.

Mi abuelo murió en los campos,
sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios,
flauta de caña y tambor.

Al tiempo yo pregunté:
¿Padre, qué sabes de Dios?
Mi padre se puso serio
y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
sin doctor ni protección.
¡Color de sangre minera
tiene el oro del patrón!

Mi hermano vive en los montes
y no conoce una flor.
Sudor, malaria, serpientes,
la vida del leñador.

Y que nadie le pregunte
si sabe donde está Dios.
Por su casa no ha pasado
tan importante señor.

Yo canto por los caminos,
y cuando estoy en prisión
oigo las voces del pueblo
que canto mejor que yo.
Hay un asunto en la tierra
más importante que Dios.
Y es que nadie escupa sangre
pa que otro viva mejor.

¿Que Dios vela por los pobres?
Talvez sí, y talvez no.
Pero es seguro que almuerza
en la mesa del patrón.

El poeta
Tu piensas que eres distinto
Porque te dicen poeta,
Y tienes un mundo aparte
Mas allá de las estrellas.

De tanto mirar la luna
Ya nada sabes mirar.
Eres como un pobre ciego
Que no sabe adónde va.

Vete a mirar los mineros,
Los hombres en el trigal,
Y cántale a los que luchan
Por un pedazo de pan.

Poeta de tierras rimas,
Vete a vivir a la selva,
Y aprenderás muchas cosas
Del hachero y sus miserias.

Vive junto con el pueblo,
No lo mires desde afuera,
Que lo primero es ser hombre,
Y lo segundo, poeta.
De tanto mirar la luna…

Nada más
(Homenaje a Ernesto Guevara)

Teniendo rancho y caballo
es mas liviano la pena.
De todo aquello que tuve
solo el recuerdo me queda.
Nada más.

No tengo cuentas con Dios.
Mis cuentas son con los hombres.
Yo rezo en el llano abierto
y me hago león en el monte.
Nada más.

Me gusta mirarlo al hombre
Plantado sobre la tierra
Como una piedra en la cumbre
Como un faro en la ribera
Nada más.

Alguna gente se muere
Para volver a nacer.
Y el que tenga alguna duda
Que se lo pregunte al Che.
Nada más.