Bruno Arias es un joven cantante folclórico nacido en El Carmen, Jujuy, en junio de 1979. En 2002 se trasladó a Buenos Aires donde se fue haciendo un lugar recorriendo peñas y festivales, siendo en 2004 invitado al Festival Folclórico de Cosquín. En 2005 editó su primer disco, Changuito Volador, en el que renueva ritmos de su región como la saya, el huayno, el carnavalito y el bailecito.
En 2007 graba el segundo disco, Atierrizaje, y participa invitado por Mercedes Sosa en el evento Folkloristas. Y en el 2008 estuvo en Cosquín en el horario televisivo, fue consagración en Baradero y nominado en dos rubros en los premios Atahualpa.
—¿Cómo fue tu desarrollo?
—Salí a tocar a espacio que había de folclore, de tango, lo que sea, con la guitarra al hombro, hasta que sale el disco. Por más que uno tenga condiciones y talento si no le pone la otra parte que es caminar, apostar y perder ciertas cosas, nunca va a ganar otras. Yo nunca imaginé que iba a ser cantor de mi pueblo. Primero yo iba a aprender de los viejos guitarreros, de los viejos cantores, donde empecé a descubrir otro mundo, el mundo de trasmitir cosas a través del instrumento o de la voz. Todo eso lo fui aprendiendo en la casa de la Yuli, en Jujuy, luego vino el perfeccionamiento, que también requiere mucho tiempo, dedicación y esfuerzo.
A mi me gusta poder trasmitir lo que siente la gente de una manera verdadera. Cuando contamos cosas que vivimos la música suena diferente. Estoy en esa búsqueda, de cantar cosas que realmente sé que lo que estoy cantando es verdadero, y me cuesta mucho, porque hay muchas contradicciones. Por ahí estar en la ciudad, alejado de tu familia, te agota el tiempo de poder conectarte más con el paisaje, con los sonidos de tu tierra. Pero también, como dice Atahualpa: “cuando uno se va empieza a conocer el pago”.
—¿Cómo te enganchás con el picnic?
—Primero, más que nada siempre las cosas se dan por alguna amistad o por alguna movida, y yo ya había tocado en varios festivales de la JCR y además había estado en Raíces donde también se incentiva la poesía con un sentido revolucionario. Estoy como en una etapa de aprendizaje constantemente y me gusta escuchar otros pensamientos, de juntarme con gente que tiene sueños e ideales y que se juega por lo que siente. Eso es muy importante, porque a veces es difícil expresar lo que uno siente, se queda corto…
Llego al picnic por una cuestión de amistad con algunos chicos que son militantes del PCR. Estoy en una búsqueda, porque todos hacemos política al transitar, como se dice.
—¿Algún consejo para los más jóvenes?
—Lo primero, lo más importante, juntarse con los viejos, con nuestros mayores, como en los pueblos originarios, que son los más saben. Si no salen las cosas bien, ponerle el doble de empeño. Estudiar, no ser vago, develarse mucho. Hay que tener sueños y poner toda la energía en lograr lo que uno sueña, teniendo paciencia, sabiendo bajarse del escenario y esperar. Y sobre todo tener la cabeza abierta, no encerrarse, y tratar de no ser egoísta. No es fácil.