Luego de la expulsión de los dirigentes de la corriente chispista del Partido Comunista, el 26 de diciembre de 1925 se abrieron las sesiones del VII Congreso Nacional.
Otto Vargas, en el tomo 2 de su libro El marxismo y la revolución argentina escribe sobre esto: “Mientras deliberaba el Congreso, en el salón de la asociación Vorwärts, al discutirse las credenciales de algunos delegados del interior —entre ellos la de Sebastián Monforte, de Mendoza, vinculado a los “chispistas”, al que se le negó representación y se lo consideró expulsado del Partido— se produjo un tumulto y un tiroteo en la barra, cayendo herido de muerte el dirigente de la Federación Juvenil Comunista Enrique Müller. Intervino la policía, que detuvo a los delegados y a la barra (unas 200 personas en total). Según la dirección del PC, el asesino fue Modesto Fernández, quien se afiliaría posteriormente al Partido Socialista. ‘Modesto Fernández asesinó en forma fría y alevosa a Müller de dos balazos (…) el crimen fue preparado con anticipación y cometido fríamente’, escribió, meses después, La Internacional. Según La Chispa, la acusación contra Modesto Fernández fue ‘una confabulación de delatores’, doce personas que en una celda de la comisaría 18 se pusieron de acuerdo y ‘determinaron llevar a cabo una delación combinada ante la justicia burguesa para inculpar de hecho al compañero Modesto Fernández’. Nombra entre los ‘complotados’ a Miguel Burgas, Salomón Jaselman (de quien dice que es ‘rentista’), Luis Ricardi, Mallo López y Benigno Argüelles’”.
Como argumentaba Vargas en una conversación con el autor de estas líneas, este VII Congreso, ya desde su organización, era una muestra cabal de las concepciones no revolucionarias de los dirigentes del PC en esos años. Lo central de la vida partidaria transcurría en la legalidad, a través de locales y con una organización territorial, inclusive, como vemos, el propio congreso partidario. Más de una vez se utilizaba el periódico partidario, La Internacional, para citar a las y los afiliados, con nombre y apellido, a las reuniones.
Esta confianza en la legalidad fue la que hizo que el Congreso del PC, al igual que los anteriores, fuera en un salón, y con “barra”. El PC y la FJC, de la cual Müller era el principal dirigente, debió dar explicaciones ante el tratamiento en la prensa burguesa de su asesinado, mencionado como “reyerta entre comunistas”. La FJC, en su periódico Juventud Comunista de enero de 1926 habló de un “asesinato intencional”, contra la “bolchevización” del Partido y la FJC.
Hoy N° 1753 06/02/2019