Los prefectos (gobernadores) “autonomistas” y sus brigadas “cívicas” fascistas redoblaron en la semana anterior su brutal ofensiva racista y antinacional contra el pueblo boliviano y contra el gobierno de Evo Morales.
Evo denunció el papel golpista de la embajada yanqui y expulsó al embajador. Hugo Chávez hizo lo mismo con el embajador yanqui en Venezuela.
Por ahora las Fuerzas Armadas bolivianas proclaman “respeto a las instituciones”. Advirtieron que “no tolerarán más” acciones como la matanza del jueves a campesinos en Pando; pero al mismo tiempo aseguraron que “no permitirán ninguna intromisión extranjera”: no lo dijeron en referencia a la siniestra mano de Washington tras la conspiración reaccionaria, sino a la afirmación de Chávez de que apoyaría “militarmente” un levantamiento contra el golpismo.
Golpismo y resistencia
El martes 9, en Santa Cruz, bandas armadas de la Unión Juvenil Cruceñista tomaron y saquearon edificios públicos, entre ellos el de la nacionalizada compañía de teléfonos (Entel), el Canal 7 y otros medios oficialistas. Pero al día siguiente, esa capital departamental estaba ya cercada por campesinos cocaleros y obreros, que bloqueaban las rutas hacia Cochabamba y La Paz, y hacia Trinidad (Beni).
En Tarija, el miércoles 10 una banda de 100 paramilitares atacó con dinamita, piedras y petardos la sede de la Federación Departamental Única de Campesinos y el mercado campesino. Pero se topó con la resistencia de mujeres, obreros y campesinos que impidieron la ocupación. Por la tarde, una multitudinaria movilización encabezada por la presidenta del Comité Cívico Popular recuperó combatiendo la plaza, expulsó a los fascistas y cercó el edificio de la prefectura.
El prefecto de Tarija es Mario Cossío, del MNR, uno de los responsables de la represión en 2003. El dirigente de los fascistas “cívicos” tarijeños, Nelson Valdez, ladró que si no se reconocía la autonomía, Tarija se separaría del país, y dijo que los “cívicos” están listos para una guerra civil.
Aves carroñeras
Todavía las masas del pueblo boliviano –especialmente los campesinos y mineros– no desplegaron toda su potencialidad revolucionaria, aquélla de las milicias armadas del ’52 que impusieron la reforma agraria y las nacionalizaciones mineras, o la de las heroicas jornadas de 2003 y 2005 cuando las “guerras” del agua y del gas voltearon a los entreguistas Sánchez de Lozada y Carlos Mesa.
Tratando de contener a los fascistas –que aceleraron sus provocaciones tras fracasar en su intento de revocar a Evo en el referéndum del 10 de agosto–, el gobierno denunció el golpe en gestación, pero al mismo tiempo convocó a los golpistas a un “diálogo” imposible: el vocero de la “oposición”, el prefecto de Tarija Mario Cossío, va en representación de la “Rosca” de gobernadores y oligarcas proyanquis como Branko Marinkovic que conspiran para voltear a Evo y encabezan la ola de terrorismo fascista en Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija.
El jueves 11 una banda de “cívicos” mercenarios de la prefectura y del Comité Cívico de Pando, provincia amazónica cerca de la frontera con Brasil, emboscó y asesinó a una treintena de personas que marchaban a una asamblea campesina. Dirigentes campesinos y del MAS debieron pasar a la clandestinidad para no ser víctimas de los grupos de asesinos armados por el gobernador Leopoldo Fernández.
Evo declaró el estado de sitio en Pando –donde soldados del Ejército debieron retomar a tiros el aeropuerto de Cobija, la capital del departamento, copado por grupos mercenarios–, ordenó la captura de Fernández, denunció la puesta en marcha de un criminal golpe de estado “cívico” y empresarial, y expulsó al embajador norteamericano Philip Goldberg, un experto en provocaciones imperialistas y en armar conflictos separatistas. Los prefectos de Tarija, Santa Cruz y Beni se solidarizaron con el gobernador asesino.
La embajada yanqui motoriza al núcleo fascista que encabeza esta nueva etapa de la conspiración oligárquica y que lanzó a sus hordas armadas a cortar rutas, saquear edificios públicos, generar desabastecimiento alimentario, sabotear gasoductos y oleoductos hacia Brasil y Argentina, y a organizar y armar los grupos paramilitares que secuestran, humillan, torturan y asesinan a activistas indígenas o democráticos y a simpatizantes de Evo.
Queremos armas
Fue la irrupción poderosa de las masas obreras y campesinas, la de los insurrectos de 2003 y 2005 decididos a recuperar la calle, lo que empezó a cambiar el panorama. Miles cercaron la ciudad de Santa Cruz, decididos a plantarse hasta que el facineroso prefecto Rubén Costas cayera. Vecinos del complejo de viviendas “Plan Tres Mil” montaron guardia en previsión de ataques de la Unión Juvenil Cruceñista.
Algunos grupos convocaron a organizar comités de autodefensa y comités de toma de tierras juntamente con los pueblos originarios del oriente, la amazonía y el Chaco. El alcalde de Achacachi y líder de los “ponchos rojos” campesinos aymara, advirtió: “No saben a lo que se meten. Nos organizaremos en todas las regiones de Bolivia para defender la democracia, nuestros recursos y las instituciones del Estado”.
Columnas de vecinos y trabajadores de El Alto bajaron en la noche del jueves 11 a la plaza principal de La Paz reclamando a gritos la entrega de armas “para aplastar a los neoliberales fascistas”.
Dos trincheras
Los grupos oligárquico-imperialistas se preparan para ahogar al pueblo boliviano en un baño de sangre. Su asqueroso racismo es el arma ideológica para dividir el país y quedarse con sus riquezas agrarias, petroleras y gasíferas en sociedad con los monopolios yanquis.
La pasividad o demora del gobierno de Evo ante la larga escalada de provocaciones es criticada desde las propias filas de su partido –el MAS– y de los movimientos sociales. Evo proclamó su decisión de “vencer o morir por la patria y por el pueblo boliviano”. Hasta el momento confió la defensa del “orden” a las fuerzas armadas, sin llamar a la movilización general del pueblo. Un pueblo que desde 1952 atesora extraordinarias tradiciones combativas y revolucionarias. Los gobiernos latinoamericanos respaldaron al gobierno de Evo Morales.
La lucha del pueblo boliviano en defensa de sus conquistas y del gobierno de Evo, y por liberarse de la opresión latifundista e imperialista, es la de todos los pueblos de América Latina.
Alcemos nuestra solidaridad haciendo arder el suelo bajo los pies del imperialismo.