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17 de julio de 2013

Extractos de una nota de Lula Hawk, miembro del Comité Central del PCR de Brasil, publicado en A Verdade.

Brasil: La patria de las manifestaciones

LAS LUCHAS ASUSTARON TANTO A LA DERECHA COMO A ALGUNAS FUERZAS POLÍTICAS DE LA IZQUIERDA

Desde las primeras manifestaciones contra el aumento de tarifas de los autobuses y el metro de São Paulo, los principales medios de comunicación de la burguesía exigieron que la policía reprima con dureza las protestas. Cientos de balas de goma y gases lacrimógenos fueron lanzadas contra los manifestantes. En total, más de 1.000 personas fueron detenidas y cientos resultaron heridos y fueron hospitalizados. La represión fue tan feroz que ni los periodistas que clamaban por más violencia se salvaron.

Desde las primeras manifestaciones contra el aumento de tarifas de los autobuses y el metro de São Paulo, los principales medios de comunicación de la burguesía exigieron que la policía reprima con dureza las protestas. Cientos de balas de goma y gases lacrimógenos fueron lanzadas contra los manifestantes. En total, más de 1.000 personas fueron detenidas y cientos resultaron heridos y fueron hospitalizados. La represión fue tan feroz que ni los periodistas que clamaban por más violencia se salvaron.
Frente al brutal salvajismo de la policía, la lucha contra el aumento de pasajes se convirtió en lucha política contra la represión, y por la libertad de expresión y manifestación. Las protestas crecieron y se extendieron por todo el país, impulsadas también por la realización de los partidos de la Copa Confederaciones en estadios construidos con dinero público, cuando hospitales, centros de salud y escuelas están en mal estado, según denuncian creativas pancartas: “Queremos salud y educación nivel FIFA”.
Las balas de goma y los gases lacrimógenos fracasaron. Quedaron atrapados la derecha y sus medios de comunicación. En todas las capitales, y también en las ciudades del interior, los estudiantes salieron a las calles y desafiaron al poderoso aparato de represión, para exigir menores precios de los pasajes, pases libres, que se informe los gastos para la Copa del Mundo, el descuido de la salud y la educación. Una demostración en Río llegó a reunir a más de 500.000 personas y se estima que más de dos millones de brasileños salieron a las calles en tres semanas.
Después de varios días de marchas y protestas, los mismos alcaldes y gobernadores que autorizaron los pasajes abusivos aumentos los tuvieron que derogar. Como no podían detener las protestas con represión, las clases dominantes comenzaron a afirmar en sus medios de comunicación que grupos de matones estaban saqueando tiendas y destrozando la propiedad pública y privada. Pero robos ocurren con o sin marchas. Por otra parte, los estragos que pueden haber ocurrido, eran, sin duda, mucho menores que los causados por la realización de la 11ª ronda de licitaciones de la Agencia Nacional de Petróleo (ANP), con una pérdida estimada en 1.5 billones de dólares, sin contar la afrenta la soberanía nacional.
Dicho sea de paso, ¿no usa el gobierno federal la mitad del presupuesto para pagar intereses a los banqueros y los especuladores de la deuda pública? ¿Y qué decir acerca de la entrega de miles de millones a los empresarios, sin invertir nada para mejorar el transporte público, en un país donde la inmensa mayoría de la población utiliza el autobús, el tren o el metro?

