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14 de enero de 2020

Australia arde y el negocio sigue

Australia se ha beneficiado en los últimos años de la industria del carbón, convirtiéndose en el primer exportador mundial que ahora sufre los incendios forestales donde el uso del carbón tiene mucho que ver.

El país atraviesa por una de las peores sequías desde abril y se registraron temperaturas que rozan los 50°C. Frente a esto el gobierno australiano no tomó ni una sola medida para prevenir los focos de incendios o proveer de suministros al cuerpo de bomberos. Esto pone de manifiesto la ausencia de una política integral que aborde la cuestión ambiental, ya que Australia atraviesa todos los años por esta temporada de incendios. Tradicionalmente ésta se daba en el verano, pero las emisiones de gases de efecto invernadero están aumentando su extensión y duración. Los incendios forestales en zonas templadas y boreales también arden más rápido y a mayores temperaturas porque hay más combustible para quemar.

Según Greenpeace, en su página web denuncia que Australia en el 2019 “fue el segundo mayor exportador de carbón del mundo. El carbón es uno de los principales responsables del cambio climático. Esto está agravando las temporadas de incendios forestales, ya que incrementan las olas de calor y sequías haciendo que la vegetación se seque y se convierta en material inflamable (combustible)”.

Además, el sitio web es.theglobaleconomy.com muestra que las emisiones de carbón fueron aumentando en los últimos cuatro años.

 

Urgen tomar medidas serias para reducir las emisiones de carbón y limitar el impacto de la crisis climática en la población australiana y en todo el mundo.

Estos incendios, como el ocurrido en Brasil a mediados del 2019 y en Bolivia, son las consecuencias catastróficas de los nuevos modelos de producción a nivel planetario, bajo el predominio de los grandes monopolios mundiales, latifundistas. La búsqueda de la máxima ganancia por parte de los imperialismos, cuyo máximo representante es el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, los lleva a saquear y depredar recursos sin importar los efectos que tiene sobre el medio ambiente y las consecuencias que genera en el cambio climático.

Mientras Australia vivía la peor crisis de su historia, el primer ministro Scott Morrison recibió fuertes críticas por estar de vacaciones en Hawái mientras el incendio se propagaba por todas partes. Bomberos y bomberas, que actúan de forma voluntaria estuvieron trabajando incansablemente para contener los incendios y salvar hogares y vidas.

Las cifras son escalofriantes, más de 10 millones de hectáreas devastadas, fallecieron 27 personas, 480 millones de animales muertos, 20 mil viviendas quemados. Los incendios devoran los ecosistemas y barren con la biodiversidad a velocidades alarmantes desde septiembre sin poder ser controlado.

Todo el mundo alzó la voz en contra de lo que pasa en Australia. Las imágenes de los incendios y animales que circulan por medios y redes sensibilizan a cualquiera que las mire. Esto vuelve a poner sobre la mesa el debate del cambio climático y son los jóvenes quienes salen a las calles a repudiar el capitalismo salvaje, a proteger el presente y el futuro de quienes privilegian el exceso de producción, la inmediatez y la explotación de la naturaleza para saciar el incontenible consumo. Son los jóvenes que entienden la importancia de cuidar el mundo, que piensan en las generaciones futuras y pugnan por estrechar los lazos de respeto con el planeta.

Es esta movilización popular, como lo demostró recientemente el pueblo mendocino obligando al gobernador radical Rodolfo Suarez a derogar la Ley que permitía el uso de sustancias tóxicas para la minería, la única garantía de frenar las rapiñas de los monopolios imperialistas.

Desde septiembre Australia está atravesando uno de los peores desastres naturales de la historia. Esta situación es la consecuencia de temperaturas record, meses de sequía y de un gobierno cuestionado de no implementar políticas ambientales para prevenir los incendios.