Noticias

12 de octubre de 2016

c Cuando la identidad se transforma en mercancía

El Registro Civil pone trabas a los nombres originarios

 El reconocido cantante Rubén Patagonia publicó recientemente en su página de Facebook la denuncia que reproducimos, donde cuenta los avatares de las familias originarias para ponerle a sus hijos nombres que respeten su identidad:

 El reconocido cantante Rubén Patagonia publicó recientemente en su página de Facebook la denuncia que reproducimos, donde cuenta los avatares de las familias originarias para ponerle a sus hijos nombres que respeten su identidad:
El 11 de septiembre nació Siwen Yann, reforzando con más vida nuestra familia. Su mamá, Kospi Chorch Chauque, decidió seguir con la tradición ancestral de ponerle el nombre que desde un sueño recibió, Siwen Yann. Su nombre tehuelche – mapuche quiere decir “compañera de mamá”. 
En Comodoro Rivadavia, Chubut, y en toda Argentina, el Registro Civil de las Personas no está a la altura de un pueblo que gesta su futuro desde la diversidad, desde su origen como es el caso de las familias que deciden ponerle un nombre ancestral, originario, a sus hijos. Las autoridades nos exigen 100 pesos, bibliografía que justifique el origen del nombre, además de decirnos que no deben ser nombres de islas, apodos, objetos, etc. 
Kospi Chorch (en tehuelche, Pétalo de la Flor del Calafate) estuvo 8 años sin su documento de identidad. Kuaniep Elesken (en selknam, El que viene de la piedra), 7 años y tuvimos que viajar a otra ciudad para poder obtener su documento. Además de otros comentarios, en el Registro nos dijeron: “cuando su hijo tenga uso de razón se va a cambiar su nombre por uno normal”. 
Elal Aiken (Elal es uno de los antiguos guerreros que habitan en la memoria ancestral tehuelche) estuvo 6 años sin su documento y recibimos comentarios en el Registro como por ejemplo: “su hijo lo va a odiar cuando sea grande por esto, los indios siempre andan con problemas…”. Kaliken Aluen (en tehuelche, Celeste brillo de luna), 5 años sin su documento, y comentarios en el Registro como que no debíamos exponer a nuestros hijos a burlas, que si su significado es Celeste brillo de luna, porque no le poníamos Celeste en castellano y listo. 
Neyen Arel (en mapuche, Respiro de vida), dos años sin documento y con comentarios en el registro como por ejemplo: “Ustedes le tienen que poner un nombre español que la gente entienda… a los que vienen con este tipo de problema directamente se les multa y se los manda a la oficina central para que aprendan las leyes y que ahí seguramente van a elegir un nombre normal”. Liwen Malen (en mapuche Niña del Amanecer) dos años sin documento y comentarios en el Registro como el siguiente: “Por qué no pagan la multa y listo, se evitan más problemas… Los nombres indios tienen que llevar sí o sí uno en español que defina qué es, si no es así ¿Cómo sabe la gente si es varón o mujer?”.
La conquista, sus cómplices y sus diversas formas de expresión (y sumisión) siguen vigentes. Su proyecto, intacto. La identidad es una frágil semilla que en sus manos se transforma en una mercancía más, la forma de lograr que esa semilla nunca germine. Pero cada flor que nace, el viento, un viejo pewen, los mares, nos recuerdan quienes somos. No van a poder con la historia, con la memoria.