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02 de marzo de 2017

Bastardeo de los reclamos mapuches

Una propaganda para justificar la represión no sólo a inmigrantes

 A comienzos de año fue noticia la brutal represión de la gendarmería de Macri y la policía de Das Neves contra la comunidad mapuche de Cushamen, en el oeste de la provincia de Chubut, lindante con la zona de Bariloche en Río Negro. Se trata de una comunidad que vive desde hace dos años en una pequeña parte de tierras recuperadas al magnate italiano Luciano Benetton, el mayor latifundista extranjero en Argentina (ver hoy, número 1651, del 18 de enero de 2017).
Fue inmensa la solidaridad que recibió la comunidad reprimida, expresada a lo largo y a lo ancho del país, en particular por las comunidades y poblaciones afectadas por el dominio de los Benetton, sumado a las movilizaciones contra el accionar del magnate inglés Joe Lewis en El Bolsón, Río Negro, también amigo íntimo del presidente Macri. Por eso, y para justificar la represión y dividir a las poblaciones locales, se lanzó una campaña de propaganda, de maniobras y mentiras, que incluyó el supuesto “peligro terrorista internacional”. Su objeto: defender a los grandes terratenientes, cuya “propiedad” en este caso de Benetton data de apenas el año 1991, a comienzos del viraje de la “década menemista”. Un reflejo del alcance nacional de esa propaganda fueron las dos páginas, que como “tema del domingo” le dio el diario Clarín, el 22 de enero de 2017.
Allí, dando por legítima la propiedad de los Benetton en la zona que reclaman sus propietarios ancestrales, nunca reconocidos como tales por las leyes de esos terratenientes, las notas se centran en “Facundo Jones Huala: el mapuche violento que le declaró la guerra a Argentina y Chile”. Así el tema pasó a ser la existencia este “guerrillero”, según la definición del gobernador de Chubut Mario Das Neves y la conducción de la Federación de Sociedades Rurales del Chubut y las acciones tipo comando de su grupo en estancias de Benetton y máquinas viales de Lewis, con la insinuación de que se trata “casi de un extranjero” por haber residido un tiempo en Chile y por su padre Jones (granjero rionegrino de origen inglés), pese a haber nacido en Bariloche y ser su madre Huala tan nativa como él (claro que con el pecado de ser “una activista indígena”).
Lo principal de las notas de Clarín es que, al poner como centro de lo que ocurre en la Patagonia de los Benetton y Lewis a los “hombres encapuchados”, por más que se diga que la mayoría de las comunidades “no comulga con sus métodos de acción y reclamo”, lo que se corre es el problema de la tierra y de los nativos que vivían en estas tierras antes de conquista por la Corona española, cuando no existían ni Argentina ni Chile, y que se prolonga hasta hoy desde que se impusieron las oligarquías que pasaron a regir en ambos lados de la Cordillera, tras la conquista de la Independencia.
No vamos a recurrir a nuestra historia que, desde 1820, con el trasfondo de las luchas por la apropiación de la tierra entre distintos sectores oligárquicos se caracteriza por las guerras civiles y las guerras de exterminio a sus poseedores anteriores, desde Rosas a Roca y Victorica (en parte puede verse en tomo II, de la Historia Argentina, de Eugenio Gastiazoro, en particular los apartados “Tierra y Vacas” y “Tierra e indios”, para el período 1820/1880). Solamente vamos a citar a alguien que, sin ser marxista es un nacionalista antiimperialista, nos recuerda que hasta la llegada de Perón en 1943, por una ley del General Roca –el mismo de la Ley de Residencia de 1902, que hoy pretenden desempolvar los Macri y los Pichetto–, los llamados “indios” (no sólo los mapuches nativos) debían ser considerados como “extranjeros”. 
Nos referimos al libro de reciente publicación de quien fuera secretario Legal y Técnico de la Presidencia de la Nación, con el propio Perón e Isabel Martínez entre 1973 y 1976, Julio C. González que, reivindicándose hispanista, no comparte el hispanismo aristocratizante de los tradicionales terratenientes ganaderos argentinos, que reitera ahora uno de sus hijos, hoy presidente: Mauricio Macri Blanco Villegas. El título del trabajo de González y su bajada sintetizan su pensamiento: “Desde la Patagonia hacia Hispanoamérica unida. A propósito del libro de Juan Domingo Perón Tiponimia Patagónica de Etimología Araucana (Editorial Docencia, Buenos Aires, 2016).
 
Una ley que anuló Perón
Perón, desde su concepción nacionalista burguesa, era profundamente antiinglés y antiangloyanqui y reivindicaba la cultura latina y griega, sin excluir la criolla e indígena. Perón no renegaba de su apellido sardo, y menos del de su madre Sosa, con el que había nacido, como Juan Sosa, con el nombre de su abuelo santiagueño (“un nación acriollao”, como se llamaba entonces a los que, con el apellido de “su patrón”, eran descendientes de los mapuches-tehuelches mujeres y niños que el coronel Racedo había enviado para su servicio a esos terratenientes de prosapia hispánica, como antes Rosas a los Ibarra). Habiéndolo mamado desde niño y en su niñez en Santa Cruz, cuando vino a Buenos Aires a los 11 años, ya como Juan Perón, hablaba también perfectamente el mapuche. De ahí su posterior estudio de la etimología araucana (fueron los españoles los que llamaron araucanos a los mapuches), último texto de lectura que pidió pocos días antes de su muerte, como recuerda Julio González.
Para conocimiento de nuestros lectores, reproducimos los párrafos de la página 92 del libro de González, con el que atestigua el manejo del idioma mapuche que tenía Perón: “Me refirió al respecto el cacique Marcelino Cuyuqueo, fallecido hace dos años, que él acompañó a su padre en 1944 a verlo a Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. El Coronel Perón habló naturalmente y correctamente en mapuche. En un momento determinado el Coronel Perón le preguntó al cacique Cuyuqueo (padre) quien era una tercera persona que los acompañaba. ‘El director de Migraciones’, respondió Cuyuqueo. Por una ley del General Roca, los llamados ‘indios’, para poder ingresar a la Capital Federal, debían pedir permiso a la Dirección de Migraciones, como si se tratara de extranjeros.
“El Coronel Perón se enfureció. Llamó enseguida por teléfono al Presidente General Emilio J. Farrel y le manifestó que reuniera inmediatamente al Gabinete Nacional de Ministros para firmar un decreto trascendente. El decreto-ley en cuestión, que el Coronel Perón redactó de puño y letra, derogaba la ley del General Roca y disponía que los ciudadanos autoctonos (‘indios’) tuvieran libre acceso a la Capital Federal y a todos los lugares del país”.