Pese a los miles de casos confirmados y el creciente número de muertos, Bolsonaro se opuso desde el principio a los consejos de su propio ministro de Salud, al que terminó echando el viernes 17/4, y abandonó el aislamiento para unirse a mítines políticos contra el Congreso.
La frase que repite Bolsonaro sin cesar es: “Es apenas una pequeña gripe o resfriado”, mientras acusa a los medios de sembrar la histeria y el pánico. Demagógicamente contrapone la economía de los negocios por encima de la salud, logrando recuperar algo de su imagen entre algunos de sus seguidores.
Al mismo tiempo, la gente golpea cacerolas y sartenes desde sus balcones en protesta contra un presidente que consideran irresponsable, conocido por su menosprecio de la ciencia y cuya inspiración es Donald Trump.
Varios gobernadores se han opuesto a la línea del presidente de Brasil, y decretaron cuarentenas de variada intensidad y extensión. Así lo hizo el gobernador del Estado de San Pablo, con una población equivalente a la de España. Al igual que casi todos los otros gobernadores del país, y especialmente el de Río de Janeiro, que ha exhortado al gobierno federal a que apoye sus medidas de aislamiento. Declaró “Brasil debe y puede parar”.
El ejército, uno de los grandes apoyos de Bolsonaro para su llegada al gobierno, decidió poner al general Walter Braga Netto, jefe de gabinete, como “presidente operativo” de la pandemia. Bolsonaro, sin nombres, tras destituir a su ministro de Salud, dijo que hubo un intento de golpe en su contra.
En esta situación política en la que ha crecido el aislamiento internacional del presidente brasileño, hubo un fuerte enfrentamiento diplomático con el imperialismo de China, el principal comprador de los productos de exportación de Brasil. El ministro de Educación brasileño, Abraham Weintraub se mofó del acento chino y provocó con personajes de historietas locales insinuando teorías conspirativas. La Embajada de China en Brasilia respondió contundentemente a este segundo incidente en un mes.
Los pueblos originarios de Brasil se enfrentan a la pandemia con miedo y reglas propias. Tras las primeras muertes, las aldeas endurecen las medidas de aislamiento por su cuenta. Realizan bloqueos en las rutas para que nadie entre en sus territorios.
Unos 2,6 millones de personas comenzarían a recibir esta semana los 600 reales mensuales (108 euros, 118 dólares) que el gobierno ha dispuesto como única medida. La ayuda de emergencia se pagaría a trabajadores informales, desempleados y micro-emprendedores. En solo 48 horas, 27 millones de personas solicitaron la ayuda.
El periódico A Verdade, del PCR de Brasil, dice en una nota del 18 de abril: “Por todo lo que ha hecho desde el comienzo del gobierno, como la retirada de los derechos de los trabajadores, el congelamiento de los salarios, el desempleo y la venta de bienes públicos, Bolsonaro tiene un desgaste enorme, que tiende a crecer con la profundización de la crisis del coronavirus y el despido de Luiz Henrique Mandetta del Ministerio de Salud. Las muertes multiplicadas muestran que la retirada de los recursos de salud pública son un crimen de lesa humanidad. También la insistencia de Bolsonaro contra el aislamiento social y que Covid-19 es solo un ‘resfriado’ traerá consecuencias desastrosas para la población. Hoy ya tenemos casi el 70% de la población en contra de este gobierno”.
Hoy N° 1811 22/04/2020