La calle es de los que luchan
Lejos de la gente y sus luchas, desde sus puestos en el parlamento o en el gobierno, algunas fuerzas políticas de izquierda han llegado a ver en las protestas, en particular, en los carteles “Todos contra la corrupción” y “No a la PEC 37” indicaciones claras que las manifestaciones estaban siendo manipuladas por la extrema derecha.
Es cierto que hay infiltrados de ultraderecha que buscan alterar las manifestaciones, atacar a la izquierda y evitar que avancen en la dirección correcta. Pero este tipo de infiltración siempre ocurrió en huelgas y marchas. La mejor manera de luchar contra estos grupos es con las masas en las calles. Por eso el grito principal de los manifestantes fue “Vamos a la calle, ven”. Quien vino con su cartel o su reclamo fue bien recibido. Muchos otros, desde las ventanas demostraban su apoyo y simpatía con el movimiento.
Si bien hubo acciones claramente anti-partido por parte de algunos manifestantes, entendemos que esto es el resultado de las repetidas promesas incumplidas, de algunos partidos en las elecciones, incluso de algunos de izquierda, pero nunca se encontró que sólo hubiera fuerzas de extrema derecha en los actos.
¿Hay quién pueda negar que el PT, después de hacer campaña contra la privatización criminal del gobierno de Cardozo, no reestatizó nada, ni investigó? Peor aún, los puertos, autopistas, y aeropuertos están privatizados y promueve subastas para nuestras multinacionales petroleras. ¿Se puede negar que los crímenes cometidos por la dictadura militar en Brasil siguen impunes, a pesar de que han sido juzgados y condenados en Argentina, Chile y Uruguay? ¿Se puede negar que el PCdoB defiende abiertamente las ventas de petróleo, el Código Forestal y el uso de fondos públicos en la construcción de palacios de la FIFA? No, no se pueden negar estos hechos. Entonces, ¿cómo negar el derecho de los pueblos a rechazar a aquellos que lo traicionan?

Las lecciones de la calle
Hoy la burguesía hace campaña para alejar a las masas de los partidos revolucionarios. Lo hace porque sabe que, como ha dicho Manoel Lisboa, fundador del PCR, que “Sin la acción de la vanguardia, sin la dirección de un partido revolucionario, la rebelión de la gente siempre va a estar ciega y ser temeraria”. Esto lo muestra la historia de la Comuna de París y las revoluciones triunfantes: Rusia, Vietnam, China, Cuba; y también la historia más reciente de los levantamientos populares en Túnez y Egipto.
Todavía hay quienes tienen algunas dudas de adónde van estas manifestaciones, porque la gran mayoría de los participantes son jóvenes. No hay razón para el miedo o la desconfianza hacia los jóvenes. Toda la historia de la humanidad y de nuestro país revela que la juventud es una fuerza progresista y revolucionaria. Se adelantó a todos los grandes movimientos de la lucha por la nacionalización del petróleo, el fin de la dictadura, etc. ¿Decepcionará la juventud a los trabajadores y al pueblo? No, esto no va a suceder, especialmente si cumplimos nuestras tareas y no retrocedemos ante las balas y las bombas de los jefes fascistas de la Policía Militar.
¿Cuáles son las lecciones de la calle? En primer lugar, que los que luchan consiguen conquistas. Las manifestaciones de junio fueron las responsables de la reducción de las tarifas en el transporte público en la mayoría de ciudades del país, e impusieron una dura derrota a las docenas de familias ricas que controlan las empresas de autobuses en la capital y que por décadas vienen atacando al pueblo con tarifas abusivas, contando con la corrupción de los alcaldes, concejales y gobernadores.
En segundo lugar, los jóvenes superaron el miedo a las balas de goma y están dispuestos a luchar, no sólo por sus derechos económicos, sino para transformar este país, para poner fin a la injusticia social y por lo tanto, se los puede ganar para ir más allá, para luchar por el poder popular y el socialismo. Y esa es nuestra tarea.
En tercer lugar, se necesita aumentar diez veces la agitación y la propaganda, debemos llegar a millones de personas, no sólo a miles de personas. Es necesario que vayamos con entusiasmo a la calle, con nuestros carteles, pancartas, banderas, y con todo nuestro programa. Es urgente desarrollar una más eficaz y profunda vinculación con las masas, y el camino para que se defiendan con más fuerza los intereses y demandas de la gente.
Fruto de nuestro trabajo y nuestra lucha, ha llegado un nuevo tiempo para nuestro país. Vamos, pues, a las calles, escuelas, barrios y fábricas para llevar el mensaje de la necesidad de construir una nueva sociedad sin represión, sin injusticia y sin explotación del hombre por el hombre, la sociedad socialista